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Críticas de Juan Marey
Críticas 637
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
9 de junio de 2024
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La película nos habla de las aventuras de Franz Biberkopf, un expresidiario que a la salida de la cárcel (en Berlín, 1928) se promete a sí mismo ser honrado, una trama lo suficientemente apasionante como para que el interés se renueve minuto a minuto, se centra en la peor barriada berlinesa donde se dan cita proletarios, rameras, mendigos y familias al borde de la miseria además de agitadores extremistas. Está basada en la novela homónima de Alfred Döblin, publicada en 1929, que refleja el ambiente de la Alemania de la República de Weimar: paro, inflación, delincuencia, el caldo de cultivo del nazismo, Döblin, en su novela, profundiza en una tragedia colectiva tanto mediante la indagación en la ciudad —Alexanderplatz y los barrios bajos de Berlín son los verdaderos protagonistas— como a través de la adopción de un punto de vista subjetivo, el del personaje central, Franz Biberkopf. La primera versión cinematográfica que se hizo de esta excelente novela es la película que hoy nos ocupa, “Hampa” (también titulada en castellano como “Berlín Alexanderplatz”) e interpretada por Heinrich George, Maria Bard y Margarethe Schlegel, fue realizada en 1931 por Phil Jutzi, utilizando un estilo a medio camino entre el más puro expresionismo y la vanguardia.

Jutzi, que simplificó la profusa trama de Döblin, insistió en su film en el aspecto colectivo del mundo narrativo, tratando con discreción los primeros síntomas del nazismo, sin hacer nunca del protagonista un héroe típico, se muestra más interesado por el tema del amor, la posibilidad de amar sin que se tenga que recibir algo a cambio, y sin que se termine en una situación de frustración. El interés por el melodrama se expresa también en la estética del film: cuidado extremo en la ambientación, ángulos y movimientos de cámara antinaturalistas y, sobre todo, una iluminación fascinante, con destellos, contraluces, luces intermitentes y claroscuros, los diálogos son escasos, pero las imágenes nos lo dicen todo, se observa, bajo mi punto de vista, una pienso que clara influencia de ese maestro de la luz que fue Joseph von Sternberg.

Jutzi sorprendió al mundo en 1931 con esta adaptación de la novela de Alfred Döblin, Jutzi se desempeñaba mayormente como director de fotografía, eso era lo que había hecho durante toda su vida, algunos títulos inferiores como director durante la era del cine silente era lo único que podía sumar antes de embarcarse en un proyecto tan ambicioso, ambicioso porque se trataba de una de la novelas más importantes de la literatura alemana y porque su complejidad estética la había marcado como una obra muy compleja para ser llevada a la gran pantalla. Por buena fortuna para Jutzi, el propio Döblin se sumó para trabajar el guion que sería llevado a la pantalla, sin duda el haber contando con el escritor del material original fue sumamente beneficioso en el resultado final. Para el director esta película se convertiría con el tiempo en una especie de testamento, unos años después, con el ascenso de Hitler al poder, Jutzi dejaría de dirigir y se concentraría en trabajos menores como director de fotografía, pero antes de despedirse le dejó de legado al mundo “Hampa (Berlin Alexanderplatz)”, por cierto, lo que serviría como base para que unos 50 años más tarde otro director germano, Rainer Werner Fassbinder, realizara una adaptación más completa de la obra de Alfred Döblin, una serie que consta de trece episodios más un epílogo y que es realmente magnífica, totalmente recomendable .

El trabajo de Heinrich George interpretando al desdichado Biberkopf es fabuloso, su presencia en pantalla abruma y tiene momentos brillantes, el representaba toda una clase obrera, él era el prototipo de los hombres que tuvieron que enfrentar la crisis de los años 20 en esa Alemania posterior a la primera guerra mundial. George logra de manera impecable poner en escena un personaje atormentado por su pasado, que se muestra inseguro de su futuro y que reacciona de manera violenta por el miedo que le arropa, es él quien lleva en gran parte el peso del filme y es su energía la que motoriza todo.

