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España España · Madrid
Críticas de Sinzz3r
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Críticas 28
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
29 de diciembre de 2017
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Haynes consigue algo que a primera vista parecía imposible: coger el tótem de la cultura nerd, como es Star Trek, y darle un toque a medio camino entre lo burlesco y lo terrorífico. Parte de la premisa de la auto-conciencia ridícula que eran muchos de los esquemas episódicos de la serie freak más famosa y lo lleva hasta el paroxismo: ¿qué ocurre entre el comienzo de una aventura espacial y el inicia de la siguiente?

'USS Callister' es probablemente el episodio de 'Black Mirror' que más elementos y temas toca, algunos ya recurrentes, como la realidad virtual demasiado realista, la marginalidad o las dobles apariencias, pero otros nuevos como el ansia de libertad intrínseco en todos nosotros (reales o duplicados) o la consciencia dentro de la conciencia.

Un capítulo híbrido, como digo, que no solo se basa en elementos de la cultura popular como Star Trek, sino también en clásicos Orwellianos como Rebelión en la Granja o, incluso si se me apura, también en Un Mundo Feliz de Huxley. Pasando todos estos ingredientes por la centrifugadora que es Black Mirror, convirtiendo todo aquello que nos agradaría poseer en un futuro en una distopía terrorífica.

Sin embargo hay cosas que no funcionan tan bien. El humor, algo entendible por la premisa de la que partimos y que se nos presenta en forma de sketch en los primeros minutos del capítulo, juega en contra de la sensación de angustía tan característica de esta serie. Algo que sirve de relajante y de recurso ameno en la primera media hora, se convierte en un peso muerto en la segunda y última parte. No conseguimos (o no consigo) llegar a empatizar totalmente con la problemática de los protagonistas porque, en última instancia, no te lo llegas a creer jamás. La sensación de peligro, de desasosiego se entiende ya no como fingida (estamos hablando de ciencia-ficción), sino como insignificante. No importa porque ya conocemos el subfondo de la trama, sabemos lo que está pasando y lo que ocurre en realidad (que no es lo mismo).

A parte de, como es previsible de la serie de los 60's, los trucos y clichés argumentales que, al estar hablando de una duración de algo más de 1 hora y siendo un capítulo auto-conclusivo, lo podemos llegar a obviar. Aunque algunos sean demasiado evidentes y molestos.

La idea o destello 'feliz' que encontramos en esta parte de la saga Black Mirror (si rebuscamos podemos hallar esa pequeña esperanza en todos los capítulos) es el afán que siempre parece tener el ser humano por la revolución, por la libertad y por el querer romper nuestras cadenas siempre, sea en nuestro trabajado, en nuestras relaciones personales o en el mundo de 'Infinity'. Es la Revolución a pequeña escala que todos llevamos dentro. No queremos autoridades despóticas, reales o virtuales, queremos ser libres.

En definitiva, para apreciar doblemente este capítulo debes de conocer el mundo Star Trek (y que mínimamente te guste) y entender el mensaje que siempre intenta plantear Black Mirror, si alguna de estas dos cosas te falla, el capítulo pasará por ti probablemente sin pena ni gloria. No obstante, estupendas actuaciones, buena idea y decente ejecución.
Sinzz3r
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8
13 de diciembre de 2017
390 de 700 usuarios han encontrado esta crítica útil
La frase la pronuncia Luke Skywalker en el tráiler para, 2 horas y media después de ver la película, convertirse en una meta-narración en toda regla. Luke nos está hablando a nosotros, al espectador, al fandom y en especial a aquellos que creen que 'Los Últimos Jedi' será otro 'copy-paste' de la saga original -en esta ocasión de El Imperio Contraataca-.

Rian Johnson lo sabe, Star Wars es un producto, para contentar a los fans y para vender, pero teniendo presente esto nos da un episodio que se sale de los márgenes clásicos de la saga y, lo más importante, una continuación a lo visto en 'El Despertar de la Fuerza' que poca gente podía esperar -al márgen quedan personas como Frikidoctor-. Existen similitudes obviamente, sobre todo en algunos arcos de desarrollo de personajes y estética de planos, pero la forma de rematar y, principalmente el poso que te deja la película, son lugares nunca explorados en la franquicia. Continuación diferente, extraña, que derrumba todo lo construído anteriormente por J.J. Abrams e innovadora -mucho para lo que cabría esperar, poco para lo que al final ha quedado-.

