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Críticas de Joan Ramirez
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Críticas 124
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
12 de diciembre de 2012
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo el mundo cree que “lo que ves” produce una “sensación”. No es cierto: es la sensación lo que, finalmente, conduce a lo que vemos.

Ahora la película. En un futuro indeterminado pero cercano es posible implantarse un aparato minúsculo detrás de la oreja, bajo la piel. El artilugio permite grabar todo lo que vemos como si de una cinta de video se tratara, de modo que permite recuperar esas visiones para uno mismo o bien proyectarlas en una pantalla para regocijo público en cenáculos, control policial, o autoflagelación ante los errores propios.

Y todo queda grabado. Todo.

- ¿De dónde vienes, cariño?
- Eh… de comprar el periódico.
- Uy… con esa cara que me traes y esos andares… ¡Demuéstralo!

Pues de eso, más o menos, va este interesantísimo capítulo que me ha dejado pensando un rato y ha reflotado en mí recuerdos y sensaciones. ¿Conocen el tema de los Beatles “Every body’s got something to hide except for me and my monkey”? Traducido: todo el mundo tiene algo que ocultar excepto para mí y mi mono. Me he tragado 25 largas entradas en un foro especializado en el significado oculto de canciones y ni Dios se pone de acuerdo en qué quiso decir John Lennon cuando escribió esta canción. Unos dicen que el mono es la droga; otros, que Yoko Ono; otros, que el maharashi indio que se le acabó atravesando al inglés; otros, aún, afirman que la canción es de contenido sexual y describe una masturbación. ¿Necesitaríamos el aparatito de esta película para “ver” en qué andaba Lennon cuando garrapateaba esta letra atravesado por el estro? Algunos dirán que sí, pero yo tengo bastante con cerrar los ojos y bailar y cantar cuando escucho esta canción. “A mí ya no me la dais con queso”, eso es lo que me transmite, lo que siento.

Pues por ahí van los tiros en esta película.

Además, realmente…¿quién puede necesitar ese artilugio? ¡Con lo sano que es olvidar!
Joan Ramirez
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7
16 de noviembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Memento” sorprende por la radicalidad de sus formas, por su narrativa inversa: la historia comienza por su final y se va desarrollando, poco a poco, en pequeños episodios consecutivos que van conduciendo hacia el inicio de la trama. ¿Y por qué no? Muchas historias tienen su foco de interés en el inicio, en el hecho desencadenante, y descubrirlo puede ser tan atractivo o más que esperar a conocer el desenlace. Sin embargo, no estamos acostumbrados a ver las cosas de este modo. En la narrativa occidental somos mucho más lineales y poco flexibles para las cosas del “tiempo”. Es más: estamos tan acostumbrados al clásico desarrollo “presentación – nudo – desenlace” que el interés por el origen de las cosas a penas brilla en nuestra narrativa, cine, ¡y ya no digamos medicina! Sólo un ejemplo: la brillantísima novela corta “La muerte en Venecia” de Thomas Mann contiene en su primer capítulo la clave del desarrollo de toda la historia. Me permito sospechar que Luchino Visconti no lo entendió así cuando en su adaptación de la novela de 1971 se salta este crucial capítulo inicio y detonante de toda la trama posterior.

Ahora la cuestión es…¿es realmente tan original “Memento”? Pues sí y no. Como he dicho al principio, a mi juicio es original en las nulas concesiones que hace Nolan a la narrativa convencional, pero hay que tener en cuenta que Stanley Kubrick ya jugó con el discurso narrativo, los tiempos de la historia y las motivaciones de los personajes en 1956 con “Atraco Perfecto”, y si nos salimos de Occidente, veremos que el gran Kurosawa hizo exactamente lo mismo seis años antes en “Rashomon”, una película para mí imprescindible en que, de nuevo, las motivaciones de los personajes y el contraste entre los muchos “flashbacks” hacen inteligible la historia.

Más allá de lo ya descrito, el argumento de “Memento” no es especialmente brillante aunque no se puede negar que sorprenda. Mantiene al espectador en tensión constante y, con una banda sonora que recuerda mucho a los trabajos de Angelo Badalamenti para David Lynch, sabe crear una atmósfera envolvente y rarita que seduce.