Una obra sin duda de un alto valor cinematográfico y de una importancia histórica irrefutable.
Juan Marey
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6
7 de junio de 2024
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Basada en una novela de Edgar Wallace, la trama nos introduce en el viaje en un transatlántico que se utiliza en secreto para probar un invento relacionado con barcos de guerra controlados remotamente, pues bien, poco antes del lanzamiento, el Capitán Holling, el Capitán del trasatlántico, claro está, (Noah Beery) sufre un ataque de nervios y es enviado a un sanatorio (del que por cierto escapa rápidamente) y su barco es entregado a un nuevo capitán, pero no todo va todo lo bien que debería ir, resulta que hay ciertos agentes pertenecientes a potencias extranjeras que andan detrás del invento ¿Podrá el inteligente Mayor Pope (el regordete Edwin Maxwell) evitar que estos malignos agentes roben el arma secreta para beneficio de sus propias naciones? Evidentemente no te voy a responder, si lo quieres saber tendrás que ver la película.

El film adapta un cuento de Edgar Wallace titulado "The Ghost of John Hollling", aparecido originalmente en el "Saturday Evening Post" y más tarde recopilado en el volumen "The Steward" (El Camarero). William Nigh, que en la época muda era uno de los realizadores de planta de la MGM y que bajo la nueva era del sonoro había descendido al submundo de los estudios menores, rodaría ocho películas para la Monogram durante la temporada que nos ocupa ('34), a pesar de un presupuesto exiguo y de la regla imperante de resolver todo en menos de una hora para evitar que el espectador ni siquiera amagara con bostezar, maneja un buen ritmo y una combinación de diálogos de relleno con secuencias cómicas, escenas de misterio y dos o tres gotas de ciencia ficción, que brindan al producto resultante la dignidad del entretenimiento carente de pretensiones pero más que estimable, y claro, naturalmente, como adaptación de Wallace que es, la película va a estar llena de puertas secretas, figuras sombrías, asesinatos ingeniosos y personas que no son quienes parecen ser. Por cierto, de lo mejor un personaje cómico que es delicioso, la encantadora Granny Pritchard (Zeffie Tilbury), que es básicamente una niñera de clase alta a la que se le ha encargado el cuidado de un odioso nieto.

Como curiosidad indicar que William Nigh trabajó junto a Bela Lugosi en la serie de espías ambientada en la Segunda Guerra Mundial «Dragones negros» (1942), también con Boris Karloff, en la serie del detective chino Mr. Wong, en la película que nos ocupa los intérpretes son más desconocidos pero con una carrera amplia a sus espaldas, algunos de ellos desde el cine mudo como Gustav von Seyffertitz o Ralph Lewis, en general todos hacen un competente trabajo.

Interesante serie B de 1934 que mezcla con aceptable maestría el cine de intriga criminal, la trama de espionaje y alguna que otra gota de Ciencia-Ficción, sufre todos los problemas habituales de estas pequeñas producciones de serie B que hacía la Monogram: decorados pequeños y abarrotados, rodajes estáticos, guiones un poco confusos, pocos medios... pero con todo, sin duda una entretenida película.
Juan Marey
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8
7 de junio de 2024
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Biografía absorbente de una chica ambiciosa que busca la fama de Hollywood. El autor Paddy Chayefsky basó su historia en Marilyn Monroe y captura la tragedia de la Monroe en la vida real, con unas excelentes actuaciones de Kim Stanley y Lloyd Bridges, entre otros; está dividida en tres actos, y se centra en la descripción de la protagonista: de niña, de joven y convertida en una estrella de cine. Una película desafiante, un relato provocativo y desgarrador de los fracasos de la fama, una estupenda y muy singular cinta que ocupa un lugar especial a la hora de analizar la filmografía de Cromwell pero que durante largos años estuvo condenada al olvido.

Es una de las más singulares propuestas de lo que comúnmente se denomina “cine dentro del cine” y una de las más apasionantes y menos conocidas reflexiones que el cine ha planteado en torno al tema de la locura. Desde el primer momento llama la atención en la película una clara tendencia a la contención, evitando los estallidos melodramáticos para limitarse fundamentalmente a describir lo sucedido, con una gran fuerza en sus imágenes que no excluye el uso de planos largos, unido a ello, la fuerza de su poderoso y sombrío blanco y negro, que contribuye de manera destacada a la creación de una atmósfera asfixiante y opresiva, centrada primero en la delimitación de esa niña solitaria y carente de afecto familiar, que se convertirá en una joven rechazada por todos, hasta adquirir ya en esos años de adolescencia unas patologías neuróticas que se irán acrecentando con el paso del tiempo.

La actriz protagonista, una extraordinaria Kim Stanley, tuvo una carrera más que interesante aunque muy poco conocida, ya que la mayor parte de su trabajo se limitó al teatro y la televisión, sin embargo, en sus ocasionales apariciones cinematográficas demostró todas las habilidades y todo el talento que poseía, aquí demuestra toda su capacidad como actriz mostrándonos una admirable composición en la que sus inclinaciones teatrales no privan de una extraordinaria gama de matices.

Triste y dura en su fondo, admirablemente contenida en sus formas, centrada en la fuerza de su atmósfera y en la poderosa dirección de actores, esta obra puede ser considerada una de las películas más valiosas que el cine ha legado dentro de la incursión en los contornos de la locura, quizá una de las obras más personales y logradas de la filmografía de ese gran cineasta que fue John Cromwell, y una de las mejores obras del fértil periodo enmarcado por el cine yanqui de finales de los años 50. Un estudio punzante e inquisitivo de una estrella de cine neurótica, una película compleja que puede no ser la obra maestra poco elogiada que algunos creen que es, pero sí que es una excelente obra que va mucho más allá de los simples límites del típico drama social.
Juan Marey
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7
5 de junio de 2024
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“El bígamo” es una de las películas más conocidas y exitosas de Luciano Emmer, un director que supo interpretar como pocos el espíritu de una época, la Italia de los años cincuenta. El contexto sociocultural es el de una Italia en reconstrucción, la Italia de la posguerra, así, en una Roma completamente en obras, vemos como pasa a toda velocidad el surrealista coche de Mario De Santis, un comercial de productos de higiene bucal, la entrada en escena del protagonista se produce a lomos de este absurdo coche, que atraviesa todo un conglomerado de edificios en construcción, es el primer (y casi "único") elemento simbólico de toda la película: Mario pertenece a la emergente burguesía de la nueva Italia democrática, donde las oportunidades son infinitas y abundan las nuevas profesiones.

Luciano Emmer firma una comedia hilarante en donde se reencuentra con Sergio Amidei (asistido por el dúo Age y Scarpelli y un principiante llamado Francesco Rosi), guionista de su clásico “Domingo de agosto” (1950). Nos alejamos del naciente “neorrealismo rosa” para ahondar en una muy divertida comedia social en la que nos vamos a encontrar con el antes mencionado Mario De Santis (Marcello Mastroianni), un atractivo comercial y padre que verá su vida cotidiana trastornada cuando una mujer desconocida lo acusa de bigamia por un matrimonio contraído siete años antes, Mario niega rotundamente haber cometido tamaño crimen, pero mientras tanto entra y sale de prisión innumerables veces, mientras el caso crece exponencialmente. Todo un altísimo ejemplo de comedia que recrea con gran brillantez los mecanismos arquetípicos de la risa, desde la identidad equivocada hasta el slapstick más moderno. La brillantez de los diálogos y su velocidad son el claro resultado de un enorme trabajo en la fase de escritura y de encuentro con los actores, mientras la idea inicial se retuerce en una serpiente narrativa con mil giros impredecibles, prueba de ello es una de las secuencias más divertidas, situada más o menos en el centro de la historia: la típica aglomeración en el apartamento de Mario de todos los personajes uno tras otro, comprimidos en espacios estrechos debido a una cadena infinita de malentendidos y coincidencias, con puertas que se abren y cierran para ocultar o revelar a los personajes.

“El bigamo” nos ofrece además la oportunidad de disfrutar de un magnífico elenco de actores encabezado por un como siempre magnífico Marcello Mastroianni. Para Vittorio De Sica, un inolvidable abogado olvidadizo y fanfarrón, se le reservó un personaje secundario que va creciendo a lo largo de la película hasta culminar con la magistral secuencia previa al final del discurso en la sala del tribunal, un cuarto de hora de dominio interpretativo frente al cual resulta un arduo reto para cualquiera contener la risa durante más de un segundo. La caracterización de Franca Valeri es igualmente hilarante, está fantástica como esa desagradable y fea anciana particularmente maligna, por no hablar de un inolvidable Memmo Carotenuto con su irresistible mezquindad.

Toda una máquina de hacer reír que no es para nada ni vulgar ni banal, muy elegante en la dirección de los actores y en la construcción narrativa, capaz de cincelar finamente incluso a los personajes secundarios (Memmo Carotenuto mereció el “Nastro d'Argento” al mejor actor secundario). Agradable de principio a fin, una película con la que seguro vas a pasar un muy buen rato.
Juan Marey
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7
3 de junio de 2024
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El Mary Celeste es un barco que ha intrigado a marineros y entusiastas de la navegación durante más de un siglo, comenzó su vida con el nombre “Amazon” en 1861, pero su destino cambiaría con una serie de eventos inesperados, fue en 1868 cuando el capitán Benjamin Briggs lo adquirió y lo rebautizó como Mary Celeste. El 7 de noviembre de 1872, el Mary Celeste zarpa de Nueva York con rumbo a Génova, Italia, a bordo se encontraba el capitán Briggs, su esposa, su hija de dos años y una tripulación compuesta por siete marineros, su carga principal era alcohol industrial y otros productos comerciales, sin embargo, lo que sucedió a continuación ha desconcertado a historiadores y amantes del misterio durante generaciones. El 4 de diciembre de 1872, aproximadamente un mes después de su partida, el Mary Celeste fue descubierto en el Atlántico, a unas 400 millas al este de las Azores, lo sorprendente es que no se encontraba ni rastro de la tripulación ni de los pasajeros, pero lo más desconcertante era que el barco estaba en condiciones perfectas: velas parcialmente izadas, provisiones de comida y agua para meses, la carga de alcohol intacta y sin evidencia de lucha o daño estructural, las teorías sobre lo que pudo haber sucedido se multiplicaron, desde motines hasta ataques de calamares gigantes o secuestros extraterrestres, con el tiempo, algunas explicaciones más plausibles sugirieron fugas de gases peligrosos de la carga de alcohol o problemas de navegación, sin embargo, el misterio del Mary Celeste nunca se resolvió por completo, dejando atrás una intrigante leyenda que ha inspirado a generaciones de aventureros y aficionados a la historia marítima. Este film de Denison Clift propone una posible solución al enigma de entre las infinitas posibles, constituyó la segunda película de la recién creada Hammer Films y la primera de Béla Lugosi en suelo inglés.

El misterio y el suspense están presentes en todo momento en este relato, lo que queda claro es que Clift se divierte como nadie jugando al eterno juego del gato y el ratón con el espectador. Desde el mismo inicio del filme, de un modo nada sutil, ya se nos presentan a unos cuantos sospechosos con poderosos motivos para querer “aguar” la fiesta de Briggs y hacernos más amena la odisea del Mary Celeste: ¿Quién será el asesino? –si es que hay asesino– ¿Qué motivos tendrá? ¿Los despechados celos? ¿la venganza? ¿ la locura? ¿la abrumadora y esquizoide sensación de soledad inherente a los viajes marítimos? ¿O simplemente la maldad? Quizá todos los motivos sean válidos, pero Clift dirige nuestra atención hacia varios personajes, y todos ellos parecen tener alguna razón, aunque quizá “razón” no sea precisamente la palabra adecuada ya que, como ha quedado demostrado sobradamente a lo largo y ancho de la historia de la humanidad, la razón es algo que el hombre pierde con excesiva facilidad.

“The Mystery of the Mary Celeste” tiene poco o nada de ese cine fantástico tan característico de la Hammer, es un drama, con toques de suspense, un retrato de la terrible vida marítima, algo que se ve perfectamente reflejado en las reacciones de Sarah (la futura esposa del capitán) ante el brutal modo de vivir –si es que se puede llamar así– de los hombres de mar, una historia de fanatismo, de venganza. Por supuesto, no es una obra maestra, pero sí es una entretenida película y, aunque no sea una cinta de terror de las más estimables y recordadas de la Hammer, se merece todo mi respeto, porque, en cierto modo, abrió una senda, apuntó con el dedo el camino que debía tomar esta insigne productora británica, y sólo por eso ya es digna de admirar.
Juan Marey
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