Aunque es inevitable pensar en Cinco lobitos, lo único que la acerca es la cercanía temporal y una Laia Costa impresionante. La película de Elena Trapé trata la maternidad, pero desde otro punto de vista.

Trata de un viaje de autoconocimiento en el que pasamos de Pirrón a Sócrates.

Ante un problema, desconocemos su gravedad, desconocemos que podamos comprenderlo y desconocemos que se pueda comunicar. Las tres dudas escepticistas que pondrán en duda a la protagonista y a todos los que pasan por un mal momento.

Pero al final todos estamos en uno u otro problema y, gracias a personajes satélite/asistentes, conseguiremos el viaje anunciado: conocer al menos una cosa, la más importante, para iniciar el proceso. Al final, el comienzo: saber que no se sabe nada.

Es una película bella, con momentos algo dudosos por la laxitud del plano, que usa música sugerente. Es una película dolorosa (atentos a la catarsis final) con un mensaje esperanzador. Trata un tema poco visible como la maternidad desde la custodia compartida, es inevitable la política en el ejercicio artístico. Y nos ancla a un lugar para ser universal. Película con acento, con lenguaje propio del pirineo catalán y arraigo en su propia cultura.

Le sobran algunos flecos, pero se disfruta mucho. La leyenda que da título aparece poco y da la sensación de que no se le saca mucho partido. Démonos un baño en el río o lago, disfrutemos de las cosas, por si fuera la última vez. Y dudemos, que será necesario para el paso previo al conocimiento. Sepamos, al menos, que no sabemos.

El recuerdo es muy maleable y Linklater habla de cómo nos afecta para ello las imágenes que tomamos (fotografías, videos), las imágenes que vemos mil veces (películas, series) y las imágenes que creamos (relatos, anécdotas, leyendas).

En Apollo 10 1/2 el director cuenta su propia historia desde dos perspectivas: la real y la inventada. Cual es cual, lo deja a gusto del espectador. Su vida transcurre en los 60/70 en Estados Unidos, el ombligo del mundo. Consciente de ello, no sólo evoca un recuerdo nostálgico, sino también crítico. Y lo hace con humor, con cariño y con la serenidad de haber tenido una infancia relativamente sencilla.

Como en "Todos queremos algo", los personajes que verás son buenos y malos, pero sin estridencias. Casi todos pretenden algo bueno, pero se equivocan muchas veces. Sea como sea, la calma y la poca trascendencia de muchas de nuestras vidas encuentran reflejo en esta película, porque en realidad nuestras vidas no son siempre una gesta épica para contar en los libros y nos ayuda mucho fantasear con haber sido el personaje soñado.

Disfrutarás, comentarás los detalles que te unen a él, te reirás de sus anécdotas y sobre todo, estarás en un lugar seguro y feliz durante casi dos horas. Eso, hoy en día, es un regalo que muchos ya casi no esperamos.

Una historia más del Bronx. De ascendencia Scorsese. Con gestos De Niro. Sobriedad Palmintieri.

Familia en un sedimento contemporáneo de racismo, ultrajes, mafias y jerarquías.
Son muchas las firmas de Scorsese en esta cinta más corta, sin embargo vemos ritmo y descripciones al más puro estilo de "Toro salvaje", "Taxi driver" e incluso "Casino" (producida dos años después).

Tanto Lorenzo (padre) como Calogero (niño en las dos épocas) son una caricatura sin burla de lo mejor de Robert De Niro, que aunque no sobresale su personaje, deja bien sellado el retrato de un niño criado entre la mafia, la herencia familiar italiana, la tradición masculina y el honor.

Por su parte, Sonny (Chazz Palmintieri) asume un rol estereotipado pero complejo que casi desborda de potencia. Es uno de los más adustos y firmes "Vitos" que he visto. Amedrenta, asusta, acojona. Y además tiene la humanidad necesaria para que sus palabras tengan esa fuerza, esa fiereza.

Genial dirección que tiene detrás mucha escuela. Género comercial que da fruto por ser generador de cánones. Casi pasa desapercibida la alusión a la enseñanza, casi no me fijo en la dedicatoria a la familia De Niro, casi no importa qué pase al final, aunque se pretende moralizar. Siento cariño por cada personaje, quiero que todo se mezcle, y que nuca termine.

Después de una etapa tan cruel en la comedia americana (y mundial) con sagas de películas donde no hay momento para la risa, aparece Ben Stiller con nuevas ideas y momentos frescos. El guión era bueno, no muy pulido y con muchas faltas, pero se podía hacer algo, siempre y cuando contáramos con unos actores dispuestos a pasarlo bien. Los papeles están muy limitados, y eso ayuda a que sepan dónde encaminarse. Los tópicos son el tema principal del film, y los retratan perfectamente.
Recuerda, y mucho, a cosas como Hot Shot, Aterriza como puedas, y maestrías como esas. Pero introduce una historia de verdad, con cargas sustanciales en los personajes.
Hay humor, no es un chiste tras otro, pero consigue muchas carcajadas a lo largo de casi dos horas. Todo está muy trabajado, y ha debido costar mucho dinero (al menos lo parece).
Los papeles son meta-actorales (no creo que esto exista, pero tiene sentido), y es que está muy de moda introducir al cine como otro personaje más del propio cine. Eso me gusta.
No es una buena película, pero me lo he pasado bien viéndola.
Ben Stiller crea una comedia real, donde te puedes reír, y eso, en esta industria del cine, es novedoso.
Lo mejor: la frescura, los dos personajes centrales y el baile final.
Lo peor: se otorga demasiado tiempo al tiempo, un poco más rápido hubiera sido fantástico.

Es sin duda Kiduck Kim el dueño de los silencios, de los diálogos sin palabras. Con este trabajo consigue una hora y media de eterno disfrute, un placer. Fotografía muy lograda con detalles muy especiales en los rostros. La banda sonora no tiene desperdicio, transmite un bienestar y unas sensaciones de tranquilidad emocional desbordantes. Y la magia de los planos y las ideas imposibles pero entrañables (y que no provocan incredulidad) a cargo de la dirección. Sin que falte un homenaje al maravilloso Seung-yeon Lee.
La película se convierte en pocos minutos en un enfrentamiento con la realidad. Provoca una gran fuerza anti-sistema, entendida desde el más puro deseo de libertad emocional. El amor es una vía de escape. O un escape en sí mismo, con ayuda de la voluntad de la imaginación. Todo es imposible si nos lo pintan tal como se ve, pero han hendiduras por las que dejarse caer.
Totalmente recomendable. No hay que esperar acción, sólo la acción del deseo, y buscar el beso cuando más se necesite.