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España España · Madrid
Voto de keizz:
8
Drama Cuatro sacerdotes conviven en una retirada casa de un pueblo costero, bajo la mirada de Mónica, una monja cuidadora. Los curas están ahí para purgar sus pecados y hacer penitencia. La rutina y tranquilidad del lugar se rompe cuando llega un atormentado quinto sacerdote, y los huéspedes reviven el pasado que creían haber dejado atrás. (FILMAFFINITY)
22 de octubre de 2015
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película chilena dirigida por Pablo Larraín se inicia con una cita del Génesis en la que se dice que Dios separó la luz de las tinieblas. Como una especie de extensión de ese argumento, Larraín filma la mayor parte de la película de noche, o en atardeceres, o en interiores en penumbra. Entre esta fotografía de claroscuros y las imágenes sucias, de enfoques imperfectos, Larraín crea una atmósfera sombría y áspera, como esas grabaciones de algunos grupos de rock garagero cuya producción poco cuidada forma parte del producto.

“El club” es claramente un grito contra una de las peores miserias de la Iglesia católica: la pederastia ejercida por sus miembros. Por los miembros de sus miembros. Un tema tan feo y siniestro como el envoltorio de esta película. Un tema proclive a ser tratado de un modo explícito y espectacular, y que sin embargo Larraín trata de una manera diferente. Elude la crítica fácil, con pobres niños inocentes sometidos a los deseos de demonios con sotana. Va por un camino distinto, todo está implícito, sugerido, es mucho más lo que escuchas y lo que imaginas que aquello que realmente ves.

Este modo de narrar es más arriesgado pero al mismo tiempo provoca mucho más desasosiego en el espectador, puesto que la imaginación siempre es más potente que cualquier plano visual. Larraín te ahoga con sus tenebrosas imágenes, con las palabras sucias e inmisericordes, te asfixia con esa historia tan buñuelesca y despiadada. Pero no hay sotanas, no hay iglesias, no hay apenas símbolos religiosos, nada es explícito, no sabemos casi nada de esas personas que purgan sus pecados en esa casa solitaria y que pasan las horas rezando y adiestrando a un perro de carreras. No sabemos los antecedentes de cada uno, ni sus porqués, pero (o precisamente por eso) nos sobrecoge lo que se nos muestra.

Y esa mujer, la que los cuida, los vigila y los controla. La que los manipula y los mantiene a salvo del mundo exterior a través de rutinas y horarios, más propios de la vida castrense que de la civil. Enigmática, con esa voz y esa sonrisa que te hiela el alma… Al final es el personaje que más miedo da (excelente la interpretación de Antonia Zegers).

Punto y aparte merece el personaje de “Sandokan” (Roberto Farías). Un alma huérfana que la Iglesia acogió para destruirlo para siempre, que vaga por el pueblo borracho y que de vez en cuando grita contra quienes le destruyeron, no tanto por pedir justicia ni por sacar la rabia de dentro sino seguramente porque lo único que le queda es no olvidar nunca aquello que le llevó a convertirse en lo que es. Este espléndido personaje (maravillosamente interpretado por Roberto Farías, rebosante de talento) está fuera de la casa pero de algún modo marca la pauta de lo que sucede dentro de ella.

Larraín es increíblemente duro con sus personajes y nada complaciente con el espectador. Utiliza la música para reforzar la intensidad dramática y un humor negro que aparece con cuentagotas que no llega a servir de respiro sino que más bien refuerza aún más el drama. Consigue que algo te haga gracia y que te sientas mal por ello.

“El club” destaca también por su ritmo narrativo, su tensión latente (tiene toques de película detectivesca y de thriller psicológico) y su magnífico guión. Un guión repleto de virtudes, con grandes dosis de provocación, y las justas de humor negro, ironía, buenos diálogos y toques de efecto sorprendentes que dejan al espectador boquiabierto y/o sobrecogido.

Además de los ya citados Roberto Farías y Antonia Zegers, el resto de actores que componen el elenco de esta película rayan también a muy alto nivel. Están Alfredo Castro, Jaime Vadell, Alejandro, Goic y Alejandro Steveking. Todos brillan a gran altura en una película de las que no se olvidan, que va creciendo en intensidad y que se termina por desbordar en una parte final que pone los pelos de punta.

Es una película que te sorprende, aunque esperes que lo haga. Con una propuesta formal muy sencilla en su concepto, ambientación y puesta en escena, pero con una contundencia tremenda y una intensidad ideológica notable. Para mí, no es solamente una desgarrada crítica contra la Iglesia, sino contra el ser humano y su naturaleza, contra las miserias que anidan en el interior de los hombres.

“El club” es demoledora. Por eso, no es apta para todos los públicos. Se pasa mal. Quien no quiera pasarlo mal en el cine, que no vaya. No es una película para ver comiendo palomitas porque terminarías vomitándolas o atragantado. Es incómoda, dura, nada amable. Es estremecedora. Es una maravilla descubrir que aún hay directores capaces de que su narrativa transite por caminos prácticamente inexplorados.

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keizz
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