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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2,222
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
DearS (Serie de TV)
SerieAnimación
Japón2004
5.4
112
Animación
3
24 de febrero de 2017
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Clásica historia romántica. La bella y la bestia.
En este caso la bestia es un idiota que pasa más mal que bien su vida escolar mientras que la bella, y es lo extraño de todo este asunto, acaba de llegar del Espacio Exterior. ¿Qué clase de amor surgirá de esta unión?

Pues poco antes de alcanzar una fama notable gracias a "Rozen Maiden", el dúo de artistas Shibuko Ebara y Banri Sendo, conocidas como Peach-Pit, logra poner a la venta su primer trabajo de larga duración gracias a la editorial Media Works, desde principios de 2.002 hasta 2.005, generando una impresión en el público adolescente, al cual va dirigido, que varía entre el fanatismo pasajero y la indiferencia más absoluta; no hubo término medio con "DearS". Tal vez ese fuera el motivo de estrenarse una adaptación animada cuando aún estaba en plena publicación de su 5.º volumen: la pura promoción del manga.
Ésta se le encarga a Suzuki Hajime, veterano director de animación acostumbrado a las series "shonen" de aventuras y fantasía con toques de comedia cuya obra más notable hasta el momento es la saga "Maze". La premisa de "DearS", sin embargo, no despierta una reacción de interés, más bien una de sospecha, desde su primer episodio, desde el mismo instante en que de manera fortuita se encuentran los antes mencionados Takeya y la alienígena Ren, siendo él ese típico estudiante cascarrabias con poco éxito en las relaciones y ella ese típico ser no humano que trastocará la vida del anterior al tiempo que aprende sobre el lugar en el que acaba de "aparecer".

El lugar es una sociedad nipona alternativa en la cual una raza extraterrestre llegada del planeta Thanatos han aprendido a convivir con los humanos. Ebara y Sendo plantean así el lado civilizado y amable de aquellos Oni nacidos del clásico de Rumiko Takahashi "Uruse Yatsura!", cuya influencia fue más que evidente para las mangakas (en su versión animada, para más inri, participó Hajime como asistente y encargado de los storyboards...); la conquista y el conflicto da paso a la fraternidad y el pacifismo y la pareja de Ataru y Lum, tocada por la depravación, la violencia, la competencia y los celos, se convierte en una relación sumisa de "maestro" y "esclavo".
Este detalle aumenta la sensación de "déjà-vu" pues plagia con todo el descaro a los Hideki y Chii de "Chobits" y el mismo concepto de servidumbre eterno expuesto de mejor manera por su grupo de creadoras CLAMP. Lo único que hacen las Peach-Pit es aumentar la carga humorística, elevándola al puro absurdo, y con ello el erotismo enfocado al público masculino, tanto que cuesta creer que la obra original haya sido ideada por mujeres; el anime no se distancia casi nada de ésta, aunque se detendrá cuando la historia aún tiene muchos personajes y subtramas que presentar...

En ella Takeya vive el infierno del "harem" no deseado, es decir, el tener que verse rodeado de mujeres que más que complacerle atentan contra su vida cotidiana; se encargan de ello unos personajes secundarios imaginados para despertar no la simpatía del espectador, sino la rabia asesina. Por supuesto éstos obedecen todos los clichés imaginables del "shojo", desde la amiga de la infancia y vecina que siempre se mete donde no la llaman (Neneko) hasta la hermana chillona con afición por los golpes (Natsuki) o la profesora pervertida que todos ignoran (Mitsuka), y que en este caso logra traspasar los límites de la incredulidad.
Incredulidad, vergüenza ajena e irritación, más bien, es a lo que llega el humor descerebrado de "DearS" y sus repetitivas situaciones, que nada mejoran al personarse la protagonista en el instituto de Takeya y ser más tarde admitida como alumna (idea que, sin embargo, luego sería muy copiada en este tipo de historias). Aun así es difícil tomarla como protagonista. Ren está siempre presente, pero la nula relación entre ella y su huésped la relega a una secundaria sin profundidad dramática ni una función fija; esto lo adquiere inesperadamente otra alienígena, Miu (la vanidosa y quejica que tampoco puede faltar).

