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España España · Castellón de la Plana
Voto de mnemea:
8
Drama Una mujer, profesora de piano en un conservatorio, frecuenta cines porno y tiendas de sexo para escapar de la influencia de su dominante madre. Uno de sus alumnos se propone seducirla. (FILMAFFINITY)
31 de mayo de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los músicos, manos ejercitadas que reciben directamente del cerebro la orden que maneja sus movimientos. Impulsos eléctricos les dotan de la maestría trabajada durante largos y costosos periodos de tiempo. El cerebro ordena a las manos: toca bien, simula que esta orden te la envía el alma.

Pasionales, enfermos de la perfección, antes de desafinar hay que dominar el instrumento. No todo el mundo puede destacar, una dedicación extrema y unas manos firmes a la vez que delicadas y ágiles deben mantener toda la armonía que la música necesita.

El piano, la complejidad hecha instrumento. Maravilla tanto su sonido como el movimiento de las manos sobre sus teclas negras y blancas. La partitura guía las notas, la intención con que se representan hacen de su sonido un continuo alegato universal. El que la pianista quiera mostrar.

El rostro de la pianista, sus ojos lanzan fuego, muestran dedicación, sus labios gritan lujuria pero hablan de la locura de los grandes pianistas de la historia. Pómulos que desean el ataque, el dolor, pero mantienen el saludable color de los genios. No existe la sonrisa, es un lujo que no se permite cualquiera, es una necesidad vulgar, una muestra de humanidad involuntaria que controlada, es perversa. Su frente oculta sus pensamientos. Más fuerte, más duro, más extremo... algún día.

Un único rostro para sus dos vidas, la intachable dedicación como profesora, la innegable exaltación de su cuerpo. Frecuencia y compás para los placeres más oscuros y personales. No existen límites en la represión más liberada. No es un secreto, es una entrega desmesurada a la espera de un igual al que dominar para que la domine.

Mientras tanto, los juegos peligrosos forman parte de la fachada, ese rostro intachable sólo vive de la genialidad y el ansia. Complejas mentiras, altivez visual, descarado comportamiento, pétrea sexualidad, doncella preparada para el látigo en silencio.

Dolor comparte, dolor recibe, dolor muestra. Lo compartimos sin comentarios, lo recibimos de frente, un golpe tras otro, nos muestra con total frialdad y sin ningún reparo todo lo que oculta el rostro impenetrable de la pianista, y sin pestañear siquiera seguimos sus movimientos por su compleja vida, dos mitades unidas profusamente, que despiertan en nosotros el desconcierto de nunca estar del todo preparados para meternos de lleno en las perversiones y placeres ajenos cuando el modo de narrarlo es tan contundente, porque a esta bacanal nadie estaba invitado y todos nos hemos entrometido. No existe la indiferencia ante el rostro de la pianista.
mnemea
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