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Alemania Alemania · Bielefeld
Críticas de jpsaenz
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Críticas 13
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
31 de julio de 2009
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una góndola de supermercado, desierta y bañada en luz de neón. La escena transcurre en el interior de un local; sin embargo, no puedo evitar la sensación de que nos encontramos al atardecer o al amanecer, pero ni de noche ni de día.

Jeff Lewobski, despeinado y desaliñado, vestido con pantalones pijama, una T-Shirt con la que parece haber dormido, por encima una bata, alpargatas y anteojos de sol, se acerca a una de las gódolas, toma un tetrapack de leche, lo abre, lo huele, bebe un sorbo... (La leche, nos enteraremos con el transcurso de la película, es un ingrediente importante de su principal fuente de alimentación, el "White Russian"). Los bigotes de su frondosa barba candado se tiñen de un blanco que él no se preocupa en limpiar. Se acerca a la caja y paga los sesenta y nueve centavos... con un cheque. Ignora la expresión de aburrido asombro de la cajera.

Títulos.

El Gran Lebowski no es él, él es "El Dude". Bajo el mismo cielo de la ciudad de Los Angeles, existe otro Jeff Lebowski, un millonario local venido a menos pero que no se resigna a perder su status de Señor Burns, y que todavía puede mantener a un Smithers a su lado. Dicha casualidad es el origen de una serie de confusiones que arrancarán al "Dude" de la apreciada monotonía que forma parte de su rutina; secretarios lamebotas, alemanes nihilistas, productores y estrellas de cine porno, mafiosos postmodernos, una artista plástica políglota y vaginal, un violento excombatiente de Vietnam judío (que nunca estuvo en Vietnam ni es judío), un adolescente que roba autos por puro aburrimiento, un narrador omnipresente y enigmático, un detective privado incapaz de resolver un solo caso, un jugador de bowling pedófilo, policías amables, policías fascistas, hippies pacifistas y Saddam Hussein son algunos de los personajes que se ven envueltos en una una historia que gira en torno al Dude y que rompe inesperadamente con las costumbres de una vida dedicada al bowling, al white russian, a la marihuana y a la tranquilidad en cualquiera de sus formas.

El Gran Lebowski es eso: una comedia de enredos. Pero con una profundidad inesperada y melancólica, una pulida estética visual, diálogos impecables, un humor inteligente y una detallada elaboración de los personajes; en una palabra: una excelente dirección. Como si ésto fuera poco, la fotografía, la producción y sobre todo, la banda sonora son sencillamente deliciosas. Esta es una de esas películas en las que todo encaja, en donde al querer analizar su composición es muy difícil definir la línea que separa el esfuerzo del talento, pero en la que se evidencia una enorme dosis de ambas cosas. Una película que, sin ser imprescindible, es como todas las de los hermanos Coen: inteligente y bella, con una narración en donde paulatinamente se mezclan la realidad y el sueño y en la cual lo plausible puede ser bizarro, pero lo bizarro nunca llega a convertirse en absurdo.

http://www.clubdelsilencio.com.ar/2009/05/11/the-big-lewobski-1998/
jpsaenz
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9
31 de julio de 2009
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inconsciente, inevitablemente busca uno paralelos entre "INLAND EMPIRE", la última, y "Mulholland Drive", la anterior película del genial director David Lynch. Los paralelos son pocos, haciendo la salvedad de que ambas películas son producto de la misma mente enferma. Si en Mulholland Drive el desarrollo de los personajes es paulatino y confuso, en INLAND EMPIRE es precipitado y decididamente incomprensible; si aquella nos presenta dos grandes planos narrativos, esta nos atropella con varias y complejas dimensiones simultáneas e interconectadas; si la primera nos pareció larga, la segunda nos resultará interminable.

Lynch trabaja para un público adulto, capaz de ejercer su derecho al raciocinio y su derecho a la emoción por partes iguales, plantea interrogantes que sabe que podremos resolver por nosotros mismos y acepta nuestras conclusiones y nuestros sentimientos, sean estos cuales fueran; es decir: respeta nuestra libertad e individualidad. No nos teme y por eso no se molesta en explicar nada.

Sus películas son difíciles; pero solo un poco: sucede que estamos demasiado maleducados en la explicitud. Entonces, no todo lo que aparenta ser una inconexa sucesión de imágenes es realmente una inconexa sucesión de imágenes. El Imperio Interior de Lynch es el más interno de todos, en donde conviven nuestra memoria, nuestros sueños, nuestros demonios y nuestros deseos. Un imperio surrealista pero naturalista, que ocurre por debajo de la realidad y sin embargo es parte de ella. Y constructivista, en el cual la percepción es recipiente de su propia creación, un imperio simbólico y explícito, individual y colectivo a la vez.

