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Críticas de Alfie
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Críticas 256
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
28 de abril de 2010
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se encuentra uno con otra cinta más de esa serie b americana, de alma negra, y no espera más que lo de siempre: sorprenderse ante el buen, buenísimo cine que se llegó a hacer en esa época. Siegel, Fleischer, Ulmer…directores que se desmarcaron de las reglas de juego establecidas en los grandes estudios para adentrarse en el terreno de la improvisación, de la libertad y de la pericia.

Y la primera sorpresa que nos depara “Murder by Contract” es fascinante. Como si de un polar francés se tratara, Lerner filma una película con todas las características que luego aflorarían brillantemente en el cine de, por ejemplo, Melville. Ese soniquete musical sesentero, ese estudio profundo del personaje a través de su mirada, de sus comportamientos, esa abstracción que rodea parte de la cinta…todo nos induce a pensar que lo que vemos no es un film americano, sino un producto del más profundo y excepcional cine francés. No me cabe la menor duda de que este film anticipa claramente a la fantástica “Le Samouraï” (Melville, 1967); y no solo en el argumento o en el desarrollo de la historia de un frío y perfeccionista asesino a sueldo, no. Va más allá de simples coincidencias. Es el espíritu, los matices. Los aires de ambas cintas provienen del mismo lugar.

Así, Lerner nos hace el retrato perfecto de Claude (imponente Vince Edwards), un ciudadano ejemplar cuyo trabajo no alcanza para poder comprar su sueño, una casita en Ohio River. De esta manera, se inicia en el mundo criminal realizando “contratos” para un “agente inmobiliario” por los que es generosamente remunerado. Después de algunos asesinatos, grabados en elipsis con un resultado brillante, Claude se tiene que trasladar a L.A. donde tiene que ocuparse de una testigo que va a declarar en el juicio de un pez gordo. A partir de su llegada a la gran ciudad, Claude se desnudará ante el espectador mostrando su implacable manera de actuar y dejando ver sus fobias, sus manías y sus miedos. El desarrollo del personaje es brutal, antológico y culminará en un final inolvidable.

“Es la película que más me ha influido. Había puesto un extracto de ella en Calles Salvajes, pero tuve que quitarlo porque era muy largo y un tanto esotérico. Hay una escena de entrenamiento físico que recuerda mucho a la de Taxi Driver. En Taxi Driver traté de reencontrar el espíritu de Murder by Contract. Lerner era un artista que sabía trabajar taquigráficamente, como Bresson y Godard. Esta película nos avergüenza a todos, por su economía de estilo, sobre todo al principio, en la escena del asesinato en la peluquería. Vince Edwards está sensacional en el papel del asesino incapaz de matar a una mujer. A los tipos del barrio que no sabían nada de cine les gustaba Murder by Contract. Les gustaba la película simplemente porque veían en ella algo único.”

Palabras de Scorsese que espero que, junto a las mías, les animen a ver un film único e irrepetible. Disfrútenlo.
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Alfie
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9
21 de abril de 2010
34 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es “Wagon Master” una de esas muestras irrefutables de lo grande que llegó a ser John Ford. Después de haber cambiado la historia del western con su trilogía de la caballería, y situarlo en un lugar preferente en la historia del cine, el cineasta afrontó el rodaje de esta pequeña joya que, aunque no contó con los recursos que manejó en sus anteriores films, si pudo presumir de haber sido creada y concebida sin ningún tipo de ataduras por parte de los grandes estudios. Libertad creativa total para un Ford que trabajó con sus propios actores, con su propia historia y en el lugar donde quiso.

