No tengo dudas sobre el papel civilizador que jugó la religión en sus orígenes, estableciendo códigos morales y normas de conducta que nos ayudasen a superar la "natural" ley del más fuerte. Para conseguir que los seres humanos se plegasen a estos códigos y normas, las religiones establecieron un sistema de premios y castigos. El problema era que estos premios y castigos sólo se sustanciaban tras la muerte y, como nadie había vuelto de allá, el creer que acatar las normas te conducía al paraiso y que vulnerarlas te llevaba al infierno era una cuestión de querer creer, es decir, de fe. Y como la religión, además de imponer un orden social, aliviaba a los humanos de la angustia y el temor que provocaba la muerte, tuvo un enorme éxito. Fue la fe la que consiguió que los humanos creyesen en lo que no se podía comprobar.
La sátira de esta película está más dirigida contra la fe que contra la religión. Pero comete un grave error de bulto. Los productos de este supermercado sólo conciben el paraiso al traspasar el umbral, mientras que la realidad que les espera es el infierno. Es como decir que la religión sólo promete premios cuando la realidad es que sólo hay castigos. Y eso no es así, pues son la esperanza del premio o el temor al castigo los que condicionan nuestras acciones, los que nos imponen una moral. Y lo que transgrede esa moral es pecado y conduce al castigo. Y para nuestro "salchicho" y nuestra "bollita" no existe el infierno, luego tampoco existe el pecado. No tiene sentido que la "bollita" se haga la estrecha y sólo se deje meter la puntita.
En realidad, lo que les ocurre a los protagonistas de esta peli es algo más parecido al ciclo vital: comienzas a vivir preservado del mundo, pero en cuanto te desprecintan (en cuanto pierdes la inocencia) comienza ese rosario de putaditas que es la vida y que se resuelve precipitándose hacia la nada desde el final del tubo digestivo de algún diosecillo. Visto así, está claro que esta peli nos escamotea lo más crudo de la función y pretendiendo ser trangresora se queda en maleducada. Una palabra gruesa, un chascarrillo chocarrero, un inequívoco doble sentido, pueden dar gracia al discurso, pero no pueden sustituirlo. La acumulación y el abuso les hace perder efectividad y acaban resultando irritantes.
Dos observaciones: 1) al diseño de la "bollita" iba a decir que no le falta detalle, con todas sus curvas en su sitio y esa hendidura vertical y roja en el lugar de la boca. Lástima que no tenga tan buena dentadura como el "salchicho". Y 2) que la tensión entre el panecillo judío y el pan de pita árabe se resuelva en sodomía es una obviedad. Llevamos décadas viendo como árabes y judíos se dan por el ojo moreno. Para mí, pocas risas y demasiados WTF.