Para entrar al imperio, debemos ir desarmados: desarmados del vicio de la explicitud, desarmados de la distorsión de la memoria, desarmados hasta de la comprensión del lenguaje: por eso la imagen es borrosa y pálida, sin dar explicaciones; por eso las dimensiones son muchas y muy complejas, sin que las podamos recordar; por eso una gran parte de los diálogos están en polaco y sin subtítulos. Entramos al imperio confundidos y cansados, sin voluntad para la discusión, pero con la percepción agudizada: la única manera de construir el Imperio Interior que Lynch nos está mostrando. INLAND EMPIRE es un alucinógeno que se mira; cannabis sin THC.

Y a la vez, es un pesadísimo paquete de detalles, una genial composición rompe-cabezas, como demuestra la inscripción, a primera vista críptica, “AXX°NN ——->“, que podemos ver, siempre escrita con tiza blanca, insistentemente, marcando la entrada a los portales interdimensionales del universo lyncheano, los innumerables túneles que nos transportan de una percepción y de una realidad a otra.

INLAND EMPIRE es una película para ver en soledad y construir en compañía. ¡No se la pierdan!

Texto completo en: http://www.clubdelsilencio.com.ar/2009/05/12/inland-empire-2006/
jpsaenz
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8
31 de julio de 2009
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Låt den rätte komma in" (su título en sueco original), es sin duda, la mejor película de vampiros que jamás vi. Con un poquitín de trampa, porque la historia fantástica de vampiros solo es una excusa para hablar de cosas reales de humanos: la amistad, el amor, la confianza, el miedo y la soledad son los pilares de esta historia, mezcla curiosa pero muy bien lograda de una de vampiros y una de romance adolescente, pero que rescata lo mejor de cada género, sin caer nunca en la cursilería o en la intrascendencia.

La película me atrapó desde el primer momento, tal vez porque en la primera escena hay un momento que recuerda fuertemente a las limousinas de Mulholland Drive (No me atrevería a decir que es una cita pero fue lo primero que se me cruzó por la mente)

Por supuesto, “Let the right one in” no salió de la fábrica de salchichas; este es un filme sueco (y como bien saben los cinéfilos de todo el mundo, los escandinavos rara vez decepcionan a la hora de rodar cualquier cosa, y por suerte ésta no es la excepción). No conozco a su director, Tomas Alfredson, pero les aseguro que aquí ha hecho un trabajo impecable: la fotografía es decididamente bella, con algunos planos arquitectónicos y geométricos, colores y texturas impresionantes y un evidente dominio de la narrativa de los planos; la banda sonora es estremecedora y perfecta, el rítmo delicado y suave, con el que logra mostrarnos hasta la violencia más cruda de manera delicada y suave. Y del libro ni hablar, que como dije más arriba, se inscribe formalmente dentro del género vampirezco (sin olvidar pintorescos detalles como combustiones espontáneas, hediondez provocada por largos períodos de abstinencia, el imprescindible “permiso para entrar” a la casa de los hombres, entre muchos otros) pero cuenta con una profundidad mayor al hablarnos, detrás de las imágenes y detrás de los símbolos: del valor, de la vergüenza, del trabajo que representa tener que ganarse la confianza y el amor de las personas, del miedo ante lo desconocido y ante lo diferente y del peso ineludible y atroz de la soledad de ser humanos.

[...]

Hecha esa pequeña salvedad, el saldo de la película es: muy recomendable, sobre todo en épocas como esta, en donde la moda de los vampiros impuesta por la fábrica de salchichas y repetida hasta el hartazgo en forma de Twilights y Buffys, para un público adolescente que nunca tuvo la suerte de sufrir ni un poco (y por lo tanto consumidor casi compulsivo de aquel tipo de "fastfood cinematográfico", lleno de luces, fuegos de artificio, lugares comunes y dosificadas porciones de emoción en lata; pero sin el menor atisbo de ningún dolor genuino), casi nos hace olvidar que los vampiros son los seres más humanos dentro este planeta triste y oscuro y poblado por un montón de zombies de sangre roja y caliente.

Texto completo: http://www.clubdelsilencio.com.ar/2009/07/31/lat-den-ratte-komma-in-2008/
jpsaenz
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9
16 de junio de 2009
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Te diran que no hay destino; pero si lo hay: es el que tu has creado."

Creo que se puede resumir la película (la mejor que vi en lo que va del año y desde entonces parte de mi top ten) con esa frase, parte de un monólogo brillante casi al final y escencia del constructivismo que se respira a lo largo de todo el film, el debut como director del aclamado guionista Charlie Kaufman (de cuya pluma también salieron "Being John Malkovich", "Eternal Sunshine of the Spotless Mind", "Adaptation", etc.)