Y así nace esta película. Un film que respira conciliación por todos sus poros y donde el espíritu de los pioneros que se adentraron en el recóndito y desconocido Oeste adquiere tintes épicos. Épica que viene marcada, sin duda, por las pretensiones de un director que hace del viaje de esa caravana algo más de lo que en un principio puede parecer. Sin aparente esfuerzo, y con sus habituales recursos “made in Ford”, el camino que emprenden esos mormones se llena de esperanza, alegría, solidaridad y de humanidad. Vuelven a aparecer los bailes, símbolo absoluto de la colectividad y del esfuerzo común para llegar a la tierra prometida; también el protagonismo mayor del paisaje, de nuevo, como principal obstáculo a los sueños de tantas personas y que Ford negocia tan magistralmente como solo en él es de esperar: Monument Valley erigida en geografía portentosa o esas carretas cruzando ríos de una manera tan fantástica que supera lo cinematográfico.

Luego, el hilo argumental es simple, sencillo y sin muchas trabas. La lucha y la violencia se dejan para justo el principio y el final y son simplemente caminos de tránsito obligado para llegar a lo más profundo de este western. Los mormones, los indios navajos, la familia de forajidos Clegg, el Dr. Locksley Hall y sus cabareteras, Travis y Sandy…todos forman parte de un cuento lleno de realismo y superación donde las canciones de los pioneros sirven de banda sonora a un viaje que, como bien nos enseña el director de los directores, tuvo que ser tan inolvidable como enriquecedor.
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Alfie
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7
18 de abril de 2010
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como figura de interminable recorrido y de múltiples posibilidades, la femme fatale adoptó con el paso de los años infinidad de formas y comportamientos. Los prototipos variaron mucho y oscilaron entre la típica mala pécora cabaretera de pasado sucio y corrupto hasta la fiel esposa que, por las circunstancias de la vida, se encuentra ante la disyuntiva del bien y el mal, de lo correcto e incorrecto, eligiendo evidentemente el camino hacia la fatalidad. Este último es el caso que nos ocupa.

Los Palmer son aparentemente un matrimonio normal formado por Alan (Arthur Kennedy) y Jane (Lizabeth Scott). Conduciendo una noche llega hasta su coche un maletín con sesenta mil dólares que, como pueden imaginar, desencadenará la peor de las tormentas. Alan, dispuesto a llamar e informar a la policía, se encontrará con la fuerte oposición de su mujer quien se descubrirá como una mujer interesada y dispuesta a todo con tal de mantener el dinero en su posesión. Todo empeorará cuando aparece en escena Danny Fuller (Dan Duryea), un chantajista que exige la propiedad del botín y que pondrá a Jane entre la espada y la pared. Por cierto que la aparición de Dan en escena recuerda muy mucho a la que hacía su personaje cuando entraba en casa de Alice Redd (Joan Bennet) en la inolvidable “The Woman in the Window” (1944, Fritz Lang).

“Mala jugada Danny, intentar acorralar al tigre”. Eso pensó quien les escribe. Como cuando ruge la marabunta o como cuando Messi arranca hacia la portería, Jane comenzará un festival de zarpazos que acabará con todo lo que le rodea y lo que se interponga en su camino. Se desarrollará así un personaje atormentado, ambicioso y oscuro que consigue atrapar al espectador en una historia llena de suspense e incertidumbre. La actuación, la fisonomía y los rasgos de Scott hacen el resto para terminar perfilando a una mujer que, disfrazada de esposa y ama de casa ejemplar, alcanzará las más altas cotas de la maldad humana.

Un “todo por la pasta” que finaliza de la misma manera que se desarrolla: transitando por el peor de los caminos. Byron Haskin dirige este noir que, siendo bastante desconocido (como casi toda la carrera del director fuera de la ciencia ficción), contentará a todos los amantes del género y les dará una razón más para seguir afirmando aquello de que “al final la culpa siempre es de ellas”.
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Alfie
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9
18 de abril de 2010
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué decir de John Ford que no se haya dicho ya. Aportar cosas originales se hace harto complicado y uno solo puede contentarse con llegar a la conclusión de que hablar de Ford es hablar del cine en su máxima expresión, en su más completo significado. Y si hay un lugar donde el gran cineasta alcanza su cénit ese es el western; particularmente en la trilogía de la caballería (“Fort Apache”, “Río Grande” y “La Legión Invencible”), tres películas donde se condensa lo mejor de un director del que podemos asegurar, sin ningún remilgo, que es el mejor que ha dado el séptimo arte.

