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España España · Madrid
Voto de GVD:
6
Drama Una poderosa historia de descubrimiento sexual e intelectual basada en acontecimientos reales a partir de la turbulenta relación entre el joven psiquiatra Carl Jung (Michael Fassbender), su mentor Sigmund Freud (Viggo Mortensen) y Sabina Spielrein (Keira Knightley). A este trío se añade Otto Gross (Vincent Cassel), un paciente libertino decidido a traspasar todos los límites. (FILMAFFINITY)
1 de diciembre de 2011
90 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por primera vez, un Cronenberg desconocido toma la contención por bandera. Se ajusta, como aplicado artesano, a un guión de perfecto acabado literario y de narrativa fluida, que regala personajes que funcionan por sí mismos y no por el nombre de los mitos, a lo que Cronenberg responde con actores que interpretan y no sólo se disfrazan. El estilo es delicado, con imágenes cuidadas y pulcras. La película busca combinar lo biográfico, con máximo decoro por las figuras, con lo romántico, apostando por un tono sentido y liviano.

Cronenberg consigue que la película pase como si se descorriese un velo. Y en esa aparente virtud, encuentro su mayor limitación.

Nunca fue especialidad de Cronenberg el dotar de vida al plano, el lograr oxigenarlo y que el espectador respire con él. En su cine, suelo encontrar la imagen encorsetada, y esta vez no es una excepción, pero lo que siempre ha sido su mayor talento, el de la atmósfera febril, aquí ha sido (voluntariamente) descartado. ¿Dónde está la carnalidad y el sexo que tanto pregona su temática? ¿Dónde se transmiten las dudas y el tormento moral de Jung? Desde luego, para mí Keira Knightley no pone lo primero, ni Cronenberg lo segundo.

Entiendo que la película quiera tomar la vía psicológica antes que la atmosférica, pero -exceptuando escenas como aquella en la que Knightley confiesa sus vivencias o el test/interrogatorio por palabras a la mujer- la intensidad se diluye en el fluir del relato. Los sueños, donde la psicología de los personajes podría tener más vida, se limitan a ser piezas del engranaje narrativo. Y quizá por ese respeto por el nombre de los personajes, que sin duda los hace creíbles, pero inevitablemente distantes, también me quedo fuera de la historia de amor, puntal definitivo de la película.

Conste que la apuesta de Cronenberg por la contención me parece mucho más arriesgada que si hubiese optado por el desmelene habitual, y le ha salido una obra muy agradable de ver, pero mi sensibilidad encaja mejor con un tratamiento de la mente más visceral: la descomposición sexual de “Lilith” de Rossen, la paranoia atmosférica de Polanski, la violencia psicológica de Bergman o la zambullida en los infiernos de Lynch.

Los trayectos en cine no han de ser horizontales, de izquierda a derecha, sino verticales, de fuera hacia dentro.
GVD
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