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España España · Barcelona
Críticas de Tombol
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Críticas 458
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
13 de junio de 2024
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Últimamente me viene como que uno no puede entrar bien en una producción cinematográfica si no está suficientemente bien dispuesto a ello. Ello quiere decir que tiene que existir, más que un deseo, yo diría que una necesidad de disfrutar de un producto; es entonces que el espaciamiento de suficiente tiempo entre el visionado de dos películas se hace imprescindible. Luego hay que añadir un par de cuestiones más, como son el despeje mental y la voluntad de atención, llevadas a cabo dentro de las condiciones adecuadas.
A pesar de haber dejado pasar varios días, no entré en “La balada del soldado” adecuadamente. Su principio, muy rudimentario, menoscabó mi predisposición; y también, la existencia de una atención deficiente. Es por eso que, al acabar la película, leí algunas de las críticas. Me sorprendieron los halagos que se prodigaban, e intuitivamente comprendí que mi visionado había sido como he dicho, pobre, mi percepción fue en exceso superficial. Es por eso que me animé, el mismo día, a verla una segunda vez, para asegurarme y hacer una crítica mínimamente certera.

- Bueno, entonces concluyo que piensa que estamos ante una pieza mayúscula…

Vamos a ver, yo no diría tanto. Sí es cierto que, sorprendentemente, mi visión cambió radicalmente. Lo que la primera vez me parecía maniqueo y descafeinado, ahora me resultó brillante. Que lo que en principio apuntaba a historia rutinaria y simplona, ahora tenía vida propia y belleza particular.

- Bien hecho, a veces hay que rectificar…

Estoy de acuerdo, aunque en mi caso había algo que no me había dejado tranquilo, lo noté, por eso ojeé las otras críticas, cosa que no suelo hacer. Desde luego la clave es ser honesto con uno mismo, y, a partir de ahí, “p’alante”. Me queda entonces la certeza de lo que he puesto al principio, y además me sirve también para entender cómo es posible tal disparidad de críticas cuando se ve una película.

- Le gustó mucho, entonces…

No me suele interesar hablar de “gustar”. Me interesan los méritos objetivos, los logros más evidentes, comprobar la honestidad de un trabajo. Y sí puedo decir que esta “balada” está bien construida, tiene alma propia, lo que ya es mucho. En este segundo visionado comprendí mejor el enfoque del director, el sentido de la narración, el espíritu que la insuflaba.

- Vio lo que otras críticas ensalzaban…

Así es, más yo no soy un entendido de cine, no caigo en los significados que otros espectadores son capaces de ver (las pompas de jabón, los contrapicados intencionados, etc.) ni tampoco soy un experto en cuestiones técnicas (la fotografía, aspectos sonoros). Reconozco que tampoco me interesa especialmente ese conocimiento. Lo que me interesa es comprender lo que me están contando, porqué y para qué. Si se puede luego disfrutar de aquellos aspectos, pues mejor que mejor.

- Le han contado una historia maravillosa…

Son hermosas las dos historias de amor, tanto la de la pareja como la de la madre con el hijo. Ese sentimiento está reflejado de una forma muy bella. La película parece que se alarga más de la cuenta por momentos, pero cuando eclosiona en ciertas escenas de clímax ves que ha valido la pena ese alargamiento.

- No le pondrá alguna pega a esta película…

Hubo algo que no me convenció, y que he comprobado que ni se menciona. La película se sitúa en un marco de guerra, la II Guerra Mundial, comprobamos en todo momento los efectos de esa devastadora guerra sobre la población. De hecho el director Chukhrai lo que pretende es asociar las circunstancias de la vida del joven soldado Alyosha con lo que le compele desde el exterior. La guerra es el terreno que usa el director para mostrar la escasez, la incertidumbre, el dolor, el miedo, y también la generosidad, la hospitalidad, el compañerismo, la comprensión hacia tus iguales. Es decir, un entorno y circunstancias lastimosas en las que deslumbran ciertos actos de gran humanidad. Pero es claro que Chukhrai quería arremeter contra el tema de la guerra…

- ¿Y acaso no lo hace?

De manera tibia, en mi opinión. Evidentemente, si lo hubiera hecho de otra manera, no le habrían dejado hacer la película, es por ello que no lo critico. Pero ese no es el tema, lo que yo veo es que nos deja un dibujo demasiado complaciente de lo militar (no hay más que ver el perfil de todos los militares que aparecen, incluido el vigilante de trenes), Chukhrai nos habla de los efectos de la guerra pero no de lo que la genera. Qué quiere que le diga, a mí me falta algo, se me queda algo buenista el relato. No lo suficiente como para decir que no vale la pena el visionado de “La balada”, pero si que afectó. Cómo no va a afectar, si el director se tuvo que andar con pies de plomo en ciertos momentos, y se nota.