Ahora bien, la pregunta que está dando más juego, ¿es demasiado larga? Pues sí y no, lógicamente un fan no querrá que acabe jamás el entretenimiento, pero puede que algún espectador medio sienta algunas partes (Finn y Rose) un tanto dilatadas en el tiempo y/o innecesarias. Estamos hablando de una película que inicia partida en dos -la parte de 'La Fuerza' y la de la Guerra Civil- y que puede que tarde mucho en confluir usando, esto sí que es imperdonable, trucos argumentales baratos.

Los personajes son un tema aparte -si se me apura, incluso de la historia-. Sin miedo a equivocarme diría que Star Wars jamás se ha tenido que enfrentar al desarrollo de tantos personas con peso argumental similar en una misma película, y esto hace que algunos brillen más que otros. Finn es el que más sale perdiendo esta vez mientras Poe, el más damnificado en el anterior episodio, es el que más gana -los minutos en el film tienen mucho que ver-. Las nuevas incorporaciones -Laura Dern, Benicio del Toro- cumplen escasamente y Carrie Fisher está sublime. Snoke, Hux y Phasma, decepción.

Mención de honor para el trío principal. Mark Hamill, después de más de 30 años, vuelve como la mejor versión de Luke Skywalker, es imposible no estremecerte con cada frase o plano suyo (concretamente, el más especial de todos). Daisy Ridley continua su viaje introspectivo iniciado por J.J. Abrams -tremenda es su evolución en las más de 2 horas- y, como plato fuerte, Adam Driver como Kylo Ren sigue siendo lo mejor de la cinta. La deconstrucción del arquetipo de villano toma sendas realmente, realmente impresionantes, que en la fase final empiezan a encajar dejando todavía espacio para una ulterior evolución.

Las batallas alcanzan su cénit en esta entrega, ya sea en el espacio, en tierra o con espadas -pelos de punta cada vez que alguien enciende un sable-láser-, 'Los Últimos Jedi' nos regala las mejores luchas desde 1977 con una, eso sí, sobreexplotación de las espaciales, hecho que se le perdona por el propio motor argumental de la película.

Pero si algo hay que destacar es el mensaje principal de la obra de Johnson, el definitivo paso de testigo generacional. Sin entrar en detalles (ir a la zona Spoiler para ello), ya no se trata más de 'ellos', ahora se trata de los nuevos, de los jóvenes y los aún más jóvenes, los que acaban de llegar y los que están por llegar. La semilla que plantó J.J. ha crecido y ha madurado finalmente. La nueva era está aquí para quedarse.

A título personal, según van las cosas parece que esta nueva trilogía ocupará un espacio temporal muy breve en la historia de Star Wars en comparación con las dos anteriores (original 3-4 años, precuelas más de... ¿13?). El Episodio VII debe de ocupar un día o dos como mucho y esta última entrega se desarrolla en varias horas. Si en el siguiente episodio no meten un lapso de tiempo todo parecerá apresurado y los desarrollos argumentales y personales un tanto impostados/forzados.

'Los Últimos Jedi' son muchas cosas, se puede entender como una desilusión para aquellos que esperaban más de lo mismo o como una esperanza para los que queríamos algo nuevo y fresco sin dejar de lado la nostalgia (que la hay, pero aquí tiene una función clara y clave). Podría haber sido más, Johnson nos podría haber cimentado un nuevo universo y mitología pero se ha quedado solo en la cúspide. Entre esto último y la situación en que deja a los personajes al final (sorprendentes esos últimos segundos del final), J.J. tiene muchísimo trabajo que hacer en las últimas 2 horas que restan a la trilogía. Que la fuerza te acompañe Abrams, a ti y a nosotros.

PD: Continúa en la zona Spoilers y la nota, según vayan sucediéndose los revisionados puede que cambie. El objetivismo va apareciendo según voy alejándome en el tiempo después de la primera proyección.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sinzz3r
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8
1 de septiembre de 2017
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de terminar de ver la 3ª temporada de Narcos después de un maratón de 10 horas sin despegarme del sofá prácticamente, y tengo cosas que contar.

