Supongamos que quitamos de la cinta la colección de humillaciones, asesinatos a sangre fría y vejaciones que sufrían los pobre judíos a manos de los nazis, ¿Qué queda?... pues esto es lo que Polansky ha hecho en esta película. Es lo fácil. El problema está en que esto ya lo hemos visto muchas veces, pero muchas. Apelando siempre a los instintos más lastimeros de las personas tienes bastante ganado, ¿qué persona normal no se conmovería profundamente ante esas atrocidades? Polansky ha desperdiciado una buena oportunidad de intentar enfocar la historia desde otra perspectiva más novedosa, prescindiendo quizás de la sucesión de crueldades muy hábilmente alineadas.