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Aventuras. Romance. Acción
El marido de Elizabeth Curtis ha desaparecido en algún lugar de África mientras intentaba encontrar las minas de diamantes del rey Salomón. Para encontrarlo, Elizabeth contrata al aventurero y explorador Alan Quartermaine y le ofrece una recompensa de 5.000 libras. (FILMAFFINITY)
30 de julio de 2008
48 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
1. Todos los negros son iguales y guardan muy bien la fila india.
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Seguro que hay una mezcla escandalosa de keniatas, marfileños, nigerianos e incluso algún magrebí de palo. Si me apuras debe haber hasta españoles ligeramente betuneados. Eso sí, los personajes secundarios con frase (sí bwana) son todos vecinos de Harlem.
2. El prota masculino aprendió africano en un verano.
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Y se marca unos vaciles chapurreando con los caníbales delante de la rubi, que no se los salta un batusi: "Mugé wempa! engonga musampa".
O en Africa sólo se habla un idioma, o Stewart Granger los habla todos, incluido el de los batusi, tribu que el pobre desconocía, pero con los que departe sobre la vida o la muerte sin ningún problema.
3. Primavera de sabana en el Corte Inglés.
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Para exploradores blancos: bermuda con bolsillos color carne, camisa militar con un siete en el hombro izquierdo, calcetines blancos adidas y zapatos color carne a juego.
Para la rubia (o pelirroja en este caso): enaguas, tacones, collares de perlas, corsés, falda de volantes, chaquetita de lana... ideal para atravesar el continente negro de este a oeste.
Complementos: cantimplora colgante, pañuelito blanco, prismáticos, gorrito de tenis, machete rambo, winchester, monóculo por si quieres descubrir una civilización perdida...
Para los negros: sexta planta. Mercadillo. Pulseras y trapos de colores.
4. Turismo rural.
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Ni roulots, ni albergues, ni casas rurales: una buena tienda de campaña es lo que mola, porque a parte de que te la montan los negros, dentro puedes encontrar: un somier con 4 patas, varias mantas, una caja de música, papel blanco y plumas para escribir un diario, un escritorio de roble para ello, un par de espejos, un farolillo grande y otro algo más pequeño con el que salir a dar un paseo por la noche para que te ataque un tigre y el prota te salve de sus garras y te de un beso, un práctico lavabo, un botiquín, un minibar con whisky escocés del bueno, copas de cristal de bohemia, un tablero de ajedrez con piezas de ébano y marfil...
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Seguro que hay una mezcla escandalosa de keniatas, marfileños, nigerianos e incluso algún magrebí de palo. Si me apuras debe haber hasta españoles ligeramente betuneados. Eso sí, los personajes secundarios con frase (sí bwana) son todos vecinos de Harlem.
2. El prota masculino aprendió africano en un verano.
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Y se marca unos vaciles chapurreando con los caníbales delante de la rubi, que no se los salta un batusi: "Mugé wempa! engonga musampa".
O en Africa sólo se habla un idioma, o Stewart Granger los habla todos, incluido el de los batusi, tribu que el pobre desconocía, pero con los que departe sobre la vida o la muerte sin ningún problema.
3. Primavera de sabana en el Corte Inglés.
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Para exploradores blancos: bermuda con bolsillos color carne, camisa militar con un siete en el hombro izquierdo, calcetines blancos adidas y zapatos color carne a juego.
Para la rubia (o pelirroja en este caso): enaguas, tacones, collares de perlas, corsés, falda de volantes, chaquetita de lana... ideal para atravesar el continente negro de este a oeste.
Complementos: cantimplora colgante, pañuelito blanco, prismáticos, gorrito de tenis, machete rambo, winchester, monóculo por si quieres descubrir una civilización perdida...
Para los negros: sexta planta. Mercadillo. Pulseras y trapos de colores.
