A Jason le ha pasado casi de todo, pero no hay forma de acabar con él. La enésima vuelta de tuerca de esta ocasión es que sea capaz de transferirse de cuerpo a cuerpo como si fuera la Cosa de Carpenter, pero sin rastro absoluto de tensión e inquietud. A priori la idea no estaba mal, pero el guión peca de incoherencia desde el principio al no explicarse cómo demonios se libró esta vez de su final anterior. También está metida con calzador la ida de olla de la escena de la morgue, su cuerpo"recipiente" en el enfrentamiento final (el guionista se lo sacó de la chistera) y qué decir del personaje de Steven Williams (Expediente X) que aquí también parece que lo sabe todo y no se sabe muy bien por qué.

La alarmante falta de inspiración, aparte de en esos detalles, se nota en un desarrollo sobre la marcha en el que las escenas están confeccionadas de forma torpe y las muertes no es que sean más de lo mismo, es que son tan poco creíbles que te causan risa floja. Por no mencionar el tramo final en el que al siempre calladito Jason le da por ponerse a gruñir permanentemente como si fuera un caniche rabioso. En cuanto a las interpretaciones también se encuentran a un nivel lamentable, decayendo la calidad de la película a aburrido telefilme de fin de semana.

Aún así no es peor que la anterior, que tendría un 2.0. Esta, dejémosla en un 2.5.