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Voto de GonzaloyGracias:
9
Drama En el año 1944, durante el horror del campo de concentración de Auschwitz, un prisionero judío húngaro llamado Saul, miembro de los 'Sonderkommando' -encargados de quemar los cadáveres de los prisioneros gaseados nada más llegar al campo y limpiar las cámaras de gas-, encuentra cierta supervivencia moral tratando de salvar de los hornos crematorios el cuerpo de un niño que toma como su hijo. (FILMAFFINITY)
17 de febrero de 2016
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hijo de Saúl de László Nemes -Gran premio del jurado en Cannes- no es una película difícil de ver, a pesar de lo que pudiera parecer. No es difícil ser espectador de una película que por medio de eso que llamamos arte nos permite entender que hemos contemplado una de las formas del infierno sin habernos abrasado en el intento. Esa forma del infierno que fueron los campos de exterminio nazi.
Estamos en Auschwitz, durante la Segunda Guerra Mundial, y asistimos al “trabajo” de los miembros, con fecha de caducidad en su tarea, de un “sonderkommando”: introducir a los prisioneros -ellos también lo son- en la cámara de gas, sacarlos como cadáveres, incinerarlos, y echar sus cenizas a un río. Es una tarea más de lo que los jerarcas nazis denominaron, con su gusto por el eufemismo, la “solución final”. Seis millones de judíos, cientos de miles de gitanos, polacos…, fueron exterminados en cámaras de gas, o por ejecuciones, o por hambre, o por palizas…en estos campos. Españoles, refugiados políticos, -siete mil- también estuvieron en campos de concentración, que si no estaban dedicados al exterminio sistemático como este, también eran morideros donde la condición humana parecía como ausente para sus creadores: los nazis.
Podemos salir del cine, claro está, emocionados, impactados o indiferentes..., por lo que hemos contemplando, pero vivos. El director ha reflexionado, seguro, sobre los ensayos, testimonios, documentales y ficciones hechos sobre la "solución final" de los nazis y los campos de exterminio. Seguro que ha tenido en cuenta las afirmaciones poéticas de Paul Celan (“tu cabello de ceniza Sulamita cavamos una fosa en el aire allí se reposa sin angostura”), que responden a la sentencia de Adorno sobre la imposibilidad de escribir poesía después de Auschwitz, o a las conclusiones implícitas de Claude Lanzmann en la película documental Shoah -siete horas de duración- sobre la imposibilidad de contar el exterminio de los judíos, la shoah -el holocausto-, desde la ficción.
El director, para contarnos esta historia de Saúl y el cadáver de su hijo, de cómo intenta con riesgo de su vida proporcionar una inhumación digna a este hijo, ha huido de la espectacularidad, de la sentimentalidad, y hasta de nuestra comprensión... Pero le entendemos, aunque sea lejanamente, como un eco, pues en nuestra España aún luchamos, o luchan, muchas familias por inhumar dignamente a sus deudos.
La peripecia de este padre que quiere dar un enterramiento digno a su hijo, que no sea la de convertirse en humo anónimo por decisión de un régimen criminal, está filmada en lo que en lenguaje cinematográfico se denomina fuera de foco. Es un recurso estético que deviene ético a la vez, y que consigue que el fondo de la toma, lo que hay más allá del primer plano (como son el desembarco de los prisioneros en los muelles de la estación de descarga, la sala donde se desnudan y dejan sus pertenencias, la entrada en las cámaras de gas, los almacenes de despojos humanos...), esté fuera de foco, como desenfocado. Es como si nos rodeara una gran confusión, un entorno terrible que no fuera comprensible para la mente humana.
Hay violencia extrema, arbitrariedad demente, muerte como cotidianidad..., pero lo que no existe es el menor atisbo de sentido, entre los prisioneros, sobre lo que les está sucediendo a sus vidas condenadas injustamente a un infierno en la tierra. Porque sobrevivir no da sentido, aunque es una obligación moral. Y sobre eso Primo Levi nos enseñó mucho. Lo único que llega a tener algún sentido dentro de esa burocracia del absurdo criminal nazi es, para Saúl, dar un duelo digno a su hijo. Como para los supervivientes de este horror lo fue dar testimonio de lo ocurrido.
Una obra maestra, una experiencia cinematográfica singular... Seguramente todo esto.
GonzaloyGracias
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