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Voto de harryhausenn:
7
7.0
27,555
Drama
Cleo (Yalitza Aparicio) es la joven sirvienta de una familia que vive en la Colonia Roma, barrio de clase media-alta de Ciudad de México. En esta carta de amor a las mujeres que lo criaron, Cuarón se inspira en su propia infancia para pintar un retrato realista y emotivo de los conflictos domésticos y las jerarquías sociales durante la agitación política de la década de los 70. (FILMAFFINITY)
4 de diciembre de 2018
26 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Roma, el barrio de Ciudad de México donde Cuarón creció. El director firma su obra más personal; con gran peso autobiográfico, de hecho; para resaltar aquello que le pasó inadvertido siendo niño: la vida de las sirvientas de su casa y el caldeado clima social de la ciudad y del país en los años 70. Seguimos el día a día de Cleo, la asistenta de esta familia burguesa, que recorre la casa y el barrio haciendo recados, ajena a los sucesos tanto personales como sociales, que Cuarón nos sugiere en los márgenes de las imágenes que nos muestra.
Porque esa es la principal baza de la película: la composición de la imagen, sobre todo el uso de la profundidad de campo. Nada nuevo si recordamos el impecable trabajo de fotografía en la carrera de Cuarón, principalmente en el terreno de ciencia-ficción. Sin embargo, sí que sorprende este espectacular despliegue técnico para un drama en el que la acción rara vez ocurre en el centro de la pantalla.
Desde la primerísima escena de la película Cuarón nos deja claro el capital papel de la composición del plano. El reflejo del cielo se desdibuja en el agua de las baldosas recién fregadas de un patio. La imagen se vuelve borrosa a medida que el agua fluye y entonces, el reflejo de un avión cruza la pantalla. No es el único avión que veremos en la película, pues se trata de un truco, tan simple como efectivo, para, como ya habíamos dicho, aumentar la profundidad del plano. El mejor ejemplo de esta composición sería el de la clase colectiva de artes marciales al aire libre. En primer plano, Cleo y los espectadores, a distancia media, los jóvenes realizando la coreografía y al fondo, en el cielo, de nuevo los aviones.
Al igual que se ha hecho durante siglos en la pintura para representar los paisajes, el detalle en los elementos alejados del espectador contribuyen a componer la perspectiva. Es por ello que se podría decir que parte del trabajo fotográfico de Roma recae sobre la composición de cuadros en movimiento. Directores como Béla Tarr, Pawlikowski e incluso Coppola con Tetro han perfeccionado esta composición en los últimos años, regalándonos imágenes asombrosas. Estos son unos pocos de los nombres que vienen a la mente cuando admiramos el blanco y negro de Cuarón. Pero el mexicano osa expandir los límites de la imagen hasta lograr panorámicas espectaculares que nada tienen que envidiar a los ya mencionados gracias al sumo cuidado de cada elemento, de cada detalle que componen los cuadros.
Porque esa es la principal baza de la película: la composición de la imagen, sobre todo el uso de la profundidad de campo. Nada nuevo si recordamos el impecable trabajo de fotografía en la carrera de Cuarón, principalmente en el terreno de ciencia-ficción. Sin embargo, sí que sorprende este espectacular despliegue técnico para un drama en el que la acción rara vez ocurre en el centro de la pantalla.
Desde la primerísima escena de la película Cuarón nos deja claro el capital papel de la composición del plano. El reflejo del cielo se desdibuja en el agua de las baldosas recién fregadas de un patio. La imagen se vuelve borrosa a medida que el agua fluye y entonces, el reflejo de un avión cruza la pantalla. No es el único avión que veremos en la película, pues se trata de un truco, tan simple como efectivo, para, como ya habíamos dicho, aumentar la profundidad del plano. El mejor ejemplo de esta composición sería el de la clase colectiva de artes marciales al aire libre. En primer plano, Cleo y los espectadores, a distancia media, los jóvenes realizando la coreografía y al fondo, en el cielo, de nuevo los aviones.