- Pero eso es juzgar sobre lo que no se ve…

Yo creo que sí se ve. O se siente. Entiendo que el aspecto lastimero, el bondadoso, el sentimental, arrebaten el sentir de muchos espectadores. Pero es que, si el director nos muestra todo lo maravillosos que podemos llegar a ser y lo víctimas que somos de lo que nos hacen… ¿No vendría bien hablar un poco de porqué ocurre?

Se entenderá más lo que digo si nos metemos más personalmente en el asunto: Ahora que se escuchan tambores de guerra en Europa (y que hay el peligro de que nos metan en una guerra que ni nos va ni nos viene), no hay más que ver lo que se están incrementando los presupuestos de Defensa, si llaman a filas a nuestros hijos e hijas... ¿Qué vamos a hacer? ¿Lloriquear y sentirnos como unos pobres desgraciados?

Nada más, comparto muchos de los halagos que la película se lleva. Un 7,1.
Tombol
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8
7 de junio de 2024
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pequeño banquete para el espectador. Sus ingredientes: Un ritmo reposado, una cadencia relajante; poco ruido, pocos y concisos diálogos, cánticos espirituales; una historia sencilla, sin artificios, arquetípica; miradas que lo dicen todo; trabajo coral bien estructurado; contenido edificante, con elementos nutritivos de variada especie.

Me prendó su positividad, a pesar de mostrar ciertas nocividades de la condición humana. Mucho hay del espíritu y sensibilidad de Dreyer. Acierto en la pausa del quehacer de los actuantes, algo que adolece la mayoría del cine de época actual, que aplica las condiciones de vida de la modernidad a cualquier tiempo pasado. Y es que hay que entender que nuestros modos de vida han cambiado, y con ello la psicología y comportamientos del individuo.

Recojo seguidamente las cinco cuestiones que principalmente, de manera aleatoria, rescato entre todo el metraje, aunque sin duda hay más, que no alcanzo a recordar ahora:

PRIMERO: ¿Quién es un artista? ¿Obedece a un modelo? No necesitamos hacer música o pintar para ser artistas. Ser artistas tiene más que ver con lo espiritual, con nuestra manera de conectar nuestro interior y el mundo. Tiene que ver con la sensibilidad que se pone para hacer las cosas, con cierta ética profunda que se expresa en acciones que contienen verdad y belleza (en la película, la generosidad, el desinterés).

SEGUNDO: El significado de “la comunidad”. La comunidad puede nulificar y embrutecer al individuo. Las ideas que sustentan la comunidad marcan el curso de su desarrollo. Una buena base multiplica el valor y el mejoramiento de sus miembros y de sus acciones. Una base nociva los ahoga y los convierte en meros títeres del sinsentido y la estupidez.

TERCERO: La vida sencilla es una base válida sobre la que construir un mundo con unos valores que valga la pena vivir. El pasado que contemplamos, y el presente, se sustentan en unos modos de vida que no sabemos de dónde proceden (o sí), todo ajeno al sujeto propiamente dicho: Las religiones, las ideologías, tantas creencias castrantes…

CUARTO: La historia del General y una de las hermanas nos enseña algo muy particular, que aquel llega a verbalizar en un momento dado: Damos importancia sólo a lo que conseguimos, a los logros materiales, a los objetivos que nos imponen nuestros sentidos. Pero vemos que hay otra manera de funcionar, la que nos lleva a dar todo el valor a lo que somos, simplemente, sin más aditivos. No fracasamos al no alcanzar lo que deseamos. Respetar nuestro destino, no forzarlo, nos enseña que éste siempre cumple con su cometido de llenarnos de plenitud.

QUINTO: El encuentro del grupo, el compartir en torno a la fiesta, la comunión en un momento de celebración. Tan antiguo como el ser humano. Hoy vemos a un individuo cada vez más solipsista, más alienado, más aislado. El ser humano como tal solo podrá sobrevivir cuando, desde la base, se construyan eventos para el encuentro y la confraternización. En la película esto, tan básico, es central. Pero para verlo, hay que ser capaz de diseccionarlo.

Me temía que pudiera ser la típica película de cine europeo producida para generar premios, pretenciosa y adoctrinadora. Pero no. El director Gabriel Axe nos deja un trabajo muy estimable, eso sí, con el ritmo y la frialdad propios de los países nórdicos. Un 7,9.
Tombol
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8
7 de junio de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine hoy te permite ver, cómodamente desde tu casa, los mayores desastres o tragedias que en la mente cabe imaginar. Reales o imaginarias. Tan solo tocar un botón, y a disfrutar. Luego, puedes regalarte un rico bocado que echarte a la quijada, y a otra cosa, mariposa. Es el mundo virtual, el mundo del consumo de imágenes en movimiento. Qué placentera es nuestra vida, tan llena de estímulos y tan liviana a la vez.

