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Voto de La mirada de Ulises:
7
Drama Ryoata, un arquitecto obsesionado por el éxito profesional, vive felizmente con su esposa y su hijo de seis años; pero su mundo se viene abajo cuando los responsables del hospital donde nació su hijo le comunican que, debido a una confusión, el niño fue cambiado por otro. (FILMAFFINITY)
8 de abril de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El japonés Hirokazu Kore-eda sigue interesado en las relaciones de padres e hijos, y en curar heridas que están desangrando nuestra sociedad. Tras "Nadie sabe", "Kiseki (Milagro)" o "Still walking (Caminando)", nos ofrece ahora "Del tal padre, tal hijo", Premio del Jurado en el último festival de Cannes y película que responde a una inquietud personal que se planteo como padre de familia. La historia de un intercambio de bebés en el momento del nacimiento da que pensar, porque cuestiona si la fuerza de la sangre es mayor que la que puede generar el cariño y la dedicación, o dicho de otra manera, si la genética cede ante el afecto y la educación a la hora de configurar una personalidad que da sus primeros pasos. Un día, Ryota y su mujer Midori se enteran de que Keita no es realmente su hijo, y que el verdadero ha sido criado durante seis años por un matrimonio de comerciantes, con mucho cariño pero con pocos medios materiales.

La formación y situación económica de ambas familias no puede ser más diferente, y a la exigencia y disciplina de un Ryota que aspira a que su hijo se le parezca y triunfe en la vida, se opone un Yukai que es... un poco niño pero que solo busca disfrutar en un ambiente familiar sin tensiones. Aunque las soluciones al grave error cometido son varias, y se plantean la indemnización del hospital, la tutela (o compra) de ambos niños por Ryota-Midori, y la restitución de los niños a sus padres biológicos... a Kore-eda le interesa sobre todo hablar de la verdadera paternidad, esa que se va realizando con dedicación y sacrificio, haciendo un poco el ganso con sus juegos e ilusiones, rebajándose a sus modos de conocer para acompañarles en su crecimiento.

Pero, ante todo, "Del tal padre, tal hijo" es la historia de un hijo -Ryota- que no ha perdonado a su padre, que un día huyó de casa dispuesto a forjar un hogar perfecto... y que acabó levantando un hotel con una mujer sin vida propia y un hijo sin sueños ni risas. Quería alcanzar el éxito y encontró el fracaso que conducía a la soledad, buscaba no ser como su padre y descubrió que lo que un hijo quiere es el tiempo que supone el arreglo de un juguete y no que se le compre uno nuevo. Ryota comienza planteándose el problema del intercambio analizándolo desde su propio punto de vista y buscando sus propios objetivos con el niño, para terminar cayendo en la cuenta de que hay que colocarse en la piel de su padre -gran lección le da su madre olvidando agravios-, de su mujer -Midori vive con la culpa de no haber reconocido a su hijo tras el nacimiento-, de los niños -dura es la respuesta de Ryusei con un "me dices que te dé las buenas noches"-, y del propio hijo de la enfermera arrepentida. Son muchas las lecciones que ese orgulloso arquitecto debe aprender, para poder pedir perdón, llorar, abrazar, jugar.

El tono didáctico y humanista salta a la vista desde el inicio de este melodrama, contraponiendo los ambientes familiares o dibujando caracteres tan encontrados como moldeables. En vano se esfuerza Keita en tocar el piano y contentar a su padre, y sin embargo no le costará nada sumarse a la convivencia con sus nuevos hermanos -no es baladí que se trate de una familia numerosa-; y en vano Ryota intenta doblegar a Ryusei para que le llamé "papá" pues él ya ha saboreado el placer de volar cometas con su padre. Kore-eda arranca momentos duros y conmovedores desde la contención, huyendo del drama crudo al que la situación invita y también del sentimiento fácil. Solo pretende hacer una reflexión sobre la paternidad para decir al espectador que se puede rectificar y aprender de los errores, y lo hace con una buena dirección de actores y una sencilla y depurada puesta en escena, con un tono poético y de cuento moral, con una mirada comprensiva y sin amargura hacia el problema que tienen quienes entienden la paternidad como “una misión”, quienes confunden el éxito profesional con la felicidad.
La mirada de Ulises
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