Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Críticas de Charles
<< 1 9 10 11 20 213 >>
Críticas 1,065
Críticas ordenadas por utilidad
4
21 de marzo de 2018
77 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se podría trazar un estudio sociológico, cinematográfico y enormemente cínico entre ‘Pacific Rim’ y su secuela.
Ambas son la prueba, viviente y penosa, de que no hay historia mala, sólo narradores inútiles.

A su favor, hay que decir que esta segunda parte lo intenta, pero su hermana mayor no para de hacerle sombra: en todo el tiempo que esta se pasa justificando su rebuscado argumento, Guillermo del Toro ya se lo había pasado bien demasiadas veces, y encima había conseguido involucrarte un poquito en la historia de sus atípicos protagonistas.
Aquí, sin embargo, hay un señor cara de zapato, rebelde porque el mundo le ha hecho así, anticarismático a saco, que se alía con una Doña Nadie plantilla de niñata resabidilla para formar parte del programa Jaeger de reclutas jóvenes donde hablan en pasillos, hablan en dormitorios, hablan en salas de control, hablan en explanadas, hablan por los codos, hablan de apocalipsis, hablan de que hay que hacer algo… ¿se entiende el problema, no?
Tanto mimo en justificar un argumento orgullosamente absurdo, y sin embargo a la hora de la verdad te plantan un vergonzoso photoshop de John Boyega en una foto junto a Stacker Pentecost y Mako Mori.
(Mira que era fácil ignorar ese punto argumental gilipollas si sólo lo cuentan, pero no, esta es la clase de película que juzga necesario mostrarlo)

Mientras, por algún lado andan los Jaeger y los Kaiju.
Bueno, no, miento, los Kaiju son ya cosa del pasado, y los Jaeger ahí están al fondo del plano, sólo enfocados directamente para mencionar sus nombres dignos de crío puesto de droga fuerte.
Guillermo del Toro ya supo, en la primera, que esto le iba a ocurrir.
Por eso bañaba las estupideces más absurdas con épica juguetona. Por eso llenaba el plano de detalles cromáticos y desgastados, construyendo visualmente lo que no te ibas a tragar por medio de palabra. Por eso se buscaba las excusas para meter cuanto más bicho mejor, y convertía cada lucha en una variedad de espectáculos lumínicos punteados con momentazos milimétricamente medidos (la tan criticada espada que salía de la nada para rebanar al bicho volador, la guinda de un pastel de hostias que sabía a gloria). Por eso construía personajes con trazo grueso, cuidaba que tuvieran tanto luces como sombras, y usaba el apocalipsis kaiju para afinar sus emociones, y no al revés.

‘Pacific Rim: Insurrección’ no tiene nada de eso.
Tiene un miedo salvaje a no tomarse en serio, fruto de un director que se nota no confía en el material, y un actor estrella que tiene que quedar como el más chulo del lugar.
Tiene, sin exagerar, un casting horrible basado en la variedad étnica y el rango de edad, que podría ser sustituido por postes con cara pintada y me quedaría igual.
Y, por último, tiene una de las tramas más PUTO ROLLO del cine comercial reciente, donde empresas malévolas asiáticas y traumas paternales se conjuntan para dejar KO al espectador hasta que empiecen las hostias que todos los que entran a la sala deberían esperar.

Lo peor son esas ruinas, tapadísimas y desfiguradas, de lo que pudo haber sido: la progresiva fusión de Jaeger y Kaiju da los puntos más interesantes de esta historia, ahondando un poquito en esa lógica retorcida por la cual creamos monstruos para defendernos de los monstruos, pero son islas en un océano en el que no hay nada (por no haber, ni Kaiju).
No es muy complicado ver un producto de encargo manufacturado para el mercado japonés, en el que lo único que se ha pensado es cuántas armas se puede encajar en un Jaeger sin pasarse, y toda espléndida cinematografía de Del Toro que dejaba apreciar sus imponentes tamaños se ha sustituido por coreografías de patadas y volteretas que mandan las leyes de la física a tomar por culo de un patadón robótico.
No es que los bichos surgiendo del mar sean el pico de la verosimilitud, pero era esa atención al detalle lo que te hacía entrar en el juego, y jugar.

Aquí no se ha jugado, no se ha divertido nadie, y se nota.
¿Y habrá que recordarle al director y guionistas pasárselo bien con robots gigantes que pegan monstruos gigantes?
Para eso, casi mejor dejarlo morir (sin dignidad, eso ya se acabó).
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
23 de octubre de 2016
62 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una localidad costera cualquiera del siglo pasado.
(El cinéfilo ubicará fácilmente el año por el póster de la marquesina)
El entusiasmo juvenil flotando en el ambiente.
La timidez en persona, y las ganas de diversión en otra.
Todo ello bajo la promesa de una noche infinita para conocerse.

