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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
9
Drama En México, a principios del siglo XX, el humilde cura Nazarín comparte su pobreza con los necesitados que habitan alrededor del mesón de Chanfa. Después de proteger a una prostituta que provoca el incendio del mesón, Nazarín se ve obligado a abandonar el lugar. A lo largo de su camino, sus acciones, determinadas por su concepto de la caridad cristiana, provocarán una serie de conflictos. (FILMAFFINITY)
17 de febrero de 2009
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buñuel al comienzo de “Abismos de pasión” (1953), inspirada en la novela “Cumbres borrascosas”, dice algo así como que su película intenta ser fiel a su autora, la escritora francesa Emily Brontë. Nada dice en “Nazarín” sobre homenajes y fidelidades a Benito Pérez Galdós, autor de la novela homónima. Es fácil deducir porqué.

Estamos en la película de toda su producción en donde mejor ahonda sobre su creencia de la imposibilidad de ser bueno en un mundo de malos, valga la expresión un tanto pueril. Para ello se centra en el mismo sacerdote de la novela, pero situándolo en el contexto en donde los demás están tan definidos como él. En todo caso, el personaje central es una especie de contrapunto en un mosaico en donde el egoismo encubierto o descubierto es una moral de subsistencia y la mejor defensa es un ataque a tiempo. Un mundo de fieras, en el que unas se devoran a otras. No es, por tanto, una película de inspiración cristiana, sino más bien todo lo contrario.

A Cristo se le descompone su beatífico rostro y adquiere tintes esperpénticos. No solo pasa esto aquí, en donde la parodia tiene un nivel de sutileza que parece imperceptible para algunos. Jocosamente Buñuel lo comenta en sus memorias: “(Nazarín) fue bien recibida, no sin ciertos equívocos que se referían al verdadero contenido de la película. Así, en el Festival de Cannes, donde obtuvo un Gran Premio Internacional creado especialmente para esta ocasión, estuvo a punto de recibir el Premio de la Oficina Católica. (…) El equivocó continuó. (…) Un día tras la elección de Juan XXIII, recibí una visita en Máxico. Se me pedía que fuese a Nueva York, donde un cardenal, sucesor del abominable Spelmann deseaba entregarme un diploma de honor por la película. Naturalmente, me negué.”

Paco Rabal, con quien Buñuel trabaja por primera vez, está extraordinario en la construcción de Nazario, un personaje que va sufriendo lentamente una metamorfosis interna y a quien los golpes van transformando minuto a minuto. Tiene la profunda habilidad de exteriorizar ese proceso interior con procedimientos actorales de un enorme nivel. Pero las excelencias del trabajo interpretativo hay que repartirlas. Marga López, Rita Macedo, Ignacio López Tarso, Ofelia Gulimain, y todo el conjunto, hacen un trabajo irreprochable, que demuestra, además, que Buñuel era ya un magnífico director de actores y que sabía transmitir lo que quería también en este territorio.

La película es una obra maestra: precisa, como ninguna otra, que la bondad en una sociedad deformada por la codicia, puede llegar a ser contraproducente para quienes la practican. Un criminal le confiesa a Nazario: “Usted para el lado bueno y yo para el lado malo. Ninguno de los dos servimos para nada”. Por tanto es valiente, sincera y su ausencia de tesis o moraleja la convierten en moralmente turbadora.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Paco Ortega
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