Con un diseño de producción años 50 verdaderamente logrado, un clima y una atmósfera excepcionales y un trabajado guión, Del Toro vuelve a recurrir a seres casi mágicos, irreales, antropomorfos, que vinculan al espectador con mundos subterráneos, ocultos, aquí acuáticos. Es este el aspectos más espectacular de esta película en la que se entremezcla una historia de espías de la Guerra Fría, la lucha por dominar el espacio entre rusos y estadounidenses y la lucha diaria y rutinaria de dos limpiadoras nocturnas. Quizás esa mezcla de historias sea un tanto confusa en alguna parte de la película, aderezada por un personaje que tampoco cuadra en toda la historia, el que interpreta el gran actor Richard Jenkins, y que no parece estar en la misma onda que el resto. La película es toda del malvado descarnado al que da vida Michael Shannon, cada plano en el que aparece es puro cine. Sin llegar al nivel de EL LABERINTO DEL FAUNO, una gran película de Guillermo del Toro que convierte LA BELLA Y LA BESTIA en un cuento paralelo al que nos enseña en este film