En lo filosófico, la película es más pretenciosa que auténticamente brillante. Viene a comunicarnos que tener un rol asumido y una motivación, una “misión”, es esencial para poder encontrarnos a nosotros mismos. A ratos, no obstante, me ha parecido entrever un mensaje algo más interesante, y es que, hagas lo que hagas, lo pintes como lo pintes, lo importante es lo que sientas porque, al fin y al cabo, es lo que te llevarás. Claro que… ahora que lo pienso… igual este es el mensaje que YO hubiera querido que transmitiera todo este cotarro lentamente rebobinado. ¡Vaya! Me temo que tendrán que ver la película y sacar sus propias conclusiones.

Muchos han celebrado la interpretación de Guy Pearce, y no estoy en desacuerdo. Ahora bien, me pregunto si es que realmente clava el papel o es que no sabe interpretar de otro modo. En su película inmediatamente anterior, la también originalísima “Ravenous” (1999), se le ve exactamente en el mismo registro. Debo añadir que su interpretación me ha recordado también a la de un trabajo posterior: me refiero al anoréxico y extrañísimo personaje interpretado por Chiristian Bale en “El Maquinista” (2004), una película de escasa repercusión rodada en la provincia de Barcelona (y de la que conozco al dedillo toditas las localizaciones, quizás por eso la vea interesante).

En fin… para acabar les diré que “Memento” se pone de ejemplo en las facultades de Psicología para explicar algunos tipos de amnesia curiosísimos, como la que aquí se describe, que no permite cristalizar nuevos recuerdos pero sí acumular “aprendizaje”.

Y nada más: que si van ustedes en moto, se me pongan el casco, por favor, y si van en coche, se abrochen el cinturón. Piensen que una buena hostia en el lóbulo temporal y se quedan ustedes tan chaladitos como el protagonista.
Joan Ramirez
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4
2 de noviembre de 2012
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Soy un niño, es sábado por la mañana y no me despego de mi padre, que está en el despacho que tiene en casa, en batín, ordenando papelotes o escribiendo en su Olivetti. No me hace mucho caso y en el tocadiscos suenan Camarón y Paco de Lucía a más volumen del necesario. Las ventanas están abiertas y me avergüenza un poco que los vecinos hayan de enterarse del andalucismo del que mi padre hace gala a todas horas. Yo escucho atentamente esa música, lo que dice Camarón, y no siempre le puedo entender porque soy catalán y no estoy hecho a las hablas atlánticas.

Regularmente exclamo “¿Qué ha dicho, papá?”, y mi padre traduce a su castellano de locutor radiofónico los quejíos del de San Fernando. “Pa qué quiero los dineros, si no me sirven pan na, salud es lo que yo quiero y no la puedo comprá”, aclara mi padre que, en realidad, quizás me esté haciendo más caso del que yo supongo. También le pregunto qué es cada “canción”, y él responde: una seguiriya, una bulería, unos tangos, unas alegrías… Me responde pero no me lo explica, lo que acrecienta en mí la desconcertante sensación de tener un padre extranjero del que tampoco sé qué cojones está escribiendo.

Si hoy en día me gusta el flamenco y toca mis sentimientos es por aquellos sábados.

Esta película es muy flojita. He aguantado su duración por la música y por la convincente interpretación de Óscar Jaeneda, celebrada por la totalidad de la crítica. Soy consciente de que hacer “biopics” no debe ser nada fácil y de que, en realidad, uno se queda pegado a este tipo de obras más por amor al homenajeado que otra cosa. Hace poco vi “Lust for life” (1958) y me quedé prendado del parecido de Kirk Douglas con Van Gogh y de las fascinantes recreaciones que hace de algunos cuadros un genio de la coreografía como fue Vincente Minnelli.

En resumen: que si te gusta Camarón, adelante con esta película pese a la triste nota que merece en este portal. Y si no lo conoces todavía… ¡adelante igualmente! Mi atrevimiento autobiográfico parte de que, en la crítica más leída, el vasco de Txarly se declara tan profano como seducido por lo que aquí se oye.

Se ve que tuvo otros padres musicales.
Joan Ramirez
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3
2 de noviembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el videoclip musical del tema “Stand”, uno de los últimos trabajos de Lenny Kravitz, la acción se sitúa en el plató de un concurso televisivo de los setenta en clave de descarnada parodia. En "The Box" la acción se sitúa en la mísma década y, al igual que en la broma de Kravitz, en este film hay varios momentos de televisiva disyuntiva: si apretar un botón o no, si elegir una u otra puerta sidero-espacial, todo ello con evidentes paralelismos a las dinámicas del “Precio Justo” o del “Un, Dos, Tres”. ¡Incluso Frank Langella se me da un aire a Joaquín Prats como maestro de ceremonias de este descalabro! Es decir, allá donde muchos críticos decís que la trama da para un episodio de “The twilight Zone” y punto, debo añadir que a ratos se tiñe de ridículo cuando los personajes han de elegir entre “A”, “B”, o un estrepitoso “ohhhhhhh, la habéis cagado”.