Gracias a ella y su pasado trágico podemos conocer la amarga naturaleza de esta raza alienígena, cuyos miembros son producidos en cadena como máquinas y sin voluntad propia, ni un auténtico sentido de vivir, salvo el proporcionado por otro, el "sirviente" del que precisan para ser útiles. De nuevo, igual que en "Chobits", una evidente alusión al papel de la esposa tradicional en la sociedad japonesa, mientras se lanza una mirada mordaz a su cínica acogida de lo extranjero: es aceptable siempre que resulte complaciente o atractivo (como vemos, las extraterrestres encargadas de relacionarse con los humanos son mujeres jóvenes y físicamente perfectas).
De fondo algo de intriga (tampoco mucha) proporcionada por la cacería que emprenden los altos mandos de los nativos de Thanatos contra Ren, ya que se considera un "modelo defectuoso", situación idéntica a la vivida en "Chobits"; no obstante Chii gozaba de un protagonismo que jamás se le concede a Ren, quien queda en la trama como querrían los mismos personajes de la serie: como mero artificio, muñeca o monstruo de feria que admirar, bella y complaciente, y su evolución emocional no es tan emotiva como la del robot de coletas rubias. Al menos no lo será en el anime...

Unos cuantos secundarios más esparcidos aquí y allá con ganas de atención que no tendrán terminan de redondear la falta de coherencia de este producto el cual ya es difícil que pocos o nadie recuerden, pese a ser lanzado un videojuego casi al mismo tiempo.
Las Peach-Pit deben agradecer a obras posteriores como "Zombie-Loan" o la nombrada "Rozen Maiden", que las ayudaron a ser consideradas algo más que las mediocres plagiadoras de Takahashi y CLAMP...
Chris Jiménez
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5
23 de febrero de 2017
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Morboso "thriller" de suspense con ese toque de cine negro de los '80 y ese erotismo que, claramente, se quiso introducir en films del estilo a raíz del exitazo de Verhoeven "Instinto Básico".
La cosa no quedó tan bien como aquella, pero lo cierto es que merece la pena echar un vistazo a esta película que pega algunos giros y sorpresas que ya quisieran otros "thrillers"

Jeff Fahey está genial, Bo Derek sorprendente, y repelente por ambas partes, como las clásicas "femme fatale", y el mejor, por supuesto, es ese titán que responde al nombre de Robert Mitchum como el sagaz e infalible abogado del protagonista, y que tiene una de esas frases de película que no se olvidan: "según mi experiencia, cuando hay mujeres de por medio, te pueden condenar por cualquier cosa".
Chris Jiménez
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5
23 de febrero de 2017
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A mitad de década proliferaban enormemente las películas de acción con tufo reaccionario gracias al sentimiento que la política de Ronald Reagan había impregnado desde la Casa Blanca en la sociedad y cada vez más centradas en la ultraviolencia y en el castigo del crimen por la vía de la fuerza bruta.

Pero pese a que era el momento de tipos tan duros como Norris, Bronson, Dudikoff o el todopoderoso Stallone (incluso había damas de hierro al estilo de Cynthia Rothrock) ninguno logró la aceptación de Schwarzenegger. El austríaco, convertido en icono gracias a sus papeles de Conan y T-800, poseía algo que los demás no: carisma, una actitud afable y total entrega en sus proyectos que le venían de maravilla para explotar su imagen; nadie más podía encarnar al protagonista del guión un tanto manido de Joseph Loeb que pasó por decenas de reescrituras y vuelto a componer por el buen Steven DeSouza, y del cual se encargó un cineasta hoy de culto para muchos, Mark Lester, en la cúspide de su carrera tras el relativo éxito de la adaptación de "Fire Starter".
El inicio de "Commando" es lo que esperaríamos de esa mezcla de elementos más la presencia de Joel Silver en la producción. No esperen ver un comienzo como éste en el cine actual, donde la violencia se sirve directa, sin justificación, sin compasión y además a plena luz del día, cuando unos tiparracos (Bill Duke a la cabeza, el gran Duke) se dedican a asesinar a otros pobres diablos por toda la ciudad, invitando ya a nuestras neuronas a ponerse en punto muerto para disfrutar de la incongruencia en su estado más riguroso; muy lejos de allí, una mole de carne y bíceps de 200 kilos carga con árboles como almohadas de plumón. Pero este Schwarzenegger nos sorprende al ejercer de padre y, por ende, de ser humano.