Al igual que se ha hecho durante siglos en la pintura para representar los paisajes, el detalle en los elementos alejados del espectador contribuyen a componer la perspectiva. Es por ello que se podría decir que parte del trabajo fotográfico de Roma recae sobre la composición de cuadros en movimiento. Directores como Béla Tarr, Pawlikowski e incluso Coppola con Tetro han perfeccionado esta composición en los últimos años, regalándonos imágenes asombrosas. Estos son unos pocos de los nombres que vienen a la mente cuando admiramos el blanco y negro de Cuarón. Pero el mexicano osa expandir los límites de la imagen hasta lograr panorámicas espectaculares que nada tienen que envidiar a los ya mencionados gracias al sumo cuidado de cada elemento, de cada detalle que componen los cuadros.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pero eso no es todo, si los planos fijos son asombrosos, las secuencias en movimiento tampoco se quedan atrás y cabe destacar unas cuantas. Por ejemplo, en el interior de la casa, a medida que Cleo realiza las tareas, la cámara en un punto fijo realiza un giro de 360º, lentamente, lo suficiente para ver a la sirvienta recoger la mesa al tiempo que tras una puerta entreabierta vemos al matrimonio de la familia discutiendo. Otra escena, la del incendio, ocurre en un travelling horizontal que va iluminando la imagen a medida que nos acercamos al fuego. Aunque si de travelling horizontal se trata, quizás la que mejor transmite la tensión sea la de la ola, poniéndonos el corazón en un puño en un movimiento de cámara en vaivén durante un par de minutos.
Por último, la que sin duda es la escena mejor construída de la película, es la de la mueblería, que combina todo tipo de movimientos de cámara casi en la misma toma. Dos mujeres buscan un mueble, la càmara las sigue con un movimiento de rotación en punto fijo. En el momento en que el ruido se escucha, la cámara gira hacia la ventana, mostrándonos el exterior, lleno de extras, de refilón, sin necesidad de sumergirse en la turba. La cámara sigue girando para captar la acción dentro de la tienda y se para cuando una mano sujeta un objeto en plano fijo, para, segundos después, abrir este mismo plano y sorprender al espectador con un giro de guión.
Todas las películas de Cuarón son un prodigio técnico, desde sus films más intimistas como éste o Y tu mamá también a sus extravagancias epatantes como Hijos de los hombres o Gravity. Nada malo puede decirse de este aspecto, que por sí solo ya supone un mérito mayúsculo. Desgraciadamente, la película no alcanza la perfección a causa de una nota discordante: la emoción. Al ser una película de gran peso autobiográfico, Cuarón deja en muy buen lugar sus orígenes y aseptiza la clase acomodada sin sacar demasiados trapos sucios ni siquiera un mínimo de autocrítica. Por otro lado, el perfil de Cleo de ingenuo y complaciente que es resulta casi caricaturesco. Cuarón firma así un texto tan autocomplaciente como condescendiente con su protagonista. Por no hablar de la escena de mayor impacto, la que ocurre en el hospital: innecesaria, de mal gusto, impuesta al espectador para obligarle a emocionarse como si nos apuntasen con una pistola. Un traspiés importante que no acompaña la majestuosidad de un conjunto digno de estudio, imagen a imagen.
hommecinema.blogspot.com
Por último, la que sin duda es la escena mejor construída de la película, es la de la mueblería, que combina todo tipo de movimientos de cámara casi en la misma toma. Dos mujeres buscan un mueble, la càmara las sigue con un movimiento de rotación en punto fijo. En el momento en que el ruido se escucha, la cámara gira hacia la ventana, mostrándonos el exterior, lleno de extras, de refilón, sin necesidad de sumergirse en la turba. La cámara sigue girando para captar la acción dentro de la tienda y se para cuando una mano sujeta un objeto en plano fijo, para, segundos después, abrir este mismo plano y sorprender al espectador con un giro de guión.
Todas las películas de Cuarón son un prodigio técnico, desde sus films más intimistas como éste o Y tu mamá también a sus extravagancias epatantes como Hijos de los hombres o Gravity. Nada malo puede decirse de este aspecto, que por sí solo ya supone un mérito mayúsculo. Desgraciadamente, la película no alcanza la perfección a causa de una nota discordante: la emoción. Al ser una película de gran peso autobiográfico, Cuarón deja en muy buen lugar sus orígenes y aseptiza la clase acomodada sin sacar demasiados trapos sucios ni siquiera un mínimo de autocrítica. Por otro lado, el perfil de Cleo de ingenuo y complaciente que es resulta casi caricaturesco. Cuarón firma así un texto tan autocomplaciente como condescendiente con su protagonista. Por no hablar de la escena de mayor impacto, la que ocurre en el hospital: innecesaria, de mal gusto, impuesta al espectador para obligarle a emocionarse como si nos apuntasen con una pistola. Un traspiés importante que no acompaña la majestuosidad de un conjunto digno de estudio, imagen a imagen.
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