Esta frase podría resumir lo que esperaban los hermanos Gecko tras cruzar la frontera y escapar de la justicia. George Clooney, protagonista, encarna a Seth, un atracador "malo" convertido en héroe por circunstancias del destino. Quentin Tarantino hace un cameo de sí mismo - es una opinión personal, basándome en su retorcida personalidad - para interpretar al chiflado, salidorro y violento Richie. Con ellos van de "excursión" sus secuestrados rehenes: Un predicador viudo que ha perdido la fe (Harvey Keitel) y sus hijos.
Con su habitual estilo vulgar, sangriento, soez, pero lleno de humor negro, Rodríguez y Tarantino se unen para elaborar un guión propio de una road movie de fugitivos, pero que acaba derivando en una terroríficamente divertida película sobre vampiros, donde motoristas y camioneros de los más pintoresco (atención a "Sex Machine") se convierten en Van Helsings atípicos. Nunca las cuatro patas de una mesa resultaron tan útiles.
Por último no olvidar la estelar colaboración de la "amiga" Salma Hayek, con un bailecito que ha pasado a la historia del cine más reciente y que fue incluso imitado para el anuncio de un coche cuando salió la película.