- “Bueno, las guerras suelen ser hoy bastante “quirúrgicas”, se utilizan medios para que la población civil no sufra sus consecuencias”.

Con “Las tortugas… “ puedes tener un problema. Es tan descarnada, tan desnuda, y tan básica a la vez, que visionándola se te pueden revolver las tripas. Y no porque transite el camino de la violencia explícita, sino porque su contenido es tan veraz y crudo que tu imaginación podría quedar atrapada en el horror. Casi, o sin casi, peor que si estuvieras contemplando las imágenes más horripilantes.

- “Siempre ha habido guerras y las habrá, forma parte de la condición humana”.

Me recordó un poco a la oscuridad que muestra la película rusa “Masacre, ven y mira”. Esta última te muestra de forma más literal muchas de las atrocidades que se cometen en una guerra, pero a fin de cuentas ambas se sumergen en la misma temática y en la misma esencia; al final, su parentesco me ha resultado muy evidente. También las sensaciones que te van a quedar en el cuerpo se asemejan mucho.

- “Al menos el mundo es hoy un poco más seguro, y haber acabado con Sadam fue una buena noticia”.

Ambas parten también de la visión de ese mundo cruento a través de los ojos de la infancia. Esa es una de las cuestiones que, precisamente, otorgan a estas películas veracidad y pulcritud en su planteamiento. Unas condiciones de vida, contempladas desde esa visión, te dejan a ti sólo para que hagas el trabajo de discernir, de comprender, de extraer conclusiones, pues los chavales no van a soltarte discursos. Como espectadores, quedarse sólo en el terror emocional que esta historia te cuenta solamente te abocará a necesitar meterte un par de lingotazos para quitarte el mal sabor de boca.

- “Ellos tiraron las torres gemelas, generan grupos terroristas a gran escala”.

No creo que Bush fuera peor que Sadam. Los líderes mundiales, todos, desde sus estructuras estatales opresoras, antes y ahora, son las cabezas visibles de los mundos de opresión en los que vivimos. Abajo, el pueblo, marionetas que pisotear como colillas. En la película iraní, vemos al pueblo, ya muy degradado, que viven en unas condiciones penosas. Eso me pareció tan terrible como la propia guerra en sí.

- “Nuestro mundo occidental está libre de tales calamidades, nos hemos construido sobre unos pilares más justos y confiables”.

De lo más llamativo que aborda la película es el tema de la información. La información en general, lo que eso significa en la vida de las personas y lo que los medios de comunicación tienden a difundir. La gente se ha acostumbrado hoy en día a tragarse la información que se le ofrece, como si eso fuera un salvoconducto de vida, pensando que eso le va a salvar. Pero si eres una hormiguita, va a ser difícil que te salves, aunque conozcas el día y la hora del ataque.

- “Aquí en Occidente la información es más veraz, está mejor controlada, hay mecanismos que la regulan adecuadamente”.

El cine, hoy en día, te permite ver y conocer cosas que es posible que no vayas a ver en toda tu vida. Es posible, quién sabe. Pero el saber que cosas así puedan estar sucediendo, no es precisamente de lo más tranquilizador. Ayer le tocó a Iraq… ¿Y mañana?

“Las tortugas también vuelan”, un trabajo serio y coherente. Y desalentador. Mostrar el infierno es lo que tiene. Y es que, ya vemos, pensar que el cine nos pueda realmente concienciar de algo es una quimera, no hay más que ver los derroteros por los que todo el mundo se sigue moviendo, qué pena. Un 8.
Tombol
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7
28 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
HACER CINE CON BUEN GUSTO: He aquí un ejemplo de lo que digo. ¿En dónde se refleja? En los diálogos y textos hechos con finura, en la cortesía o en los buenos modales de cualesquiera personajes, en las imágenes reposadas, en la música agradable. Sin estridencias, sin comportamientos soeces, sin exageraciones innecesarias. Se respira una elegancia propia de los mejores relatos de la literatura del XIX.

FANTASÍA VS REALISMO: Combina ambos aspectos de manera muy efectiva, de manera que se entremezclan dando una especie de veracidad a una fantasiosa historia. Pero gracias a esa simbiosis, al juntar mundo material y mundo inmaterial, se evocan aspectos espirituales de la condición humana. Todo de manera suave, sin pretenciosidad, sugerencia, añoranza de lo profundo. Lo fantástico te permite no ceñirte a la lógica, a lo racional.

CONCRECIÓN, SINCRETISMO, SIMBOLISMO: Al igual que un buen cuadro, o que una buena composición musical, las líneas o las notas expresan un trabajo coherente y sólido. Es una película liviana, aterciopelada, amable. Es como cuando llegas a casa tras un día de trabajo infernal, y el cuerpo te pide silencio, o bondad, o sosiego interior. Jennie o el lirismo perdido de otro tiempo.

