No hay modo de acabar con Jason. Pero que al menos se expliquen. En la anterior entrega era arrastrado por las cloacas de Nueva York. Aquí ya te cuelan con un principio que, a la primera impresión, insinué que era un Jason “de coña”: un simulacro de la policía, una de las mil maneras de acabar con el descuartizador de Crystal Lake. Pero no, es el autentico… El que siempre sobrevive de mil maneras.

Y después de ocho entregas, ésta novena sinfonía de lo infumable le emparentan al remojado hijo de Pamela Vorhees unos parientes cercanos; una hermana camarera (Erin Gray), una sobrina llamada Jessica (Kari Keegan) y el retoño de ésta, conscientes de que una parte de su árbol genealógico está podrido de maldad. De tanta que han aprovechado a explotar el merchandising de lo que aparentemente es una Leyenda Urbana que ha dejado tras de sí centenares de víctimas. Unas apetecibles hamburguesas Vorhees con Dedos Jason es el plato especial de cada día. Y un cazador de asesinos en serie (Steven Williams) visita la zona para advertir a los consanguíneos del sanguinario monstruo que su tío va por ellos. Pero de allí también se le complican las cosas al ex marido de Jessica, Steven (John d. LeMay) cuando es acusado de los misteriosos crímenes que empiezan a sucederse, aparentemente no perpetrados por Jason, sinó por víctimas poseídas por su espíritu.

Gore, sentido del humor del malo y cansino y merece (junto a la parte VIII) de ser un punto y aparte en ésta agotadora saga. Y faltaban tres películas más por venir: “Jason X” (2001); “Freddy contra Jason” (2003) y la revisión, que como tal no se percibe nada, del “Viernes 13” original que tramó Marcus Nispel en 2009.