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Voto de Sergio Berbel:
5
Drama Ucrania, año 1919. Es la historia de dos niños, uno cristiano y uno judío, cuya amistad logra sobreponerse a los prejuicios, el odio y el paso del tiempo en la devastación de Ucrania por la Revolución Rusa y la I Guerra Mundial.
16 de mayo de 2022
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás es el momento oportuno para acercarse a la desconocida filmografía ucraniana, y máxime si el tema que trata es la siempre sangrienta relación con el imperialista vecino ruso. En ese aspecto, la película de Zaza Urushadze es interesante; en la perspectiva elegida para ello, no. Ya me pasó con él cuando vi "Mandarinas", bastante menos apasionante de lo que se me vendió.

Porque la idea primigenia de contar la violenta invasión de Ucrania por parte de Rusia (una más) durante la revolución rusa a través de los ojos infantiles de un niño ucraniano cristiano íntimo amigo de otro niño judío, sin la menor duda era una gran idea a priori. Ahora bien, pronto se abandona demasiado fácilmente esa primera sabia decisión para centrarse mucho más en los avatares bélicos y políticos de los mayores, contados además de una forma rutinaria, lo cual va deshaciendo el interés del espectador, que se va desenganchando de la emoción de forma paulatina y termina tan sólo preocupado de los hechos históricos.

Si, además, todo ello se acompaña de una fórmula excesivamente academicista que nada nuevo aporta en el campo visual, al final termina teniendo más aspecto de telefilm que de cine de época.

Aunque la ambientación es notable y su música interesante, la dirección de fotografía muy funcional y preciosista y el elenco actoral acertado, no acaba calando en ningún momento y te deja tan frío como las relaciones que retrata.

Eso sí, demuestra que nada nuevo hay bajo el sol y que lo que estamos viviendo es mera reproducción de lo ya vivido, el afán expansionista e imperialista ruso sobre sus territorios cercanos, a los que pretende cercenar toda capacidad de independencia y plegarlos a su capricho sin el más mínimo atisbo de piedad.
Sergio Berbel
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