4. Turismo rural.
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Ni roulots, ni albergues, ni casas rurales: una buena tienda de campaña es lo que mola, porque a parte de que te la montan los negros, dentro puedes encontrar: un somier con 4 patas, varias mantas, una caja de música, papel blanco y plumas para escribir un diario, un escritorio de roble para ello, un par de espejos, un farolillo grande y otro algo más pequeño con el que salir a dar un paseo por la noche para que te ataque un tigre y el prota te salve de sus garras y te de un beso, un práctico lavabo, un botiquín, un minibar con whisky escocés del bueno, copas de cristal de bohemia, un tablero de ajedrez con piezas de ébano y marfil...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
5. Nueva cocina.
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Se conoce que los africanos sólo comen serpiente a la brasa y sesos de mono, pero cuando el segundo protagonista blanco lo devora con apetito (lo hacen por ponerle un gag-excusa en su triste papel de segundo hombre blanco que ni pincha ni corta), se nota claramente que es pata de cordero y salmorejo.
6. No te las des de entender a los africanos, cuando te comportas como un tirano.
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El bwana inglés de rigor suele ser un tipo involucrado con los de color, pero los usa como esclavos y les habla mal. En Las minas del Rey Salomón, Mechones Grises Granger se permite el lujo de mandar a su negro favorito a la cama. "Tú, a la cama". Hasta ahora no se conoce ninguna peli en la que el prota ordene a un negro relinchar en el agua mientras se baña para sentirse como en un jacuzzi.
7. Cena y espectáculo.
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Lo peor de estas aventuras es sentarte en la arena a comer la serpiente a la brasa y prestar atención (para no ser tú el siguiente a la brasa) a un ballet de negras con las tetas flácidas semiposeídas como saludando continuamente con las manos y sacando el culo, con una especie de tamborrada de fondo. Es un espanto también para el espectador porque son escenas interminables y tediosas. Todas las escenas de baile, de cualquier lugar, son insufribles. Salvo la de los batusi, que dan botes a saco cual bakaleitor en pleno subidón.
8. Mascotas.
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En toda peli de aventuras que se precie, un mono tirará del pelo a la prota y el guaperas se reirá con tres exagerados golpes de ja (JA JA JA) mientras fuma de su pipa. A lo largo del metraje, la confianza y el cariño entre mono y chica aumentarán progresivamente sin llegar nunca al acto sexual.
En Las minas del puto Rey Salomón, hay una jirafa que mide 75 metros de altura, dando bastante miedo. O eso, o les ha fallado el efecto de profundidad con las cebras de juguete.
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Se conoce que los africanos sólo comen serpiente a la brasa y sesos de mono, pero cuando el segundo protagonista blanco lo devora con apetito (lo hacen por ponerle un gag-excusa en su triste papel de segundo hombre blanco que ni pincha ni corta), se nota claramente que es pata de cordero y salmorejo.
6. No te las des de entender a los africanos, cuando te comportas como un tirano.
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El bwana inglés de rigor suele ser un tipo involucrado con los de color, pero los usa como esclavos y les habla mal. En Las minas del Rey Salomón, Mechones Grises Granger se permite el lujo de mandar a su negro favorito a la cama. "Tú, a la cama". Hasta ahora no se conoce ninguna peli en la que el prota ordene a un negro relinchar en el agua mientras se baña para sentirse como en un jacuzzi.
7. Cena y espectáculo.
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Lo peor de estas aventuras es sentarte en la arena a comer la serpiente a la brasa y prestar atención (para no ser tú el siguiente a la brasa) a un ballet de negras con las tetas flácidas semiposeídas como saludando continuamente con las manos y sacando el culo, con una especie de tamborrada de fondo. Es un espanto también para el espectador porque son escenas interminables y tediosas. Todas las escenas de baile, de cualquier lugar, son insufribles. Salvo la de los batusi, que dan botes a saco cual bakaleitor en pleno subidón.
8. Mascotas.
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En toda peli de aventuras que se precie, un mono tirará del pelo a la prota y el guaperas se reirá con tres exagerados golpes de ja (JA JA JA) mientras fuma de su pipa. A lo largo del metraje, la confianza y el cariño entre mono y chica aumentarán progresivamente sin llegar nunca al acto sexual.
En Las minas del puto Rey Salomón, hay una jirafa que mide 75 metros de altura, dando bastante miedo. O eso, o les ha fallado el efecto de profundidad con las cebras de juguete.