Perturbadora historia que te mantiene en un estado incómodo y sumergido en el morbo, esperando impaciente por otra alta dosis de locura. Los cadenciosos movimientos de la cámara, la inquietante mirada de la protagonista y los retorcidos diálogos, hacen que lo insano resulte un verdadero placer. Haneke vuelve a hacer una película un tanto inclasificable, difícil de encasillar o etiquetarse. Yo la pondría en el plano de lo oscuro, lo bellamente demencial, aquello de lo que secretamente quisiéramos ser participes, pero preferimos no compartir. Y aunque el piano ya ha callado, como dice la pianista, es un silencio ensordecedor. Las punzantes notas de la imagen han quedado resonando en mi memoria, creo que ahí seguiré escuchándolas por un largo tiempo.