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Voto de Lafuente Estefanía:
8
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Western
Jim Douglas persigue sin tregua a cuatro hombres, dos blancos, un mestizo y un indio, que asesinaron a su esposa. Cuando, por fin, los encuentra, están en la cárcel y van a ser ahorcados al día siguiente. Mientras espera el momento de la ejecución, alguien ayuda a los presos a escapar, pero él seguirá persiguiéndolos sin descanso. (FILMAFFINITY)
18 de febrero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El componente religioso es algo que, poco o mucho, suele aparecer en bastantes westerns. En los ambientados en los estados del Sur a través de frailes franciscanos o de sacerdotes católicos, en los del Norte por medio de cualquiera de las muchas confesiones protestantes, es el templo como lugar de culto o de reunión (a veces es el mismo saloon), son los "predicadores" (no siempre bien vistos), las "ligas" puritanas contra las malas costumbres sociales, la función religiosa dominical que congrega a todos los vecinos ... En fin, numerosos detalles, generalmente menores, que con frecuencia salpican las cintas del Oeste.
Pues bien, en "El vengador sin piedad" el componente religioso es tan importante que nos lleva a incluirlo en lo que podemos llamar el "western religioso". La venganza una vez más es el motor que impulsa la obra, sí, pero también la piedad, el perdón, la misericordia ... o bien su falta. Naturalmente, para desarrollar esta hipótesis deberemos desmenuzar el argumento en la sección spoiler.
La historia es bastante original, aunque el guion tiene importantes lagunas geográficas (después de viajar millas y millas estábamos casi al lado) y también de personajes (el verdugo que juega un papel destacado desaparece como por encanto). Buena música, fotografía (con abundantes contraluces oscuros o azulados) y ambientación, lo mismo que las interpretaciones.
Hay detalles que recuerdan un poco "El verdugo" de Berlanga, por el simpático abordaje de tan singular oficio, pero sobre todo de obras como "El fuera de la ley" o "Sin perdón" donde la venganza y la disculpa o la misericordia aparecen en primer plano. Claro que Peck no da tanto la talla de "justiciero" o de "vengador" como Eastwood.
Película notable que, por la originalidad del tema (más religioso que vengador) merece verse.
Pues bien, en "El vengador sin piedad" el componente religioso es tan importante que nos lleva a incluirlo en lo que podemos llamar el "western religioso". La venganza una vez más es el motor que impulsa la obra, sí, pero también la piedad, el perdón, la misericordia ... o bien su falta. Naturalmente, para desarrollar esta hipótesis deberemos desmenuzar el argumento en la sección spoiler.
La historia es bastante original, aunque el guion tiene importantes lagunas geográficas (después de viajar millas y millas estábamos casi al lado) y también de personajes (el verdugo que juega un papel destacado desaparece como por encanto). Buena música, fotografía (con abundantes contraluces oscuros o azulados) y ambientación, lo mismo que las interpretaciones.
Hay detalles que recuerdan un poco "El verdugo" de Berlanga, por el simpático abordaje de tan singular oficio, pero sobre todo de obras como "El fuera de la ley" o "Sin perdón" donde la venganza y la disculpa o la misericordia aparecen en primer plano. Claro que Peck no da tanto la talla de "justiciero" o de "vengador" como Eastwood.
Película notable que, por la originalidad del tema (más religioso que vengador) merece verse.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Un vaquero silencioso y taciturno se acerca a Río Arriba, un pequeño pueblo convulsionado por el inminente ahorcamiento de cuatro forajidos que atracaron el banco. Se trata de Jim Douglas (Peck) que quiere contemplar el cumplimiento de la sentencia y ver de cerca a los condenados a los que no conoce. Estos tampoco dan muestras de conocerlo, pero no alberga la menor duda que son los cuatro asesinos de su esposa pues uno es un indio y el otro un mestizo tal como le habían dicho.
Mientras espera conoce al verdugo que ha llegado desde Silver City y saluda a Josefa Velarde (Collins), una antigua novia. En el centro del pueblo se alza una iglesia de grandes dimensiones, un sacerdote con sotana cruza su mirada con Jim, los vecinos quedan entre ellos para asistir por la noche a la novena de San Antonio (¿de Padua?), incluso el ayudante del sheriff acudirá. Las campanas llaman a la misa y Josefa invita a Jim para que la acompañe. Acude, y durante la celebración intervendrá un magnífico y numeroso coro de niños. Cuando el sacerdote ofrece las oraciones de los fieles por los cuatro condenados, llega la noticia de la huida de estos.
A la cabeza de los perseguidores se colocará Jim que va cazando uno a uno a los bandidos. Antes de matarlos a sangre fría les muestra el retrato de su esposa muerta. En semejante trance ninguno da muestras de conocerla. De nada les sirve. Ojo por ojo y diente por diente. Cuando por fin alcanza al último, un mejicano que ha llegado a su casa donde vive con su esposa y su hijo enfermo, comprende finalmente Jim que ninguno de los bandidos era responsable de la muerte de su esposa. Que había asesinado a tres hombres que tenían muchas culpas que pagar, si, pero que eran completamente inocentes de la que les había llevado a la muerte.
Entiende entonces la magnitud de su culpa pues ha sido juez y verdugo de inocentes. Arrepentido, retorna al pueblo y busca al sacerdote al que confiesa sus pecados y errores. Perdonado, sale de la iglesia acompañado de Josefa y llevando de la mano a su hijita. El pueblo entero aplaude y vitorea a Jim. No es un final convencional, no es moralina, es que el amor y la confesión lo han redimido.
Mientras espera conoce al verdugo que ha llegado desde Silver City y saluda a Josefa Velarde (Collins), una antigua novia. En el centro del pueblo se alza una iglesia de grandes dimensiones, un sacerdote con sotana cruza su mirada con Jim, los vecinos quedan entre ellos para asistir por la noche a la novena de San Antonio (¿de Padua?), incluso el ayudante del sheriff acudirá. Las campanas llaman a la misa y Josefa invita a Jim para que la acompañe. Acude, y durante la celebración intervendrá un magnífico y numeroso coro de niños. Cuando el sacerdote ofrece las oraciones de los fieles por los cuatro condenados, llega la noticia de la huida de estos.
A la cabeza de los perseguidores se colocará Jim que va cazando uno a uno a los bandidos. Antes de matarlos a sangre fría les muestra el retrato de su esposa muerta. En semejante trance ninguno da muestras de conocerla. De nada les sirve. Ojo por ojo y diente por diente. Cuando por fin alcanza al último, un mejicano que ha llegado a su casa donde vive con su esposa y su hijo enfermo, comprende finalmente Jim que ninguno de los bandidos era responsable de la muerte de su esposa. Que había asesinado a tres hombres que tenían muchas culpas que pagar, si, pero que eran completamente inocentes de la que les había llevado a la muerte.
Entiende entonces la magnitud de su culpa pues ha sido juez y verdugo de inocentes. Arrepentido, retorna al pueblo y busca al sacerdote al que confiesa sus pecados y errores. Perdonado, sale de la iglesia acompañado de Josefa y llevando de la mano a su hijita. El pueblo entero aplaude y vitorea a Jim. No es un final convencional, no es moralina, es que el amor y la confesión lo han redimido.