En primer lugar y yendo al grano: es la peor temporada de todas. ¿Quiere eso decir que lo he pasado mal estas últimas horas? En absoluto, pero una cosa no quita la otra. La marcha de Wagner Moura (Pablo Escobar) auguraba que los guionistas lo iban a tener difícil -muy difícil- el continuar con una serie que, a pesar de querer centrarse en el narcotráfico, se vio arrastrada hacia la imagen de Escobar como buque insignia. Y si quitas esto último el buque se puede desplomar. No ha habido hundimiento, pero el bote se ha resentido enormemente.

La pérdida de carisma -Escobar, Murphy- es abrumadora, y aunque Peña -que coge el timón como protagonista principal- y los nuevos tiburones de la cocaína -los 4 Caballeros de Cali- intenten solucionarlo acaban configurando una mesa con la mitad de patas cojas. ¿Por qué? Porque no puedes darnos a Esobar durante 20 episodios y luego hacernos creer que las caras visibles del Cartel de Cali son dignos sucesores. Algo falla cuando un crío 'malparío' como es el hijo de Miguel Rodríguez Orejuela nos parece más aterrador que su padre o tío.

La trama de Murphy -Boyd Holbrook- con su mujer se ve sustituida por la de Jorge Salcedo y la suya. Es un buen complemento, al final acabas cogiendo cariño al tío, pero no termina de brillar. No conoces su pasado, de dónde viene y a dónde quiere ir -salvo unas pinceladas al principio-, pero en términos globales, como digo, funciona.

La historia tarda en solidificar sus buenos 4 capítulos -casi la mitad de la temporada-, pero cuando lo hace todo va como la seda. Muy buena forma de hilvanar todo lo sucedido en la guerra contra Medellín con la nueva de Cali. Pero su falta de antagonismo potente y protagonistas a la altura -los nuevos agentes de la DEA no cumplen en absoluto- hacen que la historia me importe menos que los personajes. Probablemente tenga que ver con el hecho de que la historia ya no sea tan personalista como antes, cuando el enemigo era Escobar, y ahora sea más general o abstracta si queréis (Cali, Trampolín de cocaína, México). La historia necesita tanto de los personajes como estos mismos de la historia, se deben de complementar, uno debe servir de motor al otro y viceversa. Se debe de encontrar el equilibrio que aquí en ocasiones no hay.

Pascal, que se come la pantalla cada vez que sale en escena, la música, la ambientación, los escenarios y en ocasiones la dirección, lo mejor de los 10 capítulos con diferencia.

Pero a pesar de todo esto, el principal error y que ya empieza a notarse, es la repetición de fórmula. El juego del gato y el ratón entre la DEA y los Narcos ya empieza a oler a refrito. Para nada deja de ser emocionante y tensa cada redada o intento de ella que se lleva a cabo en la serie, pero lo que puede funcionar en unas temporadas puede dejar de hacerlo en las siguientes. Narcos está ante este punto de no retorno, entre seguir haciendo lo mismo con varios cambios y seguir entreteniendo, o innovar e intentar maravillar al público. Sea una o la otra yo seguiré consumiendo su producto porque como digo, entretener entretiene, y esto Narcos lo sabe hacer muy bien.

*Si la 1ª y 2ª temporada son de 9-8'5, a esta le pongo un 7. De ahí que en general aparezca un 8 como puntuación global a la serie, y no a la 3ª temporada individualmente.*
Sinzz3r
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8
27 de agosto de 2017
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Y si no pudiéramos comer, caminar por la calle o dormir solos? ¿Y si nuestra vida misma, para que tuviera sentido, tuviera que ser compartida, sí o también, con otra persona? Esta es la premisa con la que parte ‘La Langosta’ (The Lobster), la película del griego Yorgos Lanthimos, director que en sus películas muestra su faceta más misántropa y nos hace replantearnos cosas que tenemos más que interiorizadas, como el amor romántico/sexual, la pérdida de seres queridos (‘Alps’) o la socialización de toda la vida (‘Canino’), dándonos su mirada crítica y permitiéndonos crear la nuestra propia.

