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España España · málaga
Críticas de nachete
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Críticas 255
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
11 de octubre de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Renny Harlin, simpático bárbaro nórdico, debutó en USA dirigiendo al retoño de Chuck Norris en una de acción patriótica y descerebrada (Born American). Fue una carta de presentación clara y directa que reveló a su director como un servil artesano al servicio del buen cine palomitero yanqui, eso sí, con tendencia al músculo y la hemoglobina. De ahí a que fuera seleccionado para hacer una horror movie barata, varonil y claustrofóbica había un paso. Y así llegamos a Prison: una de espíritus vengativos derramando sangre entre las cuatro paredes de una penitenciaría/ratonera tirando a cochambrosa, con presos/as que son desechos de la sociedad y un alcaide-villano poco dispuesto a saldar cuentas con el pasado.

Directa al grano, con una ágil e inteligente presentación de personajes, la película propone un look de terror ochentero (la dirección cita a Lustig, a Cohen…) formalista y fibroso, de apuntes enfáticos y recargada intensidad, con una forma de interpretar el terror y el gore en la que Harlin parece ensayar la violencia delirante, casi surrealista, de su posterior e inminente Pesadilla en Elm Street 4: la cámara de aislamiento que entra en ebullición, la asfixia y perforación de los tubos, ese alambre con vida propia…

Gore competente e imaginativo anclado en una trama argumental de sencillez extrema, de personajes más bien planos y desarrollo algo cansado. Pese a las buenas intenciones, la cinta no logra mantener el pulso inicial y comienza a naufragar mediado el metraje, cuando la historia deja de avanzar y se limita a ilustrar, y a exagerar, ese flanco fantástico que casi emparienta al film con aquella tronada peli de Wes Craven, Shocker, 100.000 voltios de terror. Pese a su excesivo metraje, pese a perder fuelle hacia el final, resulta una obra tan curiosa como excesiva, amén de una gema para seguidores del vikingo Harlin o de los primeros trabajos del bueno de Viggo Mortensen.

Lo mejor: las muertes, la testosterona de Harlin.
Lo peor: desvaría demasiado en el tercio final.
nachete
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5
24 de septiembre de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo del título, cancioncita al margen, debe cobrar sentido en la pretensión no declarada de generar pesadillas al respetable, algo inviable porque la cinta no da ni para un mísero escalofrío. Vivas podría excusarse en que su película intenta ser más cómica que terrorífica, pero es que aunque sea cierto da igual, dada la escasa efectividad de su sentido del humor y el nulo carisma de la propuesta, capaz de apropiarse del tono del primer Sam Raimi (y del estilo: dinamismo, tipo de plano) para vulgarizarlo hasta el infinito y más allá. La obviedad de la realización -hay sustos que se ven venir a kilómetros- es francamente alarmante.

La cosa se ameniza con algo de sexo, gore pesetero, giros inesperados (el prota revelándose hijoputa con todas las letras) y un epílogo que intenta encontrarse en la lúcida paradoja que inmortalizara el gran Richard Matheson en 'Soy leyenda' (de un modo algo chusquero, he de decir). El resultado sigue siendo bastante mediocre, pero la apruebo por incluir el primer enano zombi de la historia del cine. Sí, soy así de idiota.

Lo mejor: obviamente, su duración.
Lo peor: lo mascada que está cada idea de puesta en escena.
nachete
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3
21 de septiembre de 2010
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tardía, y torpe, secuela de aquel clásico naïf de Randal Kleiser, Regreso al lago azul se limita a repetir el esquema argumental del original y aprovechar la lozanía y belleza de su reparto, en este caso un anodino Brian Krause y una nínfula maravillosa llamada Milla Jovovich. Obviando esa premisa absurdísima e inverosímil que justifica la vuelta del criajo (con mami nueva y hermanita) a la isla de marras, el resto es otro retorno, esta vez al terreno de la supervivencia, el despertar sexual y el descubrimiento del amor, todo en una línea cursi y plomiza que invita al sueño.

Más allá de estos inevitables lugares comunes, ya cansinos, la película se contagia del espíritu de Rousseau para articular la enésima reivindicación de lo virgen y del mito del buen salvaje, introduciendo en ese paraíso íntimo y perdido una muestra de civilización que, obviamente, traerá consigo la codicia, la lujuria, la vanidad y la hipocresía, enfangando cualquier signo de pureza inherente al modo de vida que lleva la parejita (que, claro está, actuará en consecuencia).

