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Críticas de Mesonikis
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Críticas 39
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
6 de diciembre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí. Ojalá que un día, al acostarme, un ruido que al principio creyese relacionar con el camión de la basura fuese, en realidad, el de una nave extraterrestre. Y ojalá que, sin apenas darme cuenta, hubiera sido arrebatado en cuerpo y alma por estos seres de otra galaxia. Y al despertar, otra vez en mi cama, decidiese ver una película de más de dos horas donde una pulcra recreación histórica, una buena interpretación, unas escenas bélicas espectaculares y creíbles me hiciesen disfrutar y viajar en el tiempo a la Rusia de 1916 a 1919, la de la caída del zarismo y del inicio de la Unión Soviética.
Pero no: las abducciones no son un fenómeno que se dé con la misma frecuencia que los viajes del IMSERSO y mis pies y mi cabeza están lo suficientemente agarrados a esta tierra como para darme cuenta de que esas dos horas no son otra cosa que una especie de panfleto blanco en el que la Revolución de Octubre fue la excusa para asesinar inocentes zaristas a los que no se podía reprochar otra cosa que, simplemente, maltratar al pueblo llano y matarlo de hambre o a latigazos con su nagaika (látigo cosaco).
Por lo tanto, y para ser neutral, tengo que añadir que El Almirante es una película bien interpretada, bien realizada y, por supuesto, entretenida ya que sus ciento veinte tres minutos transcurren en un suspiro gracias a sus escenas de guerra impecablemente logradas. Pero, insisto: es un auténtico libelo hecho de celuloide cuyo único propósito es echar por tierra la Revolución de 1917 y barrer bajo la alfombra del olvido los crímenes del régimen zarista.
Mesonikis
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6
13 de noviembre de 2016
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero no: al contrario de la canción de Burning, ni el MOVA (acróstico de Molibdeno Vanadio, acero con el que se fabrican hoy en día la mayoría de cuchillos, como el de esta película) es fatal por ser malo ni tampoco la película. Pero no tiremos cohetes pensando que han inventado la pólvora, ni el acero, nunca mejor dicho, pues se trata de la típica caza del hombre por el hombre a lo Rambo, me refiero al wéstern, en el marco de una historia, una más de venganzas, y van miles de millones, que se va desenmarañando como un ovillo de lana hasta llegar al final mostrándonos quién es quién y con elementos surrealistas que no quiero desvelar por eso de los spoilers.
En definitiva, un Pierce Brosnan y un Liam Neeson correctos cuyas interpretaciones no hacen sombra al verdadero protagonista de esta historia: un cuchillo de caza español que se luce en cada fotograma como la mismísima Marilyn Monroe en Con faldas y a lo loco. Sin embargo, y por poner algún pero, con todo lo bonito que es el acero, y con el placer que nos causa que los yanquis se acuerden de nosotros y de nuestros productos en su industria cinematográfica, la verdad: está tan fuera de lugar por su diseño y, sobre todo, por no ser de acero al carbono, como eran todos los cuchillos en 1870, como un Smartphone en una de romanos. Y es que, señores directores, aunque me haga un poco pesado con aquello de los anacronismos no me cansaré de repetirlo: Por favor, tengan un poquito de cuidado con sus estribos, que cantan mucho en sus pelis de romanos, pero también con sus pinchos, que chirrían que da grima en sus pelis del oeste.
Mesonikis
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1
9 de noviembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
—¿Qué tal andas de muecas? —le pregunté a una vecina mía— Verás, es que quiero rodar una película con la cámara de vídeo de mi cuñado,— en aquella época todavía no había móviles que grabasen vídeo— y necesito actrices. Se trata de algo así como un documental sobre cigalas, centollos, nécoras…
Y la cara de mi vecina se iluminó al oír aquella relación de crustáceos mientras se relamía los labios pensando en su participación en mi proyecto.
—Pero verás, hay un pequeño inconveniente: que estoy un poco tieso y, naturalmente, no va a ver nada de marisco en la película. Te explico: tú tendrías que poner los deditos así, formando el símbolo de okey, poner morritos con los ojos entornados… exactamente, así mismo: como si estuvieras enamorada de lo que te estás comiendo; y yo, yo te grabaría… desde esta distancia, bien cerca, cogiéndote toda la cara. ¿Lo ves?
Y yo le enseñé un par de planos que le había grabado en blanco y negro, con poca luz y con mucho, mucho movimiento.