En ‘The Lobster’ nos encontramos con un mundo que se divide entre los que buscan la compañía (primera parte del film) y los que buscan la soledad (segunda). Ambos grupos sectarios y enfrentados, donde los primeros quieren acabar con los segundos (pues los solitarios se entienden como una enfermedad) y estos enseñar a los primeros que viven y siguen un dogma erróneo (buscar una pareja cueste lo que cueste). Además, las parejas tienen que cumplir un objetivo imprescindible: ambas partes de la pareja tienen que ser iguales, da igual sus preferencias sexuales, su ideología o su cosmovisión, lo importante es que formen una naranja igual; los locos con los locos, los cojos con los cojos, los que le sangran la nariz con los que le sangran la nariz. Y si no consiguen este propósito en un tiempo determinado, serán convertidos en el animal que ellos elijan. Si no puedes ser humano (=encontrar pareja), te espera el castigo (convertirte en un animal).

Mundo dividido en dos facciones que sin embargo no se perciben como enemigas para el espectador. Aquí es la soledad el enemigo a batir. Lanthimos nos está hablando constantemente, como cuando la voz en off dice que “es más difícil fingir que sientes algo por una persona cuando no lo sientes, que fingir que no cuando sí lo sientes”. El director piensa, quizá de forma no muy desencaminada, que hoy día lo damos todo con tal de no estar solos; es la soledad el motor que nos obliga a hacer lo que sea con tal de no sentirla, ya que el estar solo lo entendemos como homólogo a ser infelices, a estar tristes. La película refleja una dinámica agobiante y cada vez más extendida: nos refugiamos en la soledad en el amor con tal de huir del amor en la soledad.

Y como la soledad es aquello que batir, el ‘enamoramiento’ se presenta como la salvación. Enamoramiento que acaba implicando mentir y aparentar aquello que no eres con tal de ser aceptado en los esquemas de esta sociedad (no tan) distópica. Se prostituye el amor convirtiéndolo en una cárcel mental, en una prisión emocional, en algo mecanicista y autómata. No se entiende como fin en sí mismo, sino como instrumento para encontrar pareja. Porque somos egoístas, somos autocomplacientes y porque, en definitiva, tenemos miedo a estar solos. Yorgos Lanthimos ve este odio a estar solos, lo sabe y lo lleva hasta el paroxismo, ¿no queréis estar solos? Bien, convertiré encontrar pareja en una condición indispensable para vivir.

Vivimos viendo parejas desde que nacemos. El hombre ‘triunfador’ con la top model, la mujer que debe usar su cuerpo como reclamo y se ve arrastrada a ser un maniquí andante (pues en este mundo las mujeres no se entienden si no van detrás de un hombre) o los centenares de programas en prime-time que tienen como objetivo buscar parejas convirtiendo la primera cita y los primeros pasos de la relación en algo maquinal y rutinario. Como si encontrar al amor de tu vida fuera tan rápido como tener una cena de 20 minutos o tan fácil como elegir un personaje en un videojuego.

Vivimos fascinados de la espectacularidad que nos proporcionan todos estos cachibaches ideológicos (pues en definitiva son eso, herramientas que reproducen la ideología dominante), estupefactos por las películas Disney e impasibles ante la cruda realidad: que el amor es algo más que encontrar a una persona igual que a ti; lo fácil es vivir con alguien semejante a ti y no con alguien diferente (o contigo mismo).

Creemos que somos máquinas, que podemos patentar la felicidad y que tenemos fábricas para reproducirlas, pero en realidad somos hipócritas y egoístas. Nos alejamos de Kant o de Rousseau y le damos la razón a Hobbes o a Plauto. Cuando tenemos pareja queremos ser libres y bailar música electrónica todo el día, y cuando sucede esto vemos el abismo de la soledad y nos entra el vértigo de nuevo. Y mientras, nos repetimos consignas autodefensivas para creer ser felices, como si lo importante no fuera tanto serlo como que los demás piensen que lo somos.

Cada vez más cuando escucho a gente hablar de amor me viene a la cabeza que ¿por qué lo llaman amor cuando es egoísmo de lo que hablan? Quizá hayamos olvidado lo más trascendental, que lo importante no es que cenen con nosotros, sino que compartan su cena con nosotros. Compartir, tanto cosas buenas como malas sin olvidar que la autonomía del individuo debe de acompañarle toda su vida.