Lester dijo, muy acertado, que esta fue la primera película donde el actor pudo exponer su carisma sin restricciones y su facilidad para ganarse la simpatía del público; en su rol de Matrix le vemos ponerse en la piel de lo que habría de llamarse el "héroe de los '80", ese individuo defensor de su propia ley, duro e implacable, que mata y luego pregunta, pero a la vez simpático, frágil y sensible, ya que la diferencia con otros de sus coetáneos del cine de acción es que la cruzada de venganza que va a emprender no es por patriotismo, por el Gobierno de su país o de otro, sino para rescatar a su hija Jennifer (de las garras de unos mercenarios que colaboran con un terrible dictador para restaurar su corrupto gobierno).
Bueno, el sentimiento "reaganiano" está ahí, lo queramos o no, pero es un cuchillo sobre la garganta de la pequeña Alyssa Milano (a quien conocimos durante unas escenas de introducción realmente tiernas que cuestan muchísimo creer) lo que dispara las ansias del protagonista de arrasar a todo bicho viviente que se cruce en su camino hasta volver a tener a su vástaga en sus bíceps. Hay un límite de tiempo pero si el espectador conoce a Schwarzenegger sabrá que cumplirá su misión; lo importante es el cómo se desarrolla la cacería, desafiando el sentido común a cada minuto a base de secuencias de acción que van más allá de lo absurdo y una retahíla de diálogos y "punch lines" para enmarcar en barras de oro.

Tal vez la calidad de "Commando" no sea distinta del resto de films de acción del momento, pero funciona mejor que ellos por el hecho de tomarse a broma todo el tiempo, por preferir acercarse a la comedia desenfadada en lugar de a la seriedad y convertirse en comedia involuntaria, ya que nada de lo que se hace aquí (desde armar una gran pelea en mitad de un centro comercial, atracar un depósito de armas del centro de la ciudad o saltar de un avión en marcha) está sujeto a obedecer las leyes de la lógica. Aquí la lógica, la moralidad y la corrección política se echan abajo a base de testosterona, kilos de metralla y chistes lapidarios que vuelan más rápido que las balas.
Puede que hubiera tipos duros, pero no en la magnitud de Schwarzenegger, impasible al cortar extremidades, disparar sin pestañear, volar edificios enteros y quebrando los huesos de personas de las que hemos de intuir que son villanos...y se lo aceptamos encantados, pues, al fin y al cabo, es un padre desesperado en busca de su hija (quien más, quien menos, todos actuaríamos como él de estar en su situación, ¿no?). Uno hasta siente también lástima por todos los idiotas que va a desmembrar, en especial Vernon Wells cuya descacharrante pelea final con el austríaco cumple una regla de oro de estas películas: lo sucedido en una escena no afecta a la siguiente ni guarda correspondencia con la anterior.

