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España España · Madrid
Voto de Moody:
3
Comedia Durante sus vacaciones, Ned (Bryan Cranston), un padre sobreprotector y su familia visitan a su hija en la Universidad, donde conocerán a su mayor pesadilla: su novio, Laird (James Franco), un multimillonario de Silicon Valley bien intencionado pero socialmente bastante complicado. El conservador Ned, piensa que Laird es la pareja menos apropiada para su hija. La rivalidad unilateral y el nivel de pánico de Ned se disparan cuando ... [+]
9 de julio de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En este tipo de comedias, el guion ayuda a los actores pero casi nunca resulta decisivo. Suele ser el reparto, con su talento cómico y su experiencia en el género, el que debe hacerse con sus papeles y defender sus roles con convicción y atrevimiento.

Comenzando por ese guion, la historia no se diferencia de otras muchas que explotan la fórmula nuera-suegra o yerno-suegro como es el caso. Películas como “La madre de la novia” o la exitosa trilogía “Los padres de él” basan su reconocimiento en mostrar las dificultades de estas relaciones a través de la comedia mediante algunos logrados gags que varían dependiendo del tono de la película. Pero también se basan en la química de sus actores. En “¿Tenía que ser él?” el guion es de perfil bajo, tirando del fácil recurso de clichés absurdos y mucha brocha gorda con multitud de palabras malsonantes que no aportan nada. Casi un catálogo de lo que no debe hacerse en estos casos. Ni siquiera su rutinario desarrollo se salva y mucho menos su resolución, tan delirante y fuera de lugar como todo en general.

Cranston merece un proyecto de más vuelo que este simple y fallido ejercicio, por eso apenas se entiende su implicación en la cinta más allá de cobrar su sueldo y pagar las facturas. Su registro llega más lejos y se limita a interpretar a este histriónico que conoce al nuevo novio de su hija. Aparentemente desatado y desconcertado, se le acaban las muecas a los pocos minutos y su poco control sobre lo que ocurre en pantalla le tiene descolocado. Franco, que parece perdido si sus colegas no están cerca para seguirle las gracias, no convence como nuevo rico. Solamente con sus caprichos puede el guion sacar una sonrisa del público.

Una acumulación de escenas supuestamente graciosas no es suficiente para llamar a esta película comedia por mucho que intente tirar la casa por la ventana pensando más en la cantidad que en la calidad. Recursos básicos para rellenar, lo demás es pura casualidad.
Moody
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