Creo que no es casualidad que 'San Junipero' empiece y avance considerablemente sin que sepamos "de qué va".
Nuestra cabeza se exprime tratando de buscarle el sentido... ¿artefacto ochentero nostálgico? ¿reflexión sobre los videojuegos de otra época? ¿simpatía por la que va a una discoteca buscando el Flechazo y no una simple diversión?
Será conveniente dejar la respuesta en el aire para quien no lo haya visto.

Porque, además, todo eso pasa gradualmente a estar en un segundo plano.
La historia de Yorkie y Kelly ocupa toda nuestra atención: el primer encuentro, la primera risa, la primera confidencia... una hermosa recopilación de "primeras veces" que, se les ve en los ojos, ambas disfrutan como ninguna otra vez.
Como si fuera algo mágico el que dos personas se conozcan, todo es frescura y calidez, agradecidamente alejada de cualquier rastro de "espejos negros" y nuevas tecnologías. Como una manera de recordarnos lo bello que es el mundo cuando una conexión surge sin teclear en ninguna pantalla táctil.

Claro que esto es 'Black Mirror', y pronto llegan las primeras dudas, las primeras preguntas con difícil respuesta que nadie es capaz de responder.
En este caso, y de nuevo sin desvelar mucho, algunas cuestiones son: cuán difícil es querer descubrir algo y no saber cómo hacerlo, lo complicado que es dejar atrás años de pensamiento o el enorme miedo a dejarse querer. Ritos de paso, que no por cambiar su trasfondo por otro digital pierden su importancia.
(Pero no temas, la relación de Kelly y Yorkie te llevará de la mano por todo eso)

Charlie Brooker abandona las sombras por una vez, se toma un respiro, y se permite soñar con esa versión perfecta e idealizada de nosotros mismos que a veces alcanzamos a ver en posts de Facebook, fotos de Instagram y descripciones de Tinder.
Perfecta, inmaculada, e inmortal.

Junto a un sol infinito, Belinda Carlisle canta "heaven is a place on earth".
Y suena como algo muy parecido a la felicidad.
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
23 de noviembre de 2016
78 de 104 usuarios han encontrado esta crítica útil
La eterna historia Disney.
Esa que cuenta el soñador esfuerzo de animadores voluntariosos creando mundos imposibles e historias memorables, que perduran de generación en generación, y la inmensa marea de espectadores que están hartos de ver "lo de siempre".
Sorpresa, no tienes que ir al cine a ver lo que no quieres. Querido espectador hastiado, sabemos que te gustan las historias blandas de contenido, los personajes monos y puros como la leche para adornar tu Tumblr con infinitos gifs, y el enésimo sabor de la semana que se conforma con escribir en letra pequeña en la historia de la animación; tan solo otra de dibujos para entretener a los críos.

Nada de eso vas a encontrar 'Vaiana'.
Esta historia es para los que todavía no han abandonado el sentido de maravilla. Los que disfrutan de un estudio que ha sabido reinventarse a paso firme, sin por ello tener que venderse demasiadas veces.
"Otra historia de princesas", sí, otra historia de princesas para los que no sepan ver que ni siquiera hay una princesa en ella (por mucho animalito que la acompañe, y muchos padres poderosos que tenga).
A los demás les espera una aventura de las que no se olvidan, forjada en un cariño notorio, ambientada en un paisaje de ensueño. No sólo eso, sino que además en 'Vaiana' hay alma, esfuerzo, valentía y la imprescindible pizca de autoparodia: ningún personaje pasará por la pantalla sin que lo recuerdes, ningún momento tiene por objetivo entretenerte sin más.

Es la clase de fantástico relato que da pie a una no menos fantástica heroína Disney: Vaiana puede enorgullecerse de ser la primera que, lejos de guiarse bajo la sombra de figuras paternas, decide hasta dónde la va a llevar su destino, y decide que será más allá.
Ella es la primera cuando de coger un barco para navegar se trata, pero también la que siempre está ahí para ayudar a su gente, y se prepara pacientemente para convertirse en su guía: aquí no existe la figura autoritaria que demanda que te quedes porque debes obedecer a tu padre, si no el papá que pacientemente te explica por qué deberías querer donde estás.
Vaiana aprende temprano que la línea entre obligaciones y tradiciones no es tan gruesa como parece, porque entre ambas cabe disfrutar del lugar al que perteneces. Pero tampoco puede dejar de ver a su abuela bailar en la orilla, y desear estar con ella lejos de las multitudes, en ese espacio tan íntimo que parece sagrado.