Así podemos ver al alocado Bennett electrocutándose con bastante brutalidad y en el plano siguiente atacando a su enemigo como si nada (viva la acción surrealista). Y para no dejar en segundo plano al género femenino el guión pone al lado del héroe a una mujer (y negra, no os quejaréis) para que le vaya ayudando en lo que pueda, esa Rae Chong sin ninguna personalidad aunque ella se esfuerce y cuya intervención en la trama carece de sentido, porque, ¿para qué querría esta señorita meterse en líos de mercenarios y secuestros? Sin embargo no está de jarrón decorativo, como sucede en otros títulos.
Incluso Jennifer está armada de coraje (¿qué podemos esperar de la hija de Schwarzenegger?) y no hace de pobre niña asustada y plañidera pese a estar amenazada por esa legión de soldados mercenarios los cuales serán carne del cañón de Matrix a lo largo de uno de los más memorables clímax que nos ha ofrecido la acción palomitera en toda su Historia. Lester es competente cuando quiere, pero su intención de hacer parecer invencible a su estrella queda demostrado; redondean a este mastodonte que apisonó la taquilla de medio Mundo los efectos especiales (físicos, auténticos y sin porquería digital) y la banda sonora de James Horner.

El cine de acción entra así en su etapa más carnavalesca, por la puerta grande, tan grande como los deltoides del protagonista.
Chris Jiménez
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7
23 de febrero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un demonio renegado se tambalea por los asquerosos pavimentos de una Berlín hundida en la miseria, cuyos ecos de angustia humana resuenan en sus frías calles.
Tirado en el suelo, borracho, una prostituta se le aproxima dicharachera, pero él la manda al infierno, a lo cual responde "¿Y dónde te crees que estamos?".

Es un periodo agitado para el maestro sueco. Hacienda le considera sospechoso de fraude y en 1.976 es detenido públicamente para luego ser acusado de evasión fiscal en beneficio de su productora; tras una grave depresión y quedar exculpado se marcha largo tiempo de su país para instalarse en Alemania. Esto coincide con un periodo de hastío creativo el cual le lleva a trabajar en televisión y a producciones que demuestran ese estancamiento; también vive un pequeño romance con Dino de Laurentiis, con quien ha colaborado en su demoledora "Cara a Cara".
Pero de romance se pasa a pesadilla y se evidencia su tremenda diferencia con respecto a la dinámica de trabajo y la visión del producto, pues el italiano, que exige al anterior rodarla en inglés, tiene en mente un proyecto monumental, empleando una gran cantidad de extras, grandes decorados y estrellas en el reparto para darle buena salida comercial; escogerán de hecho a David Carradine tras ser elogiado por su papel en la exitosa "Bound for Glory". Para "El Huevo de la Serpiente" Bergman le transmuta en lo que podría ser la reversión de su Woody Guthrie, pese a las similitudes de ambos personajes.

Abel Rosenberg como radical contrapartida es otro ser errante que va dejando sus pesadas huellas sobre la tierra de una nación en plena depresión; somos arrastrados así a los rincones más empobrecidos de un Berlín a poco de acabar 1.923, época azotada por múltiples males. A un lado los partidos de extrema izquierda, al otro el rápido ascenso de los nacionalsocialistas comandados por un tal Adolf Hitler; la todavía presente amargura que dejó la derrota en la guerra se cruza con la grave crisis monetaria debido a las deudas, con la correspondiente caída del valor de la moneda. El marco no vale absolutamente nada.
Como embriagado por la esencia del neorrealismo, el director sigue el día a día de las pobres gentes que hacen por sobrevivir en ese estercolero malparado por la Constitución de Weimar, las revoluciones sociales y sus consiguientes represalias, la persecución cada vez más pronunciada a los judíos, la anarquía comunista y la hiperinflación, centrándose en ese Abel que no es sino su reflejo demacrado, otrora artista exiliado a Alemania por la fuerza de los elementos cuya degeneración va paralela a la de la sociedad en la que se acaba de introducir, y su cuñada Manuela, que intenta salir a flote tras el espantoso suicidio de su marido Max.

