Estaba cantado, fui a verla por mera curiosidad, tras las desastrosa terminator 3 y la mediocre terminator salvation.
Si eres un fanatico del universo terminator, te sentirás profundamente estafado.

Lo primero que aprecié fue la gran desconexión con el resto de la saga, aquí el señor Alan Taylor y sus guionistas decidieron dar un giro a a la trama mediante el uso indiscriminado de paradojas temporales ejecutadas de forma bochornosa. Todo esto para crear un popurrí argumental, en el que mezcla retales de las dos primeros filmes de Cameron. El resultado: Vergonzoso.

En lo que respecta a la interpretación, un poco mas de lo mismo:

Emilia Clarke en su papel de Sarah Connor, cuan quinceañera rebelde, pero con pistolas y fusiles incluidos, cero credibilidad, la sombra de Linda Hamilton se cierne sobre ella durante todo el metraje.

Jai Courtney: Ridículo, no se me ocurre otro calificativo para definir a Kyle Reese, el supuesto héroe del futuro que regresa al pasado para garantizar el nacimiento de John Connor.

Jason Clarke: Como John Connor, si bien su interpretación resalta un poco por encima del resto de los actores, no se ha explotado el personaje.

Arnold Schwarzenegger: Vergüenza ajena. Una parodia de terminator ridícula y sin gracia, olvidaros de encontrar al T-800 de terminator 2, por que aquí no aparece por ninguna parte.

Los efectos especiales es lo único que se salva, pero nada más. Lo que convierte la película en un videoclip muy caro sin gracia para cualquiera que ame la saga.

Decepcionante que el universo terminator se haya convertido en una parodia de lo que fueron dos de las mas grandes películas de ciencia ficción de todos los tiempos. Un blockbuster genérico en el que prima la acción, los fuegos artificiales, sobre un guión creado en una noche de borrachera, en la que se nota que ni el director ni los guionistas sabían lo que estaban haciendo (y si lo sabían peor aún).
A día de hoy parece prioritario hacer caja con productos de escasa calidad, que hacer cine, estamos ante el "todo vale" por la pasta.
Escenario de mercantilismo Hollywoodiense sin clemencia en el que siempre pierde el espectador.