LA BELLEZA, LA VERDAD, LO ATEMPORAL: El metraje se reboza en esas cuestiones, enunciadas al principio de la película para que te embadurnes de ellas. Crear un marco de lo infinito sobre una historia, digamos, finita (aparentemente). Para que todo vuele, para sentir la trascendencia de lo cotidiano. La sola sugerencia merece la alabanza. Para poder apuntar de esta manera, se requiere mostrar desde lo sutil, desde el trazo delicado. En mi opinión funciona bien.

ARTE, ARTISTAS, MOTIVACIÓN, AMOR: Cuántos temas se entrecruzan, cuantos elementos parecen sustentar el relato. El mundo del arte, el negocio; o los artistas, “malditos” o desgraciados, sensibles o interesados; la motivación como motor para la creatividad, para ir hacia adelante, para dar sentido a la existencia, para ver las cosas de otra manera. Y cómo no, el amor, quizás el de la película muy platónico, pero contiene también una esencia de pureza, de inocencia, de respeto humano, de sentimiento real.


Sí, ya la había visto hace años, y es posible que mi enfoque esté algo “afectado”, sin suficiente distancia, condicionado por el recuerdo. Seguramente procede advertir que la línea entre sentir que la película es “ñoña” o “delicada” es muy fina, tal vez, a saber, cada cual la percibirá a su manera. Sí recomiendo verla en versión original, aunque reconozco que el tono de la voz del doblaje de Cotten me resultó más que acertado, casi supera al original.

Obra para tomar como el buen vino, en momentos concretos, no por su complejidad, sino por el paladar que requiere. Un 7,5.
Tombol
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7
26 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, casi tiene más de ensayo que de película. Hay un hilo narrativo en “modo película” de ficción, pero de lo que se está hablando es de otra cosa. Es el individuo de la modernidad versus individuo de las sociedades primitivas. Con unos personajes creíbles, con un escenario creíble.

El director Nicolas Roeg mezcla hilo argumental con imágenes congeladas, con sucesión de fotografías en ritmos cambiantes, con imágenes que nada parecen tener que ver con la historia central. Una forma de exponer que a algunos puede resultar desfasada, pero de lo que no cabe duda es que nos encontramos ante una forma válida de transmitir una idea de fondo, de romper el ritmo narrativo convencional para abrir la puerta a significados, a contenidos, a líneas paralelas.

Podría pensarse que es un debate gastado, esto es, la comparación sociedades modernas con sociedades antiguas. Pero aquí comprobamos que no, y eso ocurre porque la hipótesis se nos presenta bien formulada, de manera original y a la vez con una concisión y solidez argumental que dan empaque al mensaje de fondo. Todo muy lejos de argumentos complacientes y estereotipados.

Es claro que ya no se hacen películas así, esto es, con esta libertad expresiva, con este riesgo en la exposición, con estos planteamientos tan enjundiosos. Con un tema parecido están “La costa de los mosquitos” o “Captain Fantastic”; ambas películas se sumergen esencialmente en lo mismo pero comprobamos que no tienen el calado y la seriedad de la que nos ocupa. “Walkabout” no se apoya en sentimentalismos y efectos emocionales de los protagonistas, no se apoya en argumentos verbosos, no se complica divagando en un guion que mira de reojo al taquillaje. Y sin embargo tiene un fuerte impacto emocional.

Roeg nos muestra la relación entre los protagonistas de una forma seca, esquemática, muy medid. A pesar de que los protagonistas son todos muy jóvenes, incluso hay un niño, se sirve de ello para presentar la paradoja civilizacional de que hablamos desde la inocencia de los personajes, por tanto, no desde la complejidad de los adultos. Certera cuestión, para que nadie se vaya por las ramas.

Especialmente interesante las dos maneras que se presentan de entender la sexualidad. La común, “la civilizada”, produce sonrojo. Roeg muestra sus cartas después de dejarnos muchas tomas con las piernas de la joven protagonista… para que no nos vayamos de rositas.

No es muy halagüeño el panorama, aunque no nos guste: El mundo de la contemporaneidad, en el que los individuos son deglutidos en unas ciudades que son espacios sin vida, todo es mecanicidad e inhumanidad; el feísmo está en cada rincón; los seres que lo habitan son incapaces de la empatía y la sensibilidad mínimas; se han perdido las raíces, las culturas propias, los significados y misterios profundos. No lo digo yo, lo dice Roeg.

No se trata de volver a las cavernas, se trata de ver en lo que nos hemos convertido. El retrato de Roeg es quirúrgico, reconocible, no es “fantastic”. Qué dolor es reconocer esa realidad, qué fuerte percibir el abismo en el que nos encontramos.

Le compro a Roeg su serio planteamiento. Un 7,5.
Tombol
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