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España España · Barcelona
Voto de reporter:
8
Drama Ryoata, un arquitecto obsesionado por el éxito profesional, vive felizmente con su esposa y su hijo de seis años; pero su mundo se viene abajo cuando los responsables del hospital donde nació su hijo le comunican que, debido a una confusión, el niño fue cambiado por otro. (FILMAFFINITY)
30 de noviembre de 2013
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como más tarde descubriríamos, Steven Spielberg estaba (y sigue estando, se supone) por encima de lo que, tal vez por error, se le presupone (a saber, la defensa de los valores más tradicionales). No obstante, mientras duró el (auto)engaño, los asistentes a la 66ª edición del Festival de Cine de Cannes quisimos creer que el Presidente del Jurado lo estaba pasando fatal con las películas programadas a Concurso. En los pocos días que llevábamos de Competición, ya habíamos tenido ocasión de deleitarnos, entre otras muchas lindezas, con varias relaciones adúlteras, con dos menores de edad probando las pecaminosas mieles de las relaciones -excesivamente- carnales, o con un hogar descomponiéndose por todos lados.

Entonces, inmersos en nuestra ignorancia, supusimos que los encargados de la programación se olieron el mal trago por el que debían estabar obligando a pasar al gran amante de la indivisible unidad (o santísima trinidad) compuesta por ''papá + mamá + hijo(s)''; al mismo al que la intrusión / supresión de cualquier otro elemento le hace perder las cuentas. De modo que para compensar, y sin tiempo a que la mala digestión derivara en úlceras, se concedió una tregua a su estómago. ¿Qué mejor que un poco de clasicismo japonés para que la Competición volviera a sonreír? ¿Alguien invocó Hirokazu Kore-eda? Sí. En su última película, 'De tal padre, tal hijo' (derivación obvia del proverbio ''De tal palo tal astilla''), la cámara nos presenta a un padre y a una madre cuya relación con su único hijo se define por la combinación entre amor y educación estricta. Lo que haga falta para que el chaval crezca en un ambiente agradable que además le proporcione todas las oportunidades posibles para triunfar en la vida.

Los progenitores son jóvenes, guapos, bien educados y distinguidos miembros de la clase social alta. Su vástago es una adorable criaturita que está a punto de empezar su ''carrera'' como estudiante de educación primaria, un importante paso cargado de grandes esperanzas. Todo bien. Todo perfecto. Pero cuidado, hay trampa. A pocos meses de empezar el curso escolar, los padres van a recibir una noticia que va a poner patas arriba la plácida vida en su hogar. Resulta que el pequeñín no es realmente su hijo. Resulta que, seis años atrás, en el día de su nacimiento, se produjo un intercambio de bebés debido a la intervención de una de las enfermeras del centro. Boom. Estalló la bomba, y la herida abierta en el sistema digestivo de Spielberg debía ser de proporciones bíblicas.

Después de que la directiva del hospital se haya reunido con las dos familias afectadas por tan desafortunado incidente, se llega a la solución consensuada de seguir los pasos antes trazados en todos los casos similares registrados. En otras palabras, se llega al acuerdo de ''devolver'' a los niños, tras un período de adaptación, a sus respectivas familias biológicas. Los seis meses que requerirá dicho proceso se convierten en dos horas de metraje en las que se siente constantemente el embriagador aroma de, por ejemplo, Yasujiro Ozu. Casi nada. Los mejores pronósticos se cumplen: el alumno (?) Kore-eda demuestra una vez más que es el que mejor sabe llevar el relevo del maestro. Dicho legado, palpable también en otros autores de la misma nacionalidad (Yôji Yamada, Yojiro Takita...) hace que la suposición se transforme inmediatamente en irrefutable teorema: las películas que mejor abordan el tema de la familia (tan peliagudo como apasionante) salen del país del sol naciente.

Para concretar más, en esa misma nación nos encontramos con quien seguramente mejor sepa explotar su conexión (a sus anteriores películas nos remitimos) con aquellos que, a pesar de ser parte fundamental en cualquier núcleo familiar, normalmente quedan al margen de la consideración artística. Hitchcock sabía lo que se decía cuando aconsejó a sus compañeros de profesión que jamás trabajaran ni con niños, ni con animales, ni con quien podía ser la suma de ambos: Charles Laughton. Los mocosos, lo sabemos los que tenemos que tratar con ellos, son una fuente inagotable de dolores de cabeza. Hacen lo que quieren, a ser posible, lo contrario a lo que se les dice... quizás porque las personas que tratan de poner en orden su caos, olvidaron, hace mucho tiempo, lo que significa / implica ser niño. Excluyamos de este inmenso saco a Hirokazu Kore-eda, quien una vez más obra el milagro (en su lengua, ''kiseki'') no sólo de sacar el máximo partido de sus jóvenes intérpretes (son todos una ricura, sí, pero porque son creíbles en absolutamente todos sus matices), sino además de comprender y plasmar todas las dimensiones de la traumática convivencia entre la infancia y la madurez. El drama -griego- está en que ellos pagan nuestras debilidades... lo cual, a la larga, convierte a las adorables astillitas en vulgares palos, cerrándose así el ciclo de la amnesia. Benditos los cineastas capaces de romperlo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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