—Por cierto, como estoy absolutamente seguro de que esto va a ser un éxito, ¿podré contar contigo para la próxima película? Será una historia sobre unos chavales que se pierden, bueno que van a un bosque, porque todavía no sé ni que van a hacer allí, y que hablan… hablan de… bueno, lo importante es que no se va a saber ni de qué van a hablar. Pero, el caso: se asustan, y tampoco se sabe de qué. Tú lo único que tendrías que hacer es poner cara de susto…, sí, así, mientras yo te grabo igual: de cerca, con poquita luz y moviendo la cámara.
Mesonikis
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10
4 de noviembre de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unas semanas escribí un relato en el que el protagonista era un tipo de mirada dura, pero también melancólica. Y, claro, el parecido con Humphrey era poco menos que inevitable. Por eso decidí ver Casablanca, en parte para revisar mi creación, pero también por curiosidad y para recrearme con el origen de mi inspiración. Pero al igual que sucede con esas obras que todos hemos visto, oído o contemplado más de mil veces o, para ser más concretos, que nos causan esa sensación, aunque no lo hayamos hecho nunca, decidí motivarme para salvar esa pereza de volver a andar otra vez lo mil veces andado.
Así que entré en esta web y leí las críticas respecto a este título. Pero no reparé ni diez segundos sobre aquellas que describían la obra de Michael Curtiz como algo sublime, un alarde de fotografía, de interpretación así como el guión mejor escrito de toda la historia del séptimo arte dotada de una banda sonora que todos hemos tarareado alguna vez que otra, no. Me fui directamente a aquellas que definían esta producción como un aberrante bodrio acartonado, inexpresivo y plagado de tópicos. Y para profundizar en mi búsqueda, fui aún más allá: me fijé en los perfiles de estos críticos y también en las obras que situaban en las antípodas de Casablanca. Y entonces no solo empecé a ver claro, sino que encontré lo que buscaba.
Casablanca es una basura sobrevalorada, pero dos horas o dos y cuarenta minutos donde la hemoglobina artificial y los “joder tío” se reparten el protagonismo a partes iguales son obras maestras, llámense “Kill Bill” o “Reservoir Dogs”. Y, la verdad, no discrepo con estos críticos en cuanto a que ambos títulos son divertidos y entretenidos. Pero, francamente, alguien tan aburrido y poco interesante como yo prefiere recrearse en la intimidad de una velada de cine nocturna con la compleja personalidad de un Rick, que trata de huir de sí mismo bajo el disfraz de su cinismo y su dureza, aun siendo un sentimental y un buenazo, que con los golpes de katana y las patadas de una Uma Thurman desquiciada y frenética.
En fin, detractores del Rick’s Café y de su dueño así como de esa, para ustedes, glacial Ilsa, quédense con su kung fú y sus shuriken, porque para alguien tan raro y gris como yo siempre quedará París.
Mesonikis
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7
7 de octubre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comencé a verla, y de inmediato, tuve la impresión de que cumplía fielmente su propósito: entretener y suscitar el interés del espectador respecto a la figura de este santo y filósofo. Y no fue solo una sensación, ya que pese a su larga duración, los tiempos muertos brillan por su ausencia.
Sin embargo, pues en todo hay un pero, Agustín incurre en el mismo error que Atila o cualquier otra miniserie ambientada en el declive del Imperio Romano: los uniformes y el armamento de los legionarios. Como si cuatrocientos años no fuesen nada, los scutums (escudos), los pilums (jabalinas utilizadas por los legionarios) o los gladius (las características espadas de los siglos I al III) seguían pertrechando a un ejército que parecía sacado de alguna serie sobre viajes en el tiempo. Un error del que ni el mismo Amenábar se libró en su celebérrima Ágora: pasar por alto que la Roma que se inmortalizó en la Columna Trajana ya no existía en el siglo V de nuestra era, porque era el principio de la Edad Media.
Tal vez para la gran mayoría de espectadores, ese anacronismo, esa discordancia tendrá una importancia relativa, o incluso carecerá de ella. Pero no se puede negar que, precisamente, uno de los principales alicientes de estas series y películas es el de crearnos la ilusión de viajar a través del tiempo. Una quimera que pierde toda su consistencia cuando la falta de asesoramiento histórico nos despierta de esa ensoñación para demostrarnos que ese fantástico viaje no ha sido al pasado sino a un presente donde quieren tomarnos por tontos.
Mesonikis
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