Un guión exquisito y profundamente filosófico en combinación con una puesta en escena absolutamente impecable y un sonido simplemente hermoso (no solamente la banda sonora es perfecta; los efectos sonoros son sutiles pero de una exactitud rayana a lo lyncheano) hacen de esta película una verdadera obra de arte, cargada de inteligente humor, cuya primera media hora introductoria es realista, la hora central surealista y la última media hora de una aglomeración y densidad lírica pocas veces vista, en donde la película experimenta un agudo y a la vez frágil aumento de tensión. La natural explosión que resuelve dicho suspense no es explícitamente violenta, aqui no llueven sapos como en Magnolia, ni hay tiros en la nuca como en American Beauty, pero no por ello deja de ser menos intensa: al monólogo que contiene la cita mencionada más arriba le sigue, durante una escena pacíficamente apocalíptica, un monólogo interior (y final) increíblemente lúcido, desgarrador, preciso; y que describe a la perfección la sinécdoque del film entero. Varios segundos de silencio luego de la cuminación de un fundido en gris, justo antes de los títulos de cierre, nos dan el espacio suficiente para comenzar a reflexionar, dejar escapar una lágrima y sonreír en silencio.

Vi la cinta el sabado pasado y me está pasando como con el primer visionado de Mulholland Drive: esta es una película que no me deja en paz, permanentemente estoy volviendo a ella, en cualquier momento: al levantarme, mientras trabajo, después de comer o en la oscuridad y el silencio que le precede al sueño: volviendo una y otra vez a ciertas escenas impecables, a ciertos diálogos implacables pero imprescindibles.

Leí por ahí que la película vive del libro pero que el debut dirigente de Charlie Kaufman peca de principiante... nada más lejos de la verdad. De hecho una de las escenas más exquisitas del film está construída sobre un corte de menos de un segundo que sintetiza, o mejor dicho: reemplaza a, dos o tres horas de acción dramática...

Texto completo en: http://www.clubdelsilencio.com.ar/2009/05/11/synecdoche-new-york-2008/
jpsaenz
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10
13 de junio de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
- ¿Puedes detenerte y, por un momento, reflexionar?
- Bien. Reflexiono.
- No, no estás reflexionando. Estás demasiado ocupado intentando ser un sabelotodo. Quiero que reflexiones y que dejes de intentar ser un sabelotodo. ¿Puedes hacerlo?

Lynch nos advierte así que dejemos de intentar explicarlo todo. Que nos detengamos, pues estamos muy ocupados tratando de encontrar, para todo, una respuesta; demasiado acelerados, demasiado ansiosos por racionalizar cada momento, cada palabra. Que abandonemos los esquemas tradicionales que ponemos en marcha, automáticamente, cuando nos sentamos en la butaca del cine, pues lo que él tiene para ofrecernos se puede facilmente intuír, pero difícilmente explicar. (o bien: que la explicación solo será un producto de la reflexión, esa que sirve para poner nuestra intuición en órden) En su última película, Mulholland Drive, ese corto diálogo es parte del que mantienen Tesher, un director de Hollywood presionado por la mafia y el Cowboy, un personaje misterioso y pasajero; de hecho, solo aparece en esa escena, que no dura más de 2 minutos, y luego, casi al final de la pelicula, cuando se interpone entre el espectador y la cámara por casi un segundo y medio, caminando desde la izquierda hacia la derecha de la habitación que está siendo filmada, y cuya corta duración toma proporciones espeluznantes, horas más tarde, cuando la reflexión no nos dá tregua y nos obliga a pasar de un lado a otro de la cama sin poder cerrar los ojos y (por fin!) encontrar el sueño y dejar de pensar en la maldita película. Al fin y al cabo es solo eso, unos cuantos metros de celuloide fácilmente inflamable.

Pero aún de la boca de un personaje tan secundario como él, ese diálogo es una de las (tantas) piezas que debemos ir recolectando para armar el rompecabezas que Lynch nos presenta en los 180 minutos de una magistral experiencia cinematográfica. Mi primera impresión, mientras leía los créditos de cierre, fué: La película asombra por su claridad, siendo al mismo tiempo altamente desconcertante, sin decidirse por un ritmo determinado; a veces extremadamente lenta, con planos fijos, inamovibles; otras extremadamente acelerada, con una cámara ebria; alienante, sin coherencia temporal o física, pero con algunas escenas realmente brillantes, que podría ver una y otra vez sin que desaparezca esa sensación de que estoy viendo uno de los mejores productos que puede dar el cine. Un producto altamente surrealista y de una profunda simbología; pero brillante.

Detallista y perfeccionista al máximo, Lynch nos obliga a ver la película por segunda y por tercera vez y entonces sí, después de dos días y dos noches, después de haber abandonado las tareas habituales como ir a trabajar, comer o dormir la siesta, después de haber visto la misma película por cuarta vez consecutiva, después de haber estado más de 60 horas sin poder pensar en otra cosa...

Texto completo en: http://www.clubdelsilencio.com.ar/2009/05/11/mulholland-drive-2001/
jpsaenz
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