Adaptando su propia obra literaria, la directora a Lucia Puenzo recrea en su última película la estancia en la Patagonía argentina del doctor nazi Josef Mengele durante los primeros años de la década de los 60 del siglo anterior. Este episodio es bastante desconocido en la vida del denominado Doctor Muerte, algo que permite a la realizadora ese lujo impagable que da el cine que es fabular. También de paso vuelve a introducir un tema que parece que le interesa mucho como es el de las alteraciones y las anomalías genéticas en el ser humano, en especial durante la época adolescente, argumento ya expuesto en su celebrada opera prima “XXY”.

Como se nos recuerda en los propios créditos del film, tras escapar de su país y siendo objeto de una implacable persecución por parte del Mosad israeí, Menguele halló refugio en varios países de Sudamérica. Allí siguió perpetrando sus deleznables crímenes y sus macabros experimentos en niños, animales y mujeres embarazadas. Esto también lo pudimos ver en aquel magnífico clásico de los años 70 “Los niños del Brasil”, título que flota permanentemente en nuestra cabeza mientras asistimos al visionado de la obra de Puenzo.

Comienza “El médico alemán” con aires de thriller psicológico. El encuentro en los hermosos y bellamente fotografiados paisajes del sur argentino entre el enigmático protagonista y la familia de lugareños que encuentra por el camino nos pone alerta de que algo turbio puede estar a punto de pasar. Puenzo maneja con sutileza las miradas, los diálogos cargados de segundas intenciones, las reacciones de sus personajes (la ambigüedad del personaje principal, la fascinación que ejerce sobre la niña protagonista, el escepticismo con el que el padre ve esta relación). Sin estridencias y sin golpes de efecto extraños, el film va derivando hasta convertirse finalmente casi - y sin casi- en una película de terror; el terror que inspira la proximidad de un personaje como Mengele, o peor aún casi, la cercanía de los cachorros que tomaron su siniestro legado.

Ese mismo terror encuentra acomodo en el rostro pétreo de Alex Brendemühl, un actor a quien nunca tuve en mis altares, pero que aquí compone un más que brillante doctor Mengele. Evidentemente, no es Gregory Peck. Tampoco la película en la que participa es “Los niños del Brasil”, aunque puede verse como un complemento muy digno al film de Schaffner.