Risible y bazofiosa comedia de parejas en crisis que todo lo acaban resolviendo a partir de una desventura cometida por su torpez remilgada, según sus defectos impulsivos que les obligarían estar más separados el uno del otro. Pero no. Lo que les sucede a Paul y Meryl Morgan de Nueva York (Hugh Grant y Sarah Jessica Parker respectivamente) es que cambian la gran urbe por los vastos pastos de Wyoming con el fin de recocijarse en calidad de testigos protegidos de un crimen que han presenciado en la calle durante una de sus disputas de pijos repipis venidos a menos. Y si de allí en vez de pasar por una penosa angustia basada en el mal rollo, largas sesiones de cacería y alcohol a destajo, se deciden tolerar mutuamente.

Enfatizo esto para que en una próxima idea para guionistas mal pagados le den una vuelta de tuerca a ésta clase de películitas, porque se echa de menos la comedia negra y no hacía falta relanzar subproductos susodichos como éste. Los Morgan se toman el aislamiento a tierras lejanas como unas largas vacaciones que tendrán que desenvolver adaptándose socialmente a los nuevos lugareños (entre ellos un oso tamaño grizzlie, circense y desorientado) frente a las sorprendidas miradas de soslayo del sheriff Clay (Sam Elliott) y su esposa Emma, aludida Sarah Palin en la voz de cortado descafeinado de sobre corto de café con la leche natural y sacarina de ésta malísima y horrenda actriz que es Sarah Jessica Parker. Y eso también va por su versión doblada que merece de otras actrices mejores. En lo referente a Hugh Grant mejor que se vuelva a Inglaterra y pase una larga temporada en un lupanar.

Lo Mejor: el campechano Sam Elliott, pese a que empieza a encasillarse en papeles tipo granjero local, y sólo por decir alguna cosa
Lo Peor: que aburre mil demonios