Todo tan bienintencionado y bonito como falsario, pero al menos tenemos a Milla Jovovich.

Lo mejor: Milla Jovovich.
Lo peor: la simpleza de su discurso.
nachete
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6
12 de septiembre de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"- En 'El asesinato considerado como una de las bellas artes' el inglés Thomas de Quincey exalta la belleza de los crímenes bien realizados; éste no lo fue y más bien parecería cometido entre nosotros -dije yo.
Y, todos de acuerdo, dimos por cerrado el caso"

Con estas palabras termina el relato Las ilusiones perdidas, escrito en 1983 por Augusto Monterroso y recogido en el volúmen La palabra mágica, publicado ese mismo año. El textito, una cosa genial y de negrísimo humor propio del guatemalteco, se apropiaba de una anécdota real ocurrida en Nueva York durante los difíciles años de la Ley Seca, cuando un cuarteto de individuos asiduos a cierto bar clandestino decidieron aniquilar a un quinto para cobrar el dinero de su seguro (seguro que previamente habían mandado redactar situándose ellos como únicos beneficiarios). La cosa no salió tan bien como era de esperar, aunque para conocer los detalles os remito a la wikipedia, donde viene detallada profusamente la historia de este pobre individuo al que se quería asesinar, de nombre Michael Malloy.

Volviendo a lo principal, que me disperso, todo esto viene a cuento porque también en el seno de producción de Cuentos asombrosos (no sé si propuesto por Spielberg, el guionista James D. Bissell o el director Thomas Carter) se encendió el interés por este suceso tan particular y se decidió utilizarlo para un capítulo de la misma, amoldando, eso sí, la idea original al tono y el espíritu de la serie. Esto implicó atajar (lo justo) por el fantástico y meter algo de moralina, pero no impidió poder disfrutar con algo que ya estaba presente en el citado cuento de Monterroso: un malévolo sentido del humor al que un grupo de estupendos actores sabe sacarle todo el partido. Por ello mismo, uno de los mejores capítulos de la serie.

Lo mejor: la negrura del argumento.
Lo peor: la moralina.
nachete
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4
3 de septiembre de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acostumbrado a lidiar tanto con Zorros justicieros como con algunos rancios especímenes del folclore popular patrio (de Manolo Escobar a Lina Morgan, pasando por la astracanada aquella de Pajares, '¡Ay, Señor, Señor!'), Rafael Romero Marchent tuvo en sus inicios, junto a su hermano Joaquín Luis (pionero del asunto por estos lares), un apego por el subgénero del spaghetti western que cristalizó en unas cuantas películas de difícil acceso en la actualidad: Ocaso de un pistolero (su debut), Dos pistolas gemelas, Dos hombres van a morir...

Era la época, existía una determinada forma de rodar (la expresividad, crispada, de Sergio Leone estaba más o menos presente en todas ellas), y Uno a uno sin piedad se limitó a reflejar estas constantes de estilo, carácter y contenido inherentes al cine de aquel contexto sin permitirse dar rienda suelta a ninguna muestra de personalidad que distinguiera al proyecto de cualquiera de las otras obras rodadas en Almería por aquellas fechas.

Clichés, visuales y argumentales, sustentan la historia de venganza que narra la película, poseedora de un ritmo contundente y dinámico que acaba neutralizándose a base de desafortunados apuntes cómicos, de múltiples excesos de todo tipo. Pese a lograr cierto nervio en las escenas de pelea cuerpo a cuerpo, la dirección de Marchent acaba sucumbiendo al más puro y gratuito artificio, mientras la historia se intoxica de su propia velocidad y termina por desfallecer.

Hay, eso sí, una sorpresa final resultona que en cierto modo redime al conjunto de su cansino mentraje anterior, pero que no logra ocultar las múltiples carencias de una película que se siente esencialmente alimenticia, desprovista de garra, estilo o pasión.

Lo mejor: la sorpresa final.
Lo peor: pasada una primera y digna media hora, se vuelve bastante aburrida.
nachete
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