El cine de animación está alcanzando unos niveles de excelencia difíciles de imaginar hace 30 años. Tanto desde el punto de vista de la historia como desde la faceta técnica, cada año llega a pelear por el Oscar de animación un ramillete de auténticos prodigios. En el caso de "El pan de la guerra", todo parecía indicar que la peli estaba pensada para cosechar premios a cascoporro: basada en un best-seller de éxito (convenientemente simplificado), con Angelina Jolie como productora (además del significativo protagonismo femenino en otros campos) y elaborada por un equipo con un curriculum artístico muy prometedor. Se presentaba como un alegato en dibujos, tan bello como conmovedor.

Sin embargo, no pasó de la nominación en los galardones con mayor eco. ¿Por qué? Fundamentalmente porque se encontró con "Coco", un film que destila humanidad ante un hecho tan inhumano como la muerte. El relato de "El pan de la guerra" parte de un contexto inhumano que mezcla pobreza, guerra, represión, desigualdad... tiene todos los ingredientes para masajearnos con vigor la conciencia, pero también debe sacudirnos el corazón. Y ahí es donde, a ratos, se queda corta.