Esta “Legión Invencible” es para el que escribe la preferida de las tres. En ella aparecen las mejores pinceladas de Ford y se hacen patentes muchas de sus pretensiones. Un poema épico en imágenes donde el héroe fordiano por excelencia, el Capitán Nathan Brittles (John Wayne), da sus últimos coletazos esperando la amarga retirada. Nostalgia individual que camina de la mano de un ensalzamiento a la colectividad y a la unión de una sociedad, representada en el ejército, que se abre paso a través de tierras vírgenes, dando forma a un nuevo país creado por los sueños de muchas personas. Los bailes, los funerales, los cementerios, la tropa en marcha…elementos comunes en una filmografía que elogia los valores tradicionales y de los que Ford se sentía orgulloso y defensor: la familia, el honor, la solidaridad, el respeto por los pueblos indios o la posición de mujer como elemento primordial en la sociedad.

Y luego está la magia, los detalles sutiles, solo visibles para los verdaderos amantes del mejor cine, y que componen una obra excepcional e inigualable. Es Monument Valley, o “The Ford Country”, filmado como nunca hasta entonces. Un paisaje sometido a tormentas, cubierto por la nieve o simplemente rodado con unos colores rojos intensos que dibujan un crepúsculo fascinante. Pero también son esos caballos, que sudan, que miran a la cámara, que respiran y que actúan como protagonistas principales de esta historia conciliadora y que Ford usa, en muchos momentos, para cerrar definitivamente la brecha de la contienda civil. Todo esto desde una manera de entender el cine tan personal y auténtica que solo podía haber salido de la cabeza de un genio. Ya saben, su nombre, JOHN FORD.
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Alfie
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8
16 de abril de 2010
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pertenece “Decoy” a esa serie de películas que, con el paso del tiempo, han escrito su nombre en el catálogo de oro del mejor noir americano. Y, sin duda, por méritos propios. Al verla no puede uno sino recordar a “Detour”, a la trilogía negra de Mann o a las obras maestras de Joseph H. Lewis: serie b, poco metraje, rodada en estudios poco glamurosos y ritmo, mucho ritmo.

Y así es como comienza el film. Con un plano secuencia inolvidable que nos anticipa el final de la trama. Sin embargo, y a pesar del flashback, el espectador no encontrará sentido a esa introducción hasta los últimos fotogramas que coinciden con el desenlace de una historia llena de personajes atormentados y comportamientos arrebatadores. Margot Shelby es una femme fatale que consigue en un asalto, junto a su amante Frank Olins, un botín de cuatrocientos mil dólares. Pero Frank es detenido, acusado del asesinato de un policía y condenado a muerte. Ya en el corredor, esperando el inevitable momento, Olins se negará a dar el paradero del botín a Margot quien se verá obligada a urdir un plan para sacar a su ex de allí y así poder conseguir el tan ansiado dinero. Para ello no vacilará en embaucar, engañar y traicionar a todo tipo de hombres: desde el implacable sargento “Jo Jo” Portugal, al médico de prisión y protagonista de la portentosa escena de apertura ya comentada, Dr Craig, pasando por el frío y calculador hampón Jim Vincent. El final servirá para, además de hacer encajar al espectador todas las piezas, elevar a irrefutable aquello de “juego de manos, juego de villanos”.

Con una puesta en escena clásica y acompañada de un soniquete musical espléndido y estiloso, el film flojea en algunas interpretaciones, principalmente en la parte correspondiente a Jean Gillie (Margot shelby) quien en ocasiones transforma su irracional comportamiento en alguna escena bastante estridente y fuera de sitio. Esto, sin embargo, no merma en un ápice la trepidante historia que filma con mucho oficio un desconocido Jack Bernhard, director habitual de thrillers policíacos, y quien se sobrepone al insuficiente desarrollo de cada uno de los personajes para terminar rodando una obra que, a día de hoy y para los amantes del género, supone un encuentro magnífico con el mejor noir de los cuarenta.
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Alfie
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