Sinceramente, creo que Richard Kelly es un director de un talento portentoso, un hombre que sabe crear atmósferas como nadie, un director mucho más sutil que David Lynch pero igual o más perverso. Soy un devoto admirador de la rara avis que es “Donnie Darko”, un film desconcertante de cabo a rabo y de los que te dejan pensando incluso días. Pero es que aquí la trama es un puro desastre, un buen relato estropeado a base de hincharlo y estirarlo como un chicle.

Y creo que tiene una explicación. A ver… a Richard Kelly le gusta parecerse a Kubrick, a Lynch, al guionista Charlie Kaufman y a la versión más pirada de Orson Welles, amén de a sí mismo. El resultado de ello son sus, a día de hoy, tres películas. La primera, “Donnie Darko” (2001), es en sí misma uno de mis secretos placeres que no me atrevo a recomendar a todo el mundo. La segunda, “Southland Tales” (2006), aún no la he visto, pero por lo que llevo leído los calificativos van de “genial” a “diarreica”, pasando por “grotesca, sublime y absolutamente incomprensible”.Si se adentran en la IMDB, verán que esta película tiene nada más y nada menos que OCHO productores. Yo creo que los ocho le dijeron a coro y con el dinero aún en la mano “Richard, hijo, esta vez a ver si haces algo que se entienda”. Y ahí es donde el amigo Kelly, con perdón, la cagó. A mi juicio, tenía que haber seguido en su línea de tramas altamente coherentes pero que necesitan de un gran esfuerzo por parte del espectador.

“The Box” es una película excelente en su ambientación, en su fotografía, en el aire que desprende… Y sí: se entiende, y haciéndose inteligible de entrada es cuando se adocena, se desmadra, se vulgariza, enloquece de cultura “pop” y se acerca a una nueva influencia en las antípodas de las antes mencionadas: Chicho Ibáñez Serrador.

A ver, querido Richard… ¿¿desde cuándo un verdadero artista obedece a los que pagan??
Joan Ramirez
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4
26 de octubre de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al contrario de lo que rezan todas las sinopsis, no creo que “Mongol” nos hable de la vida de Gengis Khan. Supongan que ven una película a cerca de un chaval alemán, ambientada a principios del siglo XX, en que el protagonista pierde a su padre en su adolescencia y al poco contrae una afección pulmonar que le aleja un año de sus estudios. Y aquí se acaba la trama. ¿Sería una película sobre la figura de Adolf Hitler? Yo diría que no.

Lo mismo que he descrito en el párrafo anterior es aplicable a esta película de aceptable fotografía, música en el lindar de lo admisible y trama sosa, centrada básicamente en las inconexas desventuras de un mongol rupestre, simpático, obstinado y profundamente enamorado de su mongola. Por mi parte, no reconozco la figura del gran Khan por ninguna parte, si es que ese Khan llegó a significarse por unificar a todos los de sus tierras y praderas y casi mongolizar a los indios con turbante. Es decir: el film ofrece un pobre personaje protagonista en comparación de lo que hubiera podido dar de sí esta recreación.

Por lo demás, creo que la película se centra en el tema de la adhesión al jefe del clan, a las lealtades truncadas y a la fe matrimonial. El modo en que lo hace deja un poco indiferente.
El film también se acerca al tema de “la tradición”, y presenta al gran Khan como reeducador de sus amorales compatriotas. En este contexto, hay una frase del padre de Temuyín que me ha llegado. En un momento dado, el padre del prota se ve obligado a beber un cuenco de leche que le ofrecen sus enemigos, y dice: “Si un hombre tan grande como yo se salta la tradición el mundo se pondrá patas arriba”. ¡Ay, sí! ¡Los hombres grandes no pueden saltarse la tradición porque los hombres grandes no atan, sostienen! Y ese es el verdadero sentido de la tradición: sostener, no atar.

¿Estaría envenenada la leche que ofrecieron los enemigos? No os lo puedo desvelar, pero sí os anticipo que este episodio podría ser el verdadero precursor de la “mala leche” del auténtico Gengis Khan, y no del anodino hippie que aquí lo representa.
Joan Ramirez
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