Al igual que el título se ha perdido en la traducción, el problema al que se enfrentan los protagonistas también parece ser un problema de traducción (Vista en V.O.).
Las actuaciones son correctas, de la banda sonora ya no me acuerdo. Pero habría estado mejor si durara un poco menos, si no criticara al teatro moderno.
Menos mal que he visto el avance después de ver la película, si no creería que había visto otra totalmente distinta.

Me ha resultado muy entretenida, incluidos los cameos de Raffaella Carrà y el símbolo fálico.

Muy conseguida la recreación del Madrid de los 70, especialmente por el posible uso de la estación de metro de Chamberí.

Los bailes y coreografías son bailables sin necesidad de romperte la cadera, cosa que se agradece mucho.

Esta película no me ha aburrido. Y habla, como dice el título, de esta nueva moda que se está imponiendo de distribuir tramas de películas como noticias, que luego malinterpretan ciertos cantantes, alteran y redistribuyen.

No la doy más puntuación, no por el final, que es lo suficientemente difuso como para que puedas pensar lo que quieras, si no por los tembleques de los cámaras. Algún día se pasará esa moda de la cámara temblorosa.

Se describe, como en todos los dramas de sobremesa de este estilo, lo que puede pasar si se lleva al extremo (como siempre parece que hacen en los EEUU) las leyes sobre violencia doméstica.
Se me hizo un poco pesada, pero también muestra algunos de los defectos de todos los sistemas judiciales que no se pueden evitar: el factor humano.

Le habría puesto más nota, pero la estropean bastante en el último minuto (y no puedo decir mucho más sin desvelar la trama).
Hitchcock sabía muy bien que había que plantear varias posibilidades, pero no había que desvelar a las claras cual de ellas era la buena, la historia podía tener varios finales.
Si en Urgencias se diese un resguardo a los familiares que espera fuera, esta película probablemente nunca habría existido.