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España España · Salamanca
Voto de La Maga:
9
Acción. Thriller El día de su boda, una asesina profesional (Thurman) sufre el ataque de algunos miembros de su propia banda, que obedecen las órdenes de Bill (David Carradine), el jefe de la organización criminal. Logra sobrevivir al ataque, aunque queda en coma. Cuatro años después despierta dominada por un gran deseo de venganza.
20 de mayo de 2007
62 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
La espera ha sido larga, pero ha merecido la pena, ya lo creo que sí. Quentin Tarantino, el cineasta más influyente de la última década, lo ha vuelto a hacer. Que todo ser viviente adicto al cine se prepare a degustar la que seguramente será la película del año, y por qué no, de la década. Sin embargo, que nadie se engañe, Kill Hill Vol.1 no satisfará los gustos del crítico retrógrado, ni siquiera los del espectador estándar, sino que hará vibrar y troncharse a todos aquellos capaces de sentirse como pez en el agua en una sesión golfa. Y aquí radica su mayor virtud, que ha sido capaz de alcanzar el cenit artístico realizando la película que a él le habría gustado ver como espectador.
Esta rata de video-club con dos obras maestras en su haber (Reservoir Dogs y Pulp Fiction) ha demostrado tanto su capacidad para los diálogos (en otras películas los gángsteres no tendrían tiempo de discutir sobre cine, música o hamburguesas), como su inventiva visual (Kill Bill Vol. 1 es su máximo exponente), y ambas le bastan para reivindicar el robo descarado, acogerse al homenaje explícito, y hallar la única solución para el renacimiento del cine: el reciclaje.
Damas y caballeros, Kill Bill es un western moderno basado en largometrajes de Chiba, las artes marciales, los samuráis, los yakuzas y toda referencia cinematográfica que se precie (Sam Peckinpah, Fuller, Demille, Godard...), en el que destacan muchos de los elementos actuales de la cultura popular: las luces de neón, la estética cómic (nos regala una pequeña joya manga al retratar el personaje de Luci Liu), las armas, los monos de motero, la música - de nuevo, sabiamente elegida, encasquetada y elevada a ingrediente crepuscular -, los escenarios, los objetos...
Quizás sin Uma Thurman no estaríamos hablando de una obra maestra, pero es que todo genio necesita una musa, una inspiración a través de la cual dar rienda suelta a todas sus fantasías. Queda demostrado: Tarantino hace lo que le da la gana y cuando le da la gana. Provocador nato, confiere un universo propio - no de laboratorio, como se ha dicho en algún sitio -, a ritmo salvaje, sin el uso del ordenador, y con el distanciamiento adecuado (la sangre es salsa de tomate), nos invita a un viaje que no a todos tiene que gustar (no es su pretensión). Ver Kill Bill es como disfrutar de un paseo en montaña rusa, no a todos satisface, pero si no nos mareáramos, bien que nos subiríamos. Con esto quiero decir que hay mirar con los ojos correctos, fuera cualquier tipo de prejuicio, pues Kill Bill es el máximo exponente de que el estilo es arte.
La fascinación al poder: uno sale de la sala, y nada más llegar a casa, coloca a Uma Thurman de salva-pantallas en el ordenador. Él ya lo explicaba en una de sus frases como actor: Verás, puede que mi forma de contárselo dé la vuelta al mundo, pero es el viaje lo que importa.
La Maga
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