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4
Aventuras. Romance. Acción El marido de Elizabeth Curtis ha desaparecido en algún lugar de África mientras intentaba encontrar las minas de diamantes del rey Salomón. Para encontrarlo, Elizabeth contrata al aventurero y explorador Alan Quartermaine y le ofrece una recompensa de 5.000 libras. (FILMAFFINITY)
14 de octubre de 2012
1 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro gran clásico de mi niñez que visto unos cuantos años más tarde acaba aburriendo más que otra cosa. Reconozcamos que el planteamiento promete pero otra cosa muy diferente es llevarlo a la práctica. El viaje de la expedición te se hace eterno. En parte, por el catálogo de fieras que van saliendo, en el intento, por otro lado logrado, de que el espectador pudiera apreciar toda la fauna del continente negro aunque no tuviera mucho sentido. Y por otro lado, porque la cinta está rodada de una forma lenta y pesada, diluyendo el propio argumento que por momentos te se olvida. Sobre lo primero, entiendo que en 1950 muchos espectadores no habrían visto en su vida la mayoría de animales que salen por lo que dejaré pasar este recurso por más que se abuse del mismo.

Ahora bien la falta de tensión y de emoción a lo lago del viaje es imperdonable. Es que salvo los mencionados recursos de la aparición de las fieras, no pasa prácticamente nada de interés. Es más, casi nada, tenga interés o no. Me atrevería a decir que lo más interesante es la relación entre Stewart Granger y Deborah Kerr, especialmente por algún diálogo, por que respecto a lo que surge entre ambos está cogido con pinzas. Y es que te da la sensación de que han elaborado el guión pensando en que no tenía la más mínima importancia y que se podía modificar siempre que uno quisiera. Por último, toda la parte final es un completo rollo, especialmente por la forma tan tonta, fácil y sosa de resolver el problema. De hecho cuando sale la palabra fin, uno dice "¿Ya está?" como si no se esperara ese corte tan abrupto, por más que la historia estuviera cerrada gracias a lo raquítico de la misma.

No puedo terminar sin referirme a Deborah Kerr, actriz que nunca me ha parecido atractiva, pero que en esta ocasión si lo está algo, no sé si porque lucía más joven, por las ropas o el peinado, concretamente porque lleva el pelo largo (aunque en "Quo Vadis" lo lleva también y no me gusta). Desgraciadamente acaba cortándose su larga melena con lo que pasa de golpe y porrazo a ser fea. Aunque lo más curioso es la conversación que tiene unos minutos antes con su hermano. Como ella se queja de que no puede peinarse, John le dice que se ponga trenza, que además le quedaban muy bien a lo que ellas responde que ya no es una niña. Aquí seguramente está la clave de porque me parecen tan bonitas las trenzas o las coletas (a los lados de la cabeza se entiende, no la clásica cola de caballo que es bastante menos favorecedora) en una chica, porque con ellas transmite una imagen, además de femenina, infantil, con todo lo que eso conlleva: debilidad, dependencia, ternura, etc. Todo lo contrario si fuera con el pelo corto como hace nuestra protagonista, peinado con el que da a entender que es un todo un macho. ¡Qué horror!
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