Bergman hace lo posible por conectar a estas dos almas en pena, irremediablemente perdidas y despreciadas por su condición de judíos; sin embargo, la gran química entre Liv Ullmann y Max Von Sydow en "La Vergüenza" no termina de cuajar con Carradine, siempre distante, siempre ajeno al igual que su personaje. Además aquella obra funcionaba como ensayo más íntimo y menos político de lo que significa la destrucción del ser humano a causa de un conflicto bélico, pero mientras se deja influenciar por Renoir y Von Sternberg en sus formas y visión, el sueco no halla un hilo conductor sólido de los sucesos en su guión.
Abel y Manuela no desentonan entre la masa impersonal que les envuelve, no son héroes por ninguna causa grandiosa, y nos acercamos a contemplar su devenir existencial entre cabarets de mala muerte, apartamentos de paredes mohosas y fábricas pestilentes; si algo se le puede agradecer a Bergman es su destreza para capturar los sonidos y olores de esa ciudad, la atmósfera, magnificada por la fotografía de su colega Sven Nykvist, con la cual imprime a las imágenes unos tonos sucios y terrosos, creándose un clima de desasosiego constante que envuelve a esos personajes, y ayudando a ello una curiosa intriga tratada de fondo...

Intriga distribuida sin un interés auténtico, piezas de un puzzle poco susceptibles de ser encajadas; el odio y el racismo judío, la presión de las fuerzas nacionales extremas, pueden ser la semilla de un horror que se está desatando desde las entrañas de la sociedad, oculto entre tinieblas. El suicidio del hermano de Abel queda en suspenso y actúa de mero "macguffin" para infundir el miedo y activar una sensación de invasiva paranoia que embarga a éste y que se contagia a la propia película; en la distancia se recuerdan "El Consejo de los Dioses" y sobre todo "Affaire Blum" por la presencia del naciente nazismo, la persecución, la mecanización asesina y los horribles experimentos secretos con pobres ciudadanos de a pie.
Secretos que, en lugar de tomar parte en el argumento y desarrollarse en torno a ella, Bergman prefiere vomitarlos sobre la cara de Abel, cuyo protagonismo es arrancado y ahora actúa de mero observador; el tramo último, rodado con muchos primeros planos, en un espacio cerrado y volviendo aquél a utilizar la cámara como medio de exposición del terror, logra poner al límite la capacidad de resistencia del espectador y ataca directamente a su sensibilidad e inconsciente, revelándose la obsesión sobre el control de la sociedad que muy pronto asolaría a Alemania, en la predicción del propio Vergerus: diez años después, en 1.933.

Y ello hace sentir hasta escalofríos. No obstante habría surtido un mejor impacto de ser tratada esta intriga de misterio con más esmero; sin una trama real y a menudo cayendo en burdas sordideces y sucesos violentos más propios de Verhoeven, aunque aquí me recuerda a Fassbinder, "El Huevo de la Serpiente" no encuentra lugar para acomodarse en la extensa filmografía del cineasta.
La obra es un fracaso absoluto y él aprende de sus errores; se refugiará en una producción independiente cuyo lugar de rodaje es Noruega, la antítesis de la compartida con Laurentiis y el regreso a su mejor cine: "Sonata de Otoño".
Chris Jiménez
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5
23 de febrero de 2017
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces las grandes carreras no empiezan con sucesos grandiosos, apasionantes romances, épicas aventuras o batallas históricas.
A veces empiezan desde el más humilde e inimaginable rincón, quizás desde los pasadizos oscuros de un castillo o con un psicópata que se dedica a desmembrar inocentes...

Y así es. Son los años '60, el momento en que futuros maestros del cine dan sus primeros pasos; casi al mismo tiempo aparecen Scorsese, Polanski, DePalma, Allen y también el más tarde responsable de joyas inmortales como "El Padrino", "La Ley de la Calle", "Cotton Club", "Apocalypse Now". El de Michigan ha realizado algunas comedias picantes muy de su época, emparentadas con lo ofrecido por Russ Meyer; se convierte entonces, al igual que tantos otros, en uno de los protegidos de Roger Corman (en la cumbre de su carrera gracias a las adaptaciones de Allan Poe).
Durante la filmación de "The Young Racers" le surge la idea de realizar, entre medias, un pequeño film de terror, pero dicha tarea se la encarga a Coppola, quien trabaja para él como operador de sonido, dándole un presupuesto limitadísimo, actores prestados y muchos escenarios que él ya había usado; es su primera obra oficial, escrita en pocos días y realizada en el transcurso de dos semanas, la cual, contra los deseos de su productor, termina siendo algo que no le gusta en absoluto y que modificará según le parezca. Al cobijo de la noche y en un lugar poco fiable, así empieza "Demencia 13", con una especie de prólogo que nos ponga en la situación de Louise Haloran.

