Se entiende como futilidad la poca importancia de algo, un concepto no demasiado utilizado pero que encaja a la perfección con el tipo de películas que últimamente realiza Malick: “Song to Song” es una idea tan simple sobre el papel como complicada en la práctica que solo él puede hacer, puede que incluso entender.

Muy lejos quedan las notables “Malas tierras” o “La delgada línea roja”, películas entre las que había un enorme lapso de tiempo, quién sabe si necesario para asentar las ideas, y mucho más cerca las menores “To the wonder” o “El árbol de la vida”, mucho menos reposadas y entre las que apenas hay un solo año entre estrenos. Quizás no sea relevante, pero el Malick que se tomaba su tiempo era mucho más trascendente que el Malick actual.

Malick encuentra el concepto amor como algo muy complicado, y si el factor humano se mete por medio, algo aún mucho más ininteligible. No hay manera de encontrar la felicidad completa en su modo de entender el cine, solo hay ráfagas, y por eso la alegría le entristece y le acaba fallando. Esta manera tan gris de entender el sentimiento es lo que lleva al director a trazar estas historias, incompletas a su modo, historias con un tortuoso desarrollo y amenazadas constantemente por sus inseguridades y miedos.

La etérea belleza de las protagonistas Mara y Portman, incluso de las secundarias Blanchett y Marlohe, y el irremediable magnetismo de los Gosling y Fassbender rellenan de una manera hipnótica la película de principio a fin, unido a la estupenda fotografía de Lubezki, incondicional al director que firma un trabajo destacado, son los puntos fuertes de una película que une las piezas de un rompecabezas para encontrar un sentido mucho menos profundo de lo que seguramente Malick cree.