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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Drama. Bélico En junio de 1944, cuando los aliados declaran el día-D y los últimos reductos alemanes huyen como los cuervos de la tormenta, en Kolar, Bélgica, los aliados tratan de reconstruir el pueblo... pero también allí quedan nazis que, como nubes negras, están dispuestos a procurar que la paz no llegue nunca. El instructor nazi, Frederick von Beck (George Coulouris), tomará la iniciativa, pero allí está el mayor Phil Carson (Stanley Ridges) y ... [+]
24 de mayo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tuvieron que pasar 47 años, para que la membresía de, Herbert J. Biberman (excluida en 1950), fuera póstumamente resarcida en la Guía de Directores de América, pues, los efectos del abominable Comité de Actividades Antiestadounidenses (HUAC), perduraron durante largo tiempo.

Hombre de gran cultura, notable guionista y director, su magnífico filme, “La Sal de la Tierra” -un semi-documental con el cual reivindicó el compromiso de las mujeres que han apoyado las luchas sindicales-, ha sido catalogado ‘culturalmente significativo’ por la Librería del Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica, y también fue incluido para su preservación en el National Film Registry.

Diez años antes que, “La Sal de la Tierra”, <<LA RAZA SUPERIOR>>, financiado por la RKO, fue el tercer largometraje que pudo realizar Biberman, y fue, éste, su aporte al cine de propaganda que tanto reclamó el país norteamericano tras su entrada en la II Guerra Mundial. Se parte de una historia escrita por el propio Biberman, y el guion -firmado por él mismo con la colaboración de Anne Froelick y Rowland Leigh-, comienza el llamado Día-D (6 de junio de 1944), fecha en la que comenzó a ejecutarse la llamada Operación Overlord por parte de los Aliados, con un gran desembarco y despliegue aéreo en Normandía, mediante el cual se comenzó a recuperar a Europa y a acabar con la agresiva amenaza Nazi-Fascista.

El filme arranca cuando están a punto de iniciar su desbandada los altos mandos alemanes que, hasta entonces, estaban posesionados de gran parte de Europa, y cuando todavía su iluso instructor les sigue hablando de la pretendida Raza Superior, al tiempo que los invita a seguir atormentando y dividiendo al mundo dondequiera que se encuentren. Una suerte de maldición que todavía resuena, con algún poder, en las naciones más diversas de nuestro planeta.

Entre tanto, los Aliados -en cabeza del mayor inglés, Phil Carson, y con presencia rusa y americana-, se esmeran por reconstruir a Kolar, Bélgica, un pueblo agrícola al que la guerra ha dejado bastante maltrecho.

Estamos ante una historia de solidaridad, de hermandad sin distingos de raza, cultura o nacionalidad, donde incluso a los alemanes presos y con deseos de redimirse, se les da una oportunidad y, a algunos, se les deja libres y se confía en su deseo de redención hasta que demuestren lo contrario. El filme apologiza la unión de todos los hombres, da un fuerte significado al trabajo mancomunado, y muestra los grandes beneficios que trae vivir en comunidad, dando cada uno lo mejor de sí y contribuyendo al bienestar de todos con los talentos individuales.

Con un equipo actoral bastante talentoso, aunque no muy reconocido (George Coulouris, Stanley Ridges, Nancy Gates, Osa Massen, Lloyd Bridges, Gigi Perreau…), y una muy buena fotografía con las cámaras de Russell Metty, Biberman logra un filme de alto atractivo técnico-argumental, con el cual dejó bien plasmado su espíritu pacifista, su propósito de hermandad, y su inmenso deseo de que, en la tierra, no vuelva a haber guerra nunca jamás.

Pero, ninguna de éstas cosas supieron entenderlas ni valorarlas los obtusos cazadores de brujas, y contra todo, el nombre de, Herbert J. Biberman, se puso en la picota pública, se le difamó y se le tuvo en prisión durante seis meses porque, junto a otros nueve grandes y muy respetables cineastas, se negó a declarar ante un comité que dejó para la historia una penosa estela de vergüenza.

Contra todo lo que pueda decirse en contra de la humanidad, hay también tantas cosas buenas y maravillosas, que suena muy bien la frase que sale de los labios del viejo Bartoc:

“Cuando Dios hizo a las personas, tuvo una gran idea”.
Luis Guillermo Cardona
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