Maniobra engañosa desde el primer momento. El director, de 24 primaveras, presentándonos un inicio de este orden y los hechos desde la total perspectiva de la mujer, apunta directamente a la influyente "Psicosis", estrenada tan solo tres años antes; pero donde Marion no era más que una cobarde asustada y mediocre, el personaje interpretado por la carismática (y no poco repelente) Luana Anders se traza como una "femme fatal" pérfida, conspirativa y diabólica, y lo peor de todo es que se sabe pronto. El detonante de la intriga parece ser una herencia de la familia de su recién fallecido marido, sin embargo todo esto es humo...
Aquí, y desde las sombras, emerge la presencia de Kathleen, hija de la familia, muerta tiempo atrás; y si lo más importante para una obra de suspense es la atmósfera, Coppola la modela divinamente, pese a lo ínfimo del presupuesto. En el escenario del castillo irlandés, y bajo la mirada de los espíritus, se nos ahoga en esferas de oscuridad perpetua e inquietante, donde absolutamente nada es lo que parece y las verdades surgen de esquinas mohosas y lagos de agua fétida; aquél tirará realmente del cordón umbilical de "Psicosis" cuando la que creíamos protagonista deja de serlo de forma repentina.

Sí, Hitchcock es la principal referencia, pero para su intriga Coppola mama del cine de William Castle, no poco del propio Corman, y se empapa bien del terror de la Hammer, en especial de Terence Fisher, incluso Edgar Ulmer podría ser otra buena estela a seguir. Aunque un servidor opina que, en muchas ocasiones, el joven realizador se acerca a las imágenes y estilo de Mario Bava, a su ambientes de esencia gótica, a su brutalidad sin inhibiciones; sin saberlo, y por la expresa orden de su mentor de añadir más violencia, "Demencia 13" será una de las dignas precursoras de eso que habrá de llamarse "slasher".
Aquí un asesino desconocido recorre los jardines y pantanos empuñando un hacha y dando caza a todo bicho viviente; pero no tan desconocido como uno pudiera pensar, y es que la presencia de un revelador "flashback" acerca de la muerte de Kathleen pone las cartas boca arriba rápidamente. Puede que no sea la más reciente muerte lo importante de la trama, sino la acontencida tiempo atrás, pero la incógnita tiende a resolverse por sí sola sin mucha complicación (¿qué quieren ustedes?, ¡el guión se escribió en un par de días!). Incluso está para ayudarnos otro personaje ambiguo de primeras, ese escalofriante doctor Caleb (Patrick Magee genial como siempre).

Un añadido con calzador, la verdad, porque si bien es él quien toma el protagonismo hacia el final su presencia farragosa no nos hace ninguna falta para averiguar la identidad del culpable de todo lo sucedido. La película se sostiene por su clima angustioso, sucio y pleno de dualidades, que Coppola intensifica gracias a la fuerza de sus primeros planos y al dinamismo de su cámara; encomiable además los claroscuros expresionistas de la fotografía de Charles Hannawalt y la música tintineante y presagiadora de Ronald Stein.
Aceptable esfuerzo de horror y suspense, pero el productor no está contento; debido al escaso metraje y a la falta de instantes cruentos, encarga a otros filmar nuevas escenas de asesinatos y uno de los prólogos más imbéciles de la Historia del cine. Sin embargo, para el joven director, además de conocer a la que será su futura esposa (Eleanor Neil, encargada del diseño artístico), éste es su trampolín.

Aquí empieza de verdad su carrera.
Chris Jiménez
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