A un pueblo fantasma de la frontera mexicana, comido por el fango y el barro y asediado por dos bandas rivales, llega un personaje apocalíptico arrastrando un ajado ataúd en cuyo interior esconde una potente metralleta. A "grosso modo" los spaguetti western sólo poseen interés en la figura de Sergio Leone y en algún film muy concreto de Sergio Corbucci, entre ellos este y "El gran silencio". La puesta en escena de los spaguetti western representando a conciencia un cine sucio -en el sentido más amplio del concepto-, polvoriento y tan alejado tanto en estética como en ética del puro western clásico -aquí también en sus múltiples vértices-, llámese John Ford o Raoul Walsh (entre otros muchos), expone un sentido tan escasamente ético e inmoral que no existe un héroe o unos valores políticamente correctos ni por un bando ni por el otro, encontrando un difuminado punto común en una vaga continuidad y en contados tramos de las películas de Sam Peckinpah o Clint Eastwood aunque nunca llegando a las cotas inmorales que presentan los spaguetti western. En definitiva esta película es uno de los trabajos más dignos y reseñables de este subgénero del western.