Tal vez, como Lorena Maldonado escribe en su gran artículo sobre ‘La Seducción’ (Sofia Coppola), el problema sea nuestra ‘sangre tan agua acuosa’, nuestra ‘raza tan pocha’ y lo ‘poco cachondos que estamos en este banquete de la revolución sexual’. Que la clave del amor (la seducción para ella) ‘está, quizá, en el sonido de una risa, en el olor, en el tacto, en el ping-pong dialéctico, en el látigo imperceptible de la pestaña’, pues ‘colgarse de una risa […] es muy parecido al amor: inexplicable, sombrío’. Inexplicabilidad perdida por todos estos programas, por el ‘neoliberalismo rústico’ (y su ‘espesa oferta sexual’), por el Tinder, por las películas que edulcoran el amor…

(SIGO EN ZONA SPOILER, SIN SPOILERS)
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Sinzz3r
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4
25 de agosto de 2017
126 de 145 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuaderno de bitácora. 25 de agosto del año 2017: Los americanos siguen sin entender el anime.

Antes de ver la película me propuse liberarme de los estereotipos, de las pretensiones que te da el haber visto previamente el anime (y leído el manga) y poner la mente en blanco. Haría así primero una crítica a 'Death Note' como película per se y también a la misma como adaptación del anime. Pero es que lo segundo no hay por dónde cogerlo.
Una película de algo más de 1 hora y media que recoge de su adaptación japonesa lo justo, nombres de personajes, bloque principal del argumento y excentricidades varias (excepto las famosas patatas de Light). Y es aquí donde está a mi entender su principal problema: pretender amasar la esencia de sus 37 capítulos en escasos 100 minutos. 

De nuevo los estadounidenses vuelven a darnos más ejemplos que demuestran que o bien no ven la fuente de aquello que quieren grabar o no lo entienden en absoluto. La principal característica de Light (Kira) era ese atractivo tan siniestro que nos producía a todos. Un chaval de nuestra edad que comienza con algo puro y que poco a poco se convierte en rehén de su propio sueño; mitad sociopata, mitad salvador. Y aquí su desarrollo es nulo. Tanto es así que la sensación que me da es que lo han intentado sacralizar. Kira es protagonista y antagonista al mismo tiempo, y en la película parece que los únicos enemigos son aquellos que intentan detenerle.

L es otro que tal baila. Al margen de su cambio de etnia (que sinceramente, me da exactamente igual), queda reducido a una mera caricatura estrafalaria. Como si los guionistas hubieran entendido que lo que hace brillante a L fuera su forma de sentarse, comer caramelos o coger el teléfono, y no su ética particular y su inteligencia sin parangón. Inteligencia al nivel de Kira, que sin embargo ésta solo se deja atisbar en los últimos minutos de la película, siendo el resto del tiempo un adolescente con la posibilidad de matar.

La locura de Mia la han traducido 'decentemente' y me quedo con más ganas de Ryuk (y la voz de Williem Dafoe, impresionante). Mención aparte hay que hacer de la dinámica L-Kira.

A mi entender, la historia de 'Death Note' no es tanto la de un cuaderno que mata gente sino la del juego del gato y el ratón entre sus dos protagonistas, Kira y L (no se entiende si no la bajada de nivel de la serie cuando esa relación desaparece). Juego que gira entorno a la batalla de egos; un ajedrez mortal que nos hacía vibrar con cada encuentro entre ambos. Aquí el único encuentro que presenciamos nos da la impresión de que estamos viendo a dos desequilibrados decir frases de galleta de la suerte y no a dos hombres luchando por ver qué visión del mundo prevalece: la justicia de Kira o la justicia de L.

Termino de ver la película con la misión de sumar otra adaptación más a la sección (encabezada por Dragon Ball): "No, parad, no sigáis, no queremos ver más animes destrozados" y con el sabor de saber que con un poco más de cariño y en un formato de serie Netflix (10-12 capítulos) esta crítica sería muy diferente. Como película es pasable, como adaptación es un cero a la izquierda. Pero no tengáis miedo, pues siempre podremos volver a ver la obra de Tsugumi Ohba y quitarnos este mal sabor de boca.
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Sinzz3r
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