No nos engañemos, que se trate de un filme mongol no garantiza la calidad que suele agraciar a toda producción externa a Hollywood o Europa. La película es bella en estilo, color y sobre todo personajes. Es tan real que ni siquiera se han molestado en buscar actores. Es la vida misma, con sus alegrías y sus desgracias. Aquí el atractivo reside en los tres niños, especialmente el menor, que sin decir una palabra, hace que quieras volar hacia Mongolia y adoptarlos a todos. Una delicia para los ojos, aunque tediosa en la total extensión del largometraje.

No es su cuidada realización, ni la magnífica imagen, ni sus colores, ni tan siquiera la triste banda sonora, sino la historia que nos cuenta lo que hace de esta película un maravilloso y cruel cuento que no es tal. La muerte y la risa se complementan tan bien que deseas vivir eternamente en una cueva acompañado por Setsuko, contándole que soñar es probablemente lo único bonito que queda. Qué triste, qué hermosa.

Para ver esta película es necesaria una dosis extra de fortaleza espiritual. No hay nada que acabe bien, ni siquiera la esperanza de una vida menos dolorosa. Un retrato de muchas personas que luchan por seguir adelante en una sociedad mezquina demasiado ocupada en la imagen y la obsesiva idea de agradar y ser queridos. Extremadamente cruda y real en muchas ocasiones, e insoportablemente triste en otras tantas. Sublime la interpretación de Ellen Burstyn.

La tecnología y los efectos especiales han llegado tan lejos en esto del celuloide que en esta película el mejor de todos ha sido Kong virtual, qué triste. Un cero a todos y cada uno de los protagonistas que le acompañan. Naomi Watts se expresa tan bien en la alegría como en la tristeza, quiero decir, que pone la misma cara en cualquiera de ellas, y así la mantiene desde el principio hasta el fin de las tortuosas tres horas que dura la película. Podría estar destripando escena por escena, pero estaría perdiendo mi tiempo, como lo hice al sentarme en la butaca. Allá ustedes...

Empecemos por aclarar que esta película no ofrece absolutamente nada nuevo, pero tampoco debemos sepultarla bajo el peso de la ferocidad que el hastío y la saturación del cine de terror nos ofrece cada poco tiempo. Maria Bello no lo hace mal, aunque se hace inevitable la comparación con la Naomi Watts de The Ring. Creo que está por ver lo mejor de esta actriz, con inmensas cualidades para el drama. Sin pena y sin gloria, me declaro neutro ante lo presenciado. La historia muestra claros huecos argumentativos bien solventados por los personajes, no obstante, el peso de lo absurdo (una niña "muerta" que vive en casa o un infierno borroso en blanco y negro) convierte a The Dark en un entretenimiento de sobremesa. Mucho me temo que nos espera una segunda parte.