Tendrá que ser su abuela la que le diga "si lo sientes, así ha de ser", sin necesidad de ser una maestra pesada o insistente, sin que Vaiana llegue a entender hasta mucho después lo que realmente quiere decir (no conviene olvidar que sigue siendo una adolescente, en formas, gestos y mentalidad).
Y es que lo que ella siente es la necesidad de aventurarse más allá de los límites del coral para devolver el corazón de Te Fiti, una gema perteneciente a la diosa que antes daba vida a todas las islas, extinta cuando se despertó la furia volcánica del demonio Te Ka. Esa misión, encomendada por el mismo océano, choca frontalmente con donde ella también siente que la necesitan, pero aviva un corazón aventurero cansado de sentir por un horizonte lejano.
Será en ese momento cuando la historia nos brinde su momento más tierno y humano: el de una madre comprendiendo que su hija ya creció, y controlando el miedo a que ella encuentre el fracaso marino de su padre. Un agradecido y emotivo oasis de "lo acepto, porque te quiero" en una tradición de princesas que eran "desobedezco, porque te odio".

El océano será su guardián en el viaje hasta Maui, y hasta la saca de algún apuro, pero lejos de ser una fuente de soluciones convenientes, es la mejor manera de juntar una adolescente de 16 años, que todavía vemos inmadura, con un semidiós heroico descaradamente egocéntrico.
La historia sabe que ambos no durarían juntos mucho tiempo, y por eso se permite usar aguas mágicas hasta que descubran que no son tan distintos.
Porque una cosa que acaban compartiendo es estar en el camino por definirse: Vaiana a la búsqueda de la líder responsable que será, y Maui intentando reinventarse tras el valiente bravucón que todos creen que es. Dos que no encuentran una leyenda personal que les dé un motivo, porque se han visto obligados a escribirla, y se dan cuenta de que parece difícil encajar en la que otros ya les han escrito.

En sus mejores momentos, 'Vaiana' es un festín para los sentidos, una aventura inabarcable con monstruos marinos, islas de leyenda e impresionantes secretos milenarios escondidos a lo largo del océano.
Pero en sus mejores momentos de verdad, es la historia de una chica y un semidiós que deciden juntar la mezcla de inseguridades, miedos, deseos y señales que arrastraban para navegar más allá de lo que jamás habían imaginado, para finalmente convertirse en las personas que ellos mismos querían ser.

La leyenda personal no se enseña ni se cuenta.
Solo te llama, no puedes evitar que lo haga.
Y como a ti te define, también lo hace con todo lo demás, hasta el punto de romper las cadenas de la tradición, abrir las aguas del mar o reverdecer el corazón de otro que hace mucho que lo perdió.

Vaiana acaba siendo quien ella quería, sin dejar de ser quien los demás necesitaban.
Dejando una bella conclusión donde las leyendas morían, para nunca más navegar.
Empezando otro glorioso y esperanzador comienzo, en su cadena de historias sin final.
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
3 de septiembre de 2018
63 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Honestamente, quizá todavía no me haya pasado, quizá me vaya a pasar.
Quizá la directora está hablando de algo tan personal que a mi me cuesta entrar.

Pero no veo 'Las Distancias' extendiéndose cada vez más lejos.
Veo, más bien, a un grupo de colegas (que no amigos, a mi gusto) comportándose cual capullos los unos con los otros, de entrada ya dejando claro que muchos entre ellos se caen mal, y nunca, nunca, nunca (la herida de muerte de la historia) dejando ver un resquicio de lo que alguna vez fueron.
No puedes mostrarme la oscuridad sin darme luz para ver cuán profunda es: o dicho de otra manera, si solo quieres mandar un mensaje, usa el correo.

Nada me agita ni me remueve en esta panda de treintañeros perdidos en la vida.
Y eso que me veo reflejado: el trabajo que no llega, las relaciones de conveniencia, las malas pasadas, las cosas que no se dicen, las separaciones cada vez más largas... pero son solo palabras, nunca se sienten en el ambiente.
Hay una distancia muy fina entre "voy a filmar una reunión de amigos" a "voy a filmar MI reunión de amigos", y la línea está justo en que nunca sabemos cómo fue la vida de nadie.

Todo se queda en chiste privado en el que encima no hay risa, solo pura y dura pena, madurada al abrigo de caras lánguidas y miradas por la ventana.
No ayuda la estética feísta y desenfocada, que seguro es cuestión económica, pero cansa al enésimo seguimiento de un personaje desde su espalda.

En fin, quién sabe, me pasará y me tragaré mis palabras.
Pero si alguien tiene un amigo o pareja como el Guille ese, mejor plantearse qué gente quiere en su vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
18 de junio de 2017
60 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
A día de hoy, sigo creyendo que todo espectador tiene su propio misterio personal con Terrence Malick, cuando ve alguna de sus películas.
Sin embargo, los misterios tienen una particularidad: hay que querer resolverlos, o no.
De ahí supongo que vienen las brutales críticas y las encendidas alabanzas a un director que, pese a todo, no cambia por nada ni por nadie.

