Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with Jark Prongo
0
Listas
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Críticas favoritas elegidas por Jark Prongo
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Jark Prongo:
8
6.6
214
Drama
El joven Pedro Rojas se gradúa con su amigo Aníbal en la Academia Nacional de Patrulleros de Carretera, y la primera orden que recibe cuando sale a patrullar es que antes que nada, multe, y luego busque la infracción. (FILMAFFINITY)
13 de septiembre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"THIS (extrayendo Repo Man de un estante del almacén de Criterion). Alex Cox. We all miss you. Please make more movies. Make more movies. We miss you."
Nicholas Winding Refn.
Muy lejos de la redención de la posterior Teniente Corrupto de Abel "Capillitas" Ferrara así como otras semejantes películas con un modelo de expiación de culpas que bebe de la fenomenal Pickpocket de Robert Bresson (esto es, personajes de vida disoluta con un día a día execrable moralmente que en un tercer acto expurgan su pasado con un último acto redentor, personajes tipo el Travis de Taxi Driver o el Ernest de God´s Lonely Man) Alex Cox logra con El Patrullero una obra mucho más interesante en el fondo y en la forma que la famosísima mierdaza de Ferrara. En el fondo porque aquí no se moraliza ni mucho menos la religión comporta una vía de salvación, una senda recta que permite redenciones in extremis: en esta película lo que mandan son las circunstancias, y la amoralidad más que una elección es una fuerza física con mayor empuje que la gravedad a la hora de acercar a los protagonistas a las acciones a las que se aproximan por aquello de ser más pobres que las ratas y carecer de otra opción. Y en la forma por la sencilla razón que se filma todo en un entorno fronterizo y yermo a plena solana cueceaxilas, nada que ver con el marco habitual de este tipo de historias: las zonas más putrefactas y sórdidas de las grandes ciudades, por lo general de noche.
Pedro Rojas es un pobre diablo igual de insignificante a la hora de saber imponer su voluntad que tenaz en su vocación de convertirse en policía. Lo logra, sí, pero su estampa al verle patrullar y ser toreado una vez tras otra recuerda casi más a Cantinflas a esa máquina de poner sanciones administrativas que le dicen desde instancias superiores ha de ser. Un hombre enjuto, nimio, apocado. Un tío que la primera mordida que se lleva es más por dejadez y no saber interrumpir a su interlocutor que por predisposición a los ingresos en B para redondear su nómina. Un pobre diablo que termina cojo, suspendido de empleo y sueldo un mes y con dos familias que alimentar. En cuanto a lo apocado de su persona es flipante la escena en la que primero se mama en un puticlub (que juraría es el mismo que el que sale en la excepcional Río Abajo de Jose Luis Borau, otro peliculón con aspectos similares en cuanto a lo de las corruptelas e inmigraciones ilegales), ha de ser la puta quien le arrastre escaleras arriba de cara a yacer y, ya en el desenlace de la secuencia (sin aclararse si follaron siquiera, que no sería extraño descartar la señorita le dejó durmiendo y le cobró la faena sin haberse dado tal), llegar borracho a casa con su suegro roncando que tiembla la casa, verle su mujer y correrle a leches y pescozones en un espectacular plano secuencia por toda la casa hasta que el otro le enseña el dinero de la mordida, que ahí ya su señora se calma. Una secuencia que no sabes si es drama o comedia porque tiene lo mismico de Cassavettes que de Benny Hill.
Nicholas Winding Refn.
Muy lejos de la redención de la posterior Teniente Corrupto de Abel "Capillitas" Ferrara así como otras semejantes películas con un modelo de expiación de culpas que bebe de la fenomenal Pickpocket de Robert Bresson (esto es, personajes de vida disoluta con un día a día execrable moralmente que en un tercer acto expurgan su pasado con un último acto redentor, personajes tipo el Travis de Taxi Driver o el Ernest de God´s Lonely Man) Alex Cox logra con El Patrullero una obra mucho más interesante en el fondo y en la forma que la famosísima mierdaza de Ferrara. En el fondo porque aquí no se moraliza ni mucho menos la religión comporta una vía de salvación, una senda recta que permite redenciones in extremis: en esta película lo que mandan son las circunstancias, y la amoralidad más que una elección es una fuerza física con mayor empuje que la gravedad a la hora de acercar a los protagonistas a las acciones a las que se aproximan por aquello de ser más pobres que las ratas y carecer de otra opción. Y en la forma por la sencilla razón que se filma todo en un entorno fronterizo y yermo a plena solana cueceaxilas, nada que ver con el marco habitual de este tipo de historias: las zonas más putrefactas y sórdidas de las grandes ciudades, por lo general de noche.
Pedro Rojas es un pobre diablo igual de insignificante a la hora de saber imponer su voluntad que tenaz en su vocación de convertirse en policía. Lo logra, sí, pero su estampa al verle patrullar y ser toreado una vez tras otra recuerda casi más a Cantinflas a esa máquina de poner sanciones administrativas que le dicen desde instancias superiores ha de ser. Un hombre enjuto, nimio, apocado. Un tío que la primera mordida que se lleva es más por dejadez y no saber interrumpir a su interlocutor que por predisposición a los ingresos en B para redondear su nómina. Un pobre diablo que termina cojo, suspendido de empleo y sueldo un mes y con dos familias que alimentar. En cuanto a lo apocado de su persona es flipante la escena en la que primero se mama en un puticlub (que juraría es el mismo que el que sale en la excepcional Río Abajo de Jose Luis Borau, otro peliculón con aspectos similares en cuanto a lo de las corruptelas e inmigraciones ilegales), ha de ser la puta quien le arrastre escaleras arriba de cara a yacer y, ya en el desenlace de la secuencia (sin aclararse si follaron siquiera, que no sería extraño descartar la señorita le dejó durmiendo y le cobró la faena sin haberse dado tal), llegar borracho a casa con su suegro roncando que tiembla la casa, verle su mujer y correrle a leches y pescozones en un espectacular plano secuencia por toda la casa hasta que el otro le enseña el dinero de la mordida, que ahí ya su señora se calma. Una secuencia que no sabes si es drama o comedia porque tiene lo mismico de Cassavettes que de Benny Hill.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Y otra secuencia de flipar es cuando muere el colega de Pedro: incapaz de llegar a tiempo en su auxilio porque primero la tartana de coche que tiene no arranca y después el motor peta se le sigue cámara al hombro corriendo a la máxima velocidad que le permite su cojera para tras mirar aquí y después allá encontrar acullá a su amigo con más heridas de balas en el cuerpo que comodidades los perros de Paris Hilton en su mansión para perros. El amigo balbucea un último estertor con la exquisita dicción que le permite el estar muriéndose y tener la garganta anegada de sangre y la cámara, casi inopinadamente, hace un paneo al cielo, como buscando una respuesta. Que no la hay.
Alex Cox, te echamos de menos.
Alex Cox, te echamos de menos.