Film feminista que idealiza la figura de Marie-Antoinette, dejando de lado la dialéctica de víctima-verdugo (la humanidad ha avanzado a golpe de guerras y derramamiento de sangre y la revolución francesa ha configurado el mundo moderno a los extremos que lo conocemos-disfrutamos-sufrimos hoy).
La austriaca aparece aislada del mundo, encerrada en sus fastuosos palacios disfrutando de la comida, el juego, el sexo. Permanece indiferente al hambre del pueblo, asistida por una numerosa corte, en una burbuja autista. No desarrolla la hija del maestro una cinta histórica: es una mirada tierna sobre seres humanos, sin ningún tipo de juicio político. No seré yo quien le achaque exceso de neutralidad, pues ha hecho un film preciosista para deleite de los sentidos, en el que el pueblo hambriento sólo aparece en los últimos quince minutos. Las referencias histórico-políticas son casi inexistentes más allá de los muros de Versalles.
Se cumplen cien años de la revolución de Octubre, que nada ha aportado a la humanidad salvo muerte y destrucción, y en nuestro país se cierran instituciones democráticas ignorando el sentir de la mayoría de un pueblo. Permítaseme expresar mi decepción acerca de la actuación del PSOE en toda esta crisis, donde se ha limitado a jugar un papel de tonto útil de la derecha que, creo, nos va a apartar a muchos de sus tradicionales votantes. Animo a todo el mundo a revistar esta cinta que apuesta por los seres humanos más allá de diferencias, disputas y revueltas.


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Lazar vuelve a casa tras diez años de ausencia, con una atroz neurosis de guerra. La casa está ocupada por dos refugiadas, una madre y su hija autista. Pronto van a formar un triángulo desde el que paliar sus orfandades, sus neurosis, su falta de referentes afectivos. Nada se nos dice del pasado sentimental de Lazar, mientras que ella está divorciada de un hombre que las abandonó por la enfermedad de Jovana, quien va a tener el primero mucho que ver en el forzado desenlace del film, lastrándolo un tanto.
Pero la felicidad es imposible. Aunque la historia en un principio pueda parecer algo previsible, el guión pronto va a girar hacia cotas dramáticas cargadas de un fuerte simbolismo, a la vez que a una despiadada crítica nada velada de Milosevic, pues aunque la guerra ha terminado y el país intenta su reconstrucción, toda esperanza es vana. La niña Jovana, deambulando por el bosque al final como única superviviente del trío inicial, es una explícita metáfora de un país sin rumbo, que no puede cerrar sus heridas. De nada ha valido el intento de expiación, de convivencia: la violencia larvada aparece, en todas partes, haciendo imposible cualquier proyecto de vida. Un film sin concesiones, que se aleja de toda tentación comercial y, pese a algunos fallos, imprescindible en la filmografía contemporánea, sobre todo para nosotros, que nos encaminamos hacia una casi segura balcanización, que espero sea incruenta y no perjudique mucho nuestros bolsillos.