Menos mal, porque sus películas no son sólo historias audiovisuales, sino testimonios, emociones, impresiones...
Me resisto a creer que "Malick no cuenta nada" cuando en un par de planos es capaz de conectar con mi subconsciente y hacerme recordar experiencias de mi propia vida, parecidas a las que él a menudo retrata.

'Song to Song' se podría definir, de manera simple, como la historia de un triángulo amoroso, y de las personas que viven atadas a él.
Están el ingenuo e idealista BV, la etérea Faye y el intimidante Cook. Los dos primeros, cantantes de la escena musical de Texas, y el último productor deseoso de aprovechar sus florecientes talentos.
A medida que vemos estrecharse su amistad también nos damos cuenta de la asimetría de su relación, del inocente romance entre Faye y BV, y de la voraz sexualidad existente entre Cook y la propia Faye; ambos hombres están enganchados a una mujer que prefiere sentirlo todo, vivir o sufrir cada experiencia, antes que darse cuenta algún día de que no ha vivido nada.

Faye recopila sus confusos sentimientos, intenta que encajen, habla de vivir "canción a canción", sin plantearse nada más que lo puramente inmediato... cómo negarse, cuando vemos que entre los tres existe una química sencilla y natural, donde cada uno se siente parte de algo más grande, una sensación indescriptible desgranada entre atardeceres y charlas de madrugada difusa.

Cook ya sabe de los sentimientos entre Faye y BV, y los respeta, sin echarse atrás, de la única manera que entiende: viviendo como un bestia, devorando experiencias y atenciones, lidiando consigo mismo sin dejar de vivir por los demás... "no puedo tomar la vida tal cual es" pronuncia en un momento de la cinta, quizás su único momento de claridad entre desvanecimientos etílicos.
También le dice a BV: "todo esto... las fiestas, los acuerdos, la fama... es solo un escenario tío, solo eso".
Quizá por eso órbita alrededor de los dos amantes cantantes, exigiendo su parte de esa belleza que comparten cuando están juntos, esa belleza única que le hace a él sentirse horrendo y monstruoso.

Malick opta por casi silenciar lo superfluo, las conversaciones banales, los ruidos de fondo, y te sumerge en un estado de ensoñación marcado por pensamientos y canciones, como piezas de un puzzle que nunca logra acabarse.
"Quisiera que todo este dolor sirviera de algo" dice un desengañado BV, el único que todavía piensa en el punzante amor como cemento de pasiones y melodías, no como la hambrienta soledad que han cultivado Faye y Cook.
El amor es dolor, establece Malick. Quizá no sólo dolor, sino también renuncia de otros amantes, otros hechizos que dejamos pasar, y a la vez aceptación de la incertidumbre que supone buscar una luz de guía, que muchas veces nos dirige por el camino equivocado.

"No puedes tenerlo todo" susurra una sorprendente Lykke Li como amor pasado y sabio, asemejándose más que nunca a esa guía que creíamos perdida.
Pero el caso es que queremos todo, queremos una buena vida, queremos todas las pasiones que entraron y se quedaron (una magnífica Cate Blanchett, una sensual y cálida Bérénice Marlohe), queremos no darnos cuenta de que hemos gastado amor cuando ya es imposible recuperarlo.
Queremos levantarnos de la cama y que el tacto del lecho no nos devuelva algún eco del pasado, acariciando nuestro corazón no amado.

En última instancia, Malick exhibe cómo necesitamos el amor para comenzar de nuevo, para despellejar nuestra piel y renacer como el fénix que a todos nos toca ser en algún momento.
Hasta que lleguemos a redescubrir deseo en el simple acto de desabotonar nuestra camisa, porque ella o él pasará su mano por debajo, hasta que podamos prescindir de ese escenario en el que nos movemos aparentando ser lo que no queremos.
Y si se te ocurre vender una ilusión de amor... cuida de no venderte tú a la ilusión, como la pobre Rhonda que encarna Natalie Portman, mujer de inocencia sencilla y maneras de lolita, que teme lo que su amor exige de ella, y se desespera porque las chicas de abdominales perfectos y belleza exuberante no sienten miedo alguno.

¿Qué emoción tan ingrata es la misma que cambia de piel según lo que pidas de ella?
La misma que te permite volver a empezar, por mucho que la hayas apaleado y la consideres muerta dentro de ti.
Al final, todo vuelve a su sitio, en un atardecer que sabe a fin de búsqueda, y en un lugar que huele a felicidad reverdecida.
"Esto. Solo algo como esto"

Vivamos de canción en canción, sí.
Quizá la única pena es que muchas no las queramos oír hasta más tarde (o nunca) y otras tantas no suenen cuando las necesitamos.
Pero nadie es dueño de su propio álbum.
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 9 10 11 20 213 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow