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Críticas de Jinete nocturno
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Críticas 177
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
21 de enero de 2019
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quede claro que en un principio recibí la existencia de esta película con cierta hostilidad, por no decir mayúsculo cabreo. Tengo Suspiria, la original, y pese a sus evidentes imperfecciones, en mi altar cinéfilo. No hay películas como Suspiria ni volverá a haberlas. Es una rara avis, un experimento único en su especie: fascinante, arrebatadora, imposible… Un giro de tuerca que reinventa el expresionismo, lo marida con el giallo y lo adereza a partes iguales con las sutilezas del cuento de hadas y los excesos hemoglobínicos del incipiente slasher. Pura magia, puro arte. Un orgasmo para los sentidos. Así que la idea de que pudiera ser profanada con un remake, rehecha según los previsibles y estereotipados cánones del cine actual, me producía auténtico terror y algún sarpullido.

Más tarde, y según empecé a ver los inevitables teasers, mi hostilidad pasó a convertirse en prudente curiosidad: lo mostrado no pintaba mal del todo, había que reconocérselo. No; aquello no era lo que uno espera ver en un remake de Suspiria, ni remotamente, pero quizás por eso, porque parecía ser una relectura de pleno dispuesta a aportar algo nuevo, y sin embargo, parecía querer alejarse de completamente de los clichés del cine comercial y tener hasta una cierta pretensión artística, pensé que quizás podía merecer la pena.

Pues bien, ya está vista.

¿Y qué me ha parecido? Pues un casi… Pero no. Un corredor de maratón que tras liderar 42 kilómetros se cae en la meta; uno de esos videos BDSM en el que una dominatrix golpea en las pelotas con un martillo al tipo justo antes de que eyacule.

En efecto, el arranque del film es espléndido, deslumbrante, espectacular. A su modo, tan fascinante e insano como lo era en el film original. Frente al mundo deliberadamente naif, casi onírico de Argento, Luca Guadagnino nos traslada al Berlín de las postrimerías de la guerra fría; a aquella Alemania de finales de los setenta triste, gris, convulsa, a su modo también onírica, dominada por el hormigón y el vinilo. Concretamente, al Berlín occidental azotado a partes iguales por las acciones terroristas de la RAF y la guerra sucia del Estado. Esta atmosfera, en comunión con un buen puñado de aciertos estéticos y el inteligente modo en el que se presenta la historia, en apariencia mucho más enfocada en thriller cuasi-policiaco que en el terror, da un resultado inmejorable: debo reconocer que me ha atrapado y que tras cinco minutos, estaba dispuesto a rendirme a la película.

Todo (o casi todo) durante los primeros minutos del film pinta fabuloso, increíblemente prometedor. El ritmo agradablemente lento, contemplativo; las interpretaciones; la forma en la que se presentan los personajes, el trasfondo político; el evidente subtexto… Incluso en ambiente de la academia Tanz. ¿Qué decir? Qué maravillosamente insano resulta todo, con ese evidente elemento lésbico que lo sobrevuela todo; un gran gineceo, casi un serrallo, en el que todas esas mujeres conviven; la forma dulce, aterciopelada, y precisamente por ello terrorífica, en la que Madame Blanc impone su autoridad… Por no hablar de la primera muerte: impactante, de un sadismo a la altura del mismísimo Argento...

Solo cierto aire pretensioso en la construcción de los planos y el alarmante empeño en sobrexplicar lo que está ocurriendo hacen que el conjunto pierda cierta solidez. Pero, en ese punto, uno piensa: “Son defectos menores que no pueden arruinar la película”.

Pues sí, pueden.

Lamentándolo mucho, y pasada esa hora inicial, la película empieza a hacer aguas hasta acabar naufragando completamente. Argento no es precisamente sutil. A la hora de mostrar violencia explicita, no, desde luego. Pero posee una capacidad de sugerencia, de crear sensaciones y sembrar ideas, que Guadagnino no puede ni tan siquiera soñar. Lo que en Argento es erotismo, aquí es porno chusco. Guadagnino lo muestra todo: lo que debe ser mostrado y lo que no. No deja nada a la imaginación del espectador, todo es explícito. Incluso, de manera incomprensible, se permite mostrarnos a las brujas debatiendo sus planes en plan asamblea de Podemos en varias ocasiones (con los hilarantes resultados que cabe esperar). Por supuesto, el efecto de eso es que, pasado un punto, la película fracasa completamente como película de terror.

Pero si para cuando esto ocurre el film amenaza con acabar reposando con el Titanic, ni te cuento ya su último acto (muy al estilo Lars Von Trier, la película se estructura en 6 partes oactos): Válgame Dios, qué espanto, que horror… Y no, no lo digo por la desmesurada –al borde de la comedia involuntaria- cantidad de gore mostrada en pantalla. Lo digo por la lisérgica y completamente surrealista secuencia. Sinceramente, ni siquiera tengo claro si pretendía ser cómico o es en serio.

Tras ella, un epilogo. Por fortuna, este ayuda a quitar en parte el mal sabor de boca, pero tampoco hace milagros.
Lo dicho, irregular y completamente descompensada, que claramente va de más a menos, desde la excelencia a lo absurdo.

Lo mejor:
-La ambientación histórica. Ese Berlín decadente.
-Las interpretaciones.
-El aire putrido de a primera hora.
Lo peor:
-Ese aborto de final digno de los Monty Pyton
Jinete nocturno
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4
5 de octubre de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Queréis oír una verdad incómoda? Pues os jodéis, a esta invita la casa: la gente no premia lo excelente, lo verdaderamente grande o sofisticado, sino a aquello que encaja con sus estándares de mediocridad. Dicho de manera más sencilla, y aplicado al mundillo del cine, aquello que puede entender con un mínimo y no le exige mucho más. Ojo, no se trata de presentarlo todo mascado, hay que “currárselo”. El cineasta que aspire al éxito debe ser capaz de vestir sus estúpidos lugares comunes con la dosis suficiente de pretensión como para que el Homer Simpson de la sala necesite rascarse un poco la cabeza y, llegado el momento, se diga sonriente: “Ah, de eso va la peli. Qué listo soy, y que brillante el director este, que ha sabido retar mi inteligencia. Le pongo un diez, obra maestra”. Es el reputado método Nolan: cubrir lo ya narrativamente sobre-explicado con toneladas de pretensión vacua y experimentación formal para que parezca algo “complejo” y “molón”.

Pues bien. Os cuento esto porque solo eso, su grosera mediocridad cargada de pretensión, explica cómo este torpe y soporífero pestiño recibió en su momento tantas y tantas críticas positivas: a la gente le gusto porque, de tan obvia y mascada, la entendieron sin grandes problemas. O a lo mejor por lo contrario; porque no la entendieron en absoluto. Vete tú a saber...

Vayamos al grano: La película es un completo desastre a nivel tanto de guion como de ritmo, de principio a fin. Un patético quiero y no puedo que dura una eteeeerna hora y media. O no llega -los primeros cuarenta minutos, además de soporíferos e insufribles, son un canto al infanticidio; en mi puta vida he visto un niño tan odioso- o se pasa -la última media hora es tan excesiva y exagerada que uno solo queda sonreír cínicamente a la pantalla-. ¿Sutileza?: ¿qué es eso? ¿Atmosfera?: ¿para qué? ¿Trampas de guion?: las que quieras y más. ¿Efectismo?: dos tazas. ¿Psicoanalisis low cost?: con un vaso moloko plus fresquito, porfa.

Uno se sienta a ver la película y, cinco minutos después, ya sabe dos cosas. La primera es que deseas ver al chiquito agonizar. La segunda, y ahí está su fracaso como película, TODO lo que va a suceder en la siguiente hora y media. Y no, no es porque sea un portento nivel Pablo Casado. Ni siquiera por las tropecientasmil películas de género que llevo vistas, qué va. Es porque TODO está mascado, predigerido y deglutido en la boca del espectador: en plan pájaro alimentando a sus polluelos. ¿Será que tengo cara de gilipollas, que me lo muestran de tres maneras distintas? No hay un ápice de sutileza, de ambigüedad. Solo le ha faltado meter flechas intermitentes en pantalla apuntando. “Ojo, que la prota escribía cuentos infantiles”. “Ojo, que esta trumada”.

A la hora de narrar terror, hay dos caminos, solo dos. El primero es decantarse claramente por explicitar un elemento sobrenatural: dejar claro al espectador que la amenaza es exterior y objetiva: un fantasma, un alien, vampiros, zombies… El otro, a mi juicio mucho más interesante y difícil de hacer, es dejar ese elemento en la ambigüedad: sembrar la duda de hasta qué punto esa amenaza es real o surge de la mente transtornada del protagonista. Ejemplo de libro, El Resplandor: ¿Hay fantasmas realmente en el Overlook? ¿Es la sugestión y el aislamiento lo que vuelve loco a Jack Torrance? ¿Ambas cosas? Pues bien, Babadook juega a lo primero cuarenta minutos para, ciscándose en sus propias reglas, intentar girar 180 grados en su segunda mitad. Pero lo patético es que ha sido tan torpe dejando las miguitas de pan que no hay ambigüedad posible: es obvio que estamos ante una loca del coño, punto. No hay misterio ni espacio a la duda. Todo el elemento de amenaza desaparece. Por tanto, da igual lo inquietante que sea la figura del Babadook de los cojones: no te lo crees. Y si a eso le unimos el tono de casposa pretensión y las metáforas pseudointelectuales a lo Lars von Trier de saldo… Por Dios, que acabe ya.

Lo dicho: una torpe, muy torpe, extremadamente torpe, película de no-terror, no-suspense y no-miedo. De lo más decepcionante que he visto en años. Un coñazo. Mi dedo medio solitario y erecto a los que, en su momento, la pusieron por las nubes.
Jinete nocturno
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4
12 de agosto de 2018
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Últimamente, tiendo a sobreextenderme en las críticas. A ver si, aprovechando la completa irrelevancia de esta película, contengo la diarrea verbal y acabo rápido. Al grano:

Película floja, insulsa, torpona, que deja el mismo regusto que una pizza precocinada que alguien se hubiera olvidado dos días sobre el sofá de cuero del salón. Quizás no exactamente previsible en su resolución, pero eso, mucho me temo, no lo hace necesariamente buena: si me voy a la puerta de un jardín de infancia y le enseño el pene a una niña mientras tarareo el himno del PP, no sería un comportamiento “previsible”, pero tampoco especialmente loable. Y aquí pasa lo mismo: donde innova...Casi mejor que no lo hubiera hecho.

Te explico lo que te vas a encontrar, luego no me llores: un refrito mal aderezado; algo que ya has visto antes mucho mejor hecho y con más estilo y garra. Todo huele a rancio, a pan de hace tres días con una capa verde un tanto sospechosa por encima. Quizás un profano del género, alguien no especialmente amante del terror, pueda disfrutarla, pero si eres moderadamente cinéfago y le echas un vistazo a lo que va vomitando el género periódicamente… Puff. Qué sensación de deja-vu, qué hastío tan grande ante lo completamente previsible (salvo cuando cae en el absurdo y en el “es así porque sí”).

Te hago spoiler sin hacer ni un spoiler. ¿Que no? Sujétame el cubata: los primeros veinte minutos son, cambiando tías por tíos, igualitos a los de The Descent: grupo de amigos, trauma, viaje potencialmente peligroso de intención catártica... La diferencia puramente circunstancial: en lugar de irse a hacer espeleología a los Apalaches se van a hacer senderismo a Suecia (¿O es Noruega? Parezco Mac Ready en La Cosa, coño). Luego llega el primer giro, y nuestros protas se las arreglan para perderse en un bosque de cinco kilómetros de ancho. A partir de ahí, los siguientes cincuenta minutos, el director te regala una versión “Asylum” de La Bruja de Blair: tarados dando vueltas en círculos, la misma “amenaza invisible” que acecha, los mismos “signos raros” en los árboles… Un puto coñazo. Cero ritmo, cero diversión, cero tensión… Segundo giro: pasamos de golpe a una versión “Troma” de The Wicker man (Incluso peor que la de Nick Cage), solo que con un dios “ciervo”/wendigo dando vueltas y haciendo cosas de dioses chungos que quieren dar mal rollo, cosa que no lo consigue. Por fin, acaba. De nuevo, muy al estilo “The Descent”. En efecto, las "metáforas" y dobles lecturas (obvias hasta lo grosero) que deja esta película son, en esencia, las mismas que las de aquella.

Bueno, pues ya está, esa es peli. ¿Recomendable? Sinceramente, no. Está bien actuada y decentemente rodada, sí... pero resulta previsible y bastante aburrida. No aporta nada al género. Incluso en la Serie B más casposa, puedes encontrar medio millar de títulos que, al menos, divierten mínimamente. Olvidable y ya casi olvidada.

Next. Me voy a buscar la gabardina.
Jinete nocturno
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8
28 de julio de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes que nada, y por más pesados que se te hagan los subtítulos, no se te ocurra ver esta película en otra versión que no sea la original. El doblaje es cáncer.
-----------
Voy directo al grano: esperaba un telefílm sensiblero, y, contra pronóstico, me he encontrado con un film sobrio, sutil y extremadamente inteligente: capaz de meterte en la piel de sus personajes y que hace algo realmente meritorio: combinar la más hilarante comedia con un tono general de amargura. Muy recomendable.

Leo por aquí comparaciones con ‘Leaving Las vegas’ y ‘Días de vino y rosas’: por supuesto, para concluir que esta película es una mierda. Hombre, ya. Hasta ahí llegamos... Pero lamento decir que la comparación, además de injusta, es una gilipollez. Las citadas NO SON películas sobre el alcoholismo, sino sobre la pulsión de autodestrucción: sus personajes no están jodidos porque beban, sino que beben porque desean estar jodidos. Smashed, en cambio, si lo es. De hecho, es lo que Lynch llamaría una straight story: una idea directa, sencilla, sin grandes pretensiones; la historia de una chica corriente que, tras descubrir un día que se convertido en una alcohólica, trata de redimirse y rehacer su vida. Por tanto, no hay comparación posible.

Pero vayamos ya a la gran baza de la película que es, al mismo tiempo, su gran problema: Mary Elisabeth Winstead.

Esto no es Sálvame, así que no voy a especular con la clase de relación que unía a Ponsoldt (director/guionista) con Winstead, pero hay algo evidente: esta es una película hecha desde la fascinación absoluta y para su TOTAL lucimiento. En efecto, el autor parece haber construido su película y el personaje de Kate alrededor de Winstead y no al revés. Y que se me entienda, es el papel de su vida: está maravillosa: ríes con ella, lloras con ella, y, porque no decirlo, acabas irremisiblemente enamorándote de ella antes del minuto 30... De la actriz, no de su FALSARIO personaje: ESE ES EL PROBLEMA. Y es que lo que vemos en pantalla no es una alcohólica, sino a una espléndida actriz demostrándonos hasta qué punto podría llegar a resultar buena haciendo de alcohólica. Metacine involuntario.

En efecto, hay un problema grave de coherencia. Kate resulta ser un personaje tramposo y escrito con demasiado mimo: demasiado lúcido y "sobrio", con demasiado encanto. Pensado para que resulte imposible no empatizar con él. Lleva un cartelito con "achúchame" en la frente. Y eso, precisamente, lo hace inverosímil.

Un ejemplo: justo al principio de la película, Kate despierta tras una noche de borrachera con una resaca de caballo. Resulta que descubrimos que es maestra de infantil. Pues en lugar de mostrarnos lo previsible, el espectáculo patético de una mujer "drogi" tratando de vérselas con una veintena de críos aullando, se nos muestra a una chica divertida, dulce, encantadora hasta decir basta y llena de energía. Algo falla.

Por desgracia, todos los que nos la hemos visto con un alcohólico sabemos hasta qué punto pueden resultar odiosos, patéticos y autodestructivos. Aquí tal cosa nunca llega a mostrarse en toda su crudeza. El guion siempre se encarga de suavizar las situaciones más “chungas” lanzando un oportuno salvavidas en forma de humor (no vaya a ser que por un segundo dejemos de babear por ella). Así que jamás tenemos la impresión de estar viendo a un verdadero alcohólico. Más bien a una buena chica, dulzona y guapetona, un poco perdida.

A pesar de lo dicho, me reitero en que estamos ante un film muy recomendable: una curiosa e inteligente mezcla de comedia y drama que deja un magnifico y algo tristón sabor de boca.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jinete nocturno
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1
27 de julio de 2018
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo cuarenta tacos y varios miles de películas de terror a mis espaldas (no, no es un decir). No me molesta la sangre, no me inquieta la víscera, y el gore me deja frío a estas alturas. Disfruto sin despeinarme del cine de Fulci, o de salvajadas como el Antropophagus de D’Amato, en el que el protagonista se acaba comiendo sus propios intestinos. Incluso films como Audition o Hostel me parecen sumamente disfrutables: las considero películas de género muy válidas: con un guion, un sentido narrativo y su moraleja (torcida).

Pero si hay algo que me repugna es la pornografía de la violencia, la acumulación de sadismo gratuito por el simple hecho de conseguir un minuto de gloria. Ya me entendéis: típico director sin talento que decide grabar algo truculento y perturbador porque sí, porque es mucho más fácil ganar cierta fama siendo "transgresor" que sentarse y escribir un guion de verdad. Pues bien, ese el caso de este insigne soplapollas llamado Pascal Laugier, un tarado que, tras fracasar ESTREPITOSAMENTE es su ópera prima, podría haber meado en un vaso y bebérselo, pero, en lugar de eso, decidió recrearse durante cuarenta minutos en la tortura de una chica inocente y llamarlo "cine". Yo lo llamo porno.

Aclaremos que la película tiene dos actos. ¿Por qué? Sencillo. Lo que este vendeburras quería mostrar (la tortura) no daba para un largo, y algo había que improvisar como puente. En esencia, el primero consiste en una loca del coño matando a gente. Oye, todo muy misterioso. ¿Qué apasionante "enigma" habrá tras esta chica atormentada que va por ahi a escopetazo limpio? Spoiler: NINGUNO que merezca ser contado. Pasan los minutos de hastío y sopor, y llega el momento del "Hola, Pascal. Mi tiempo es valioso, ¿vamos a ir a parar a alguna parte?".

Pues sí… Por desgracia, íbamos. Cuarenta minutos de sadismo y tortura gratuita a una muchacha inocente, prolongada durante semanas, con el fin deliberado de hacerla enloquecer de puro dolor y desesperación. Sí; rodar esto, por lo visto, es legal. Puro sensacionalismo. Peor aún: la pseudojustificación de los torturadores casi sugiere que merecía la pena. Torturacefa: el juego educativo de estas navidades. Y no, esto no es comparable a otras películas del torture-porn. Hostel muestra escenas brutales , pero al menos hay un alivio moral para el espectador: los “malos” pagan (de maneras agradablemente terribles) y ¿sabéis qué? La historia tiene puto sentido, está trabajada. Con su punto de sátira, sus dobles lecturas, su subtexto... En definitiva, tiene una cosa revolucionaria, atentos: GUION. Ojo; de verdad, no contar mierdas de sectas que no se cree nadie.

¿Qué “lecturas” nos deja Martyrs? Ninguna. ¿Qué enseñanza moral no es deja “Martyrs”? Ninguna. ¿Qué aporta estéticamente “Martyrs”? Nada. ¿A quién puede gustar? Pues... No sé. Supongo que a Ted Bundy, a John Gacy... Como película, el guión es basura irrisoria; los dos giros son artificiosos y tramposos. Y la puesta en escena me le follo yo con la cámara del móvil. No hay nada, señores. Esto no es verdadero cine, repito. Hostel o Audition son películas con escenas de tortura; esto es una sesión de tortura queriendo ser película.

Si se miran las críticas profesionales, todas, sin apenas excepción, la ponen a parir, criticando lo obvio: es un festival de violencia gratuita. Lees la nota media aquí y… Un 6.5. ¿En serio? ¿Cuántos esnobs pululan por aquí dispuestos a machacársela con cualquier mierda que combine diálogos en francés con el "Joder, qué fuerte, tío"?
Jinete nocturno
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