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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
7
Western El mercenario y ex-soldado yankee Django (Nero) llega a un desértico pueblo mexicano con un ataúd. Su objetivo: la venganza contra el mayor Jackson. Un spaghetti-western originalmente prohibido en Inglaterra por su violencia... Fan declarado del film, Quentin Tarantino "copió" la escena donde un general le rebana la oreja a un predicador para su "Reservoir Dogs" y en 2012 estrenó "Django Unchained", una película que homenajea a ésta ... [+]
12 de julio de 2007
92 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
Expertos y entusiastas en canto coral sostienen que una buena entrada y un correcto final aseguran prácticamente el éxito de cualquier propuesta musical desarrollada, en directo, desde un escenario. Tres cuartas partes de lo mismo ocurre con “Django”. La peli arranca con fuerza y decisión. Las imágenes de Nero arrastrando un ataud por el embarrado desierto mexicano al son de la cancioncilla de Bacalov nos sumergen paulatinamente en la más genuina expresión del eurowestern: estética desaliñada, prototipos caricaturescos, entramado argumental simplón y algo de violencia. Digo algo de violencia porque pese a la tan cacareada referencia tarantiniana que se le adjudica, “Django” no es tan dura ni brutal como pudiera presuponerse.

Tras un despegue prometedor la peli se mantiene por los cauces de cualquier spaghetti convencional. El hilo narrativo sobrelleva y disimula con dignidad las carencias y las imperfecciones de índole infrastructural que caracterizan al género y que acaban constituyendo la esencia de su encanto. El metraje, por fortuna, ayuda, puesto que en ningún momento sobrecarga ni arranca bostezos. Ciertamente Corbucci no es Leone, ni Bacalov es Morricone. Sin embargo, “Django” -a 40 años vista- merece condescendencia. No debe resultar fácil suplir arquetipos esculpidos con anterioridad por Clint Eastwood, Gian Maria Volonté o Lee Van Cleef. De ello dan fé los protas de la peli: Franco Nero, Eduardo Fajardo y José Bódalo. Pese a todo, yo no me cebaría demasiado en los españoles. Fajardo y Bódalo cumplen, sin más. Nero, en cambio, abusa del talante lacónico y taciturno de su personaje perdiendo la partida virtual ante su competidor, el pistolero sin nombre de la trilogía del dólar.

El tramo final del film se redime de clichés y tropezones elevando el tono notablemente hasta el punto de conjugar épica e iconografía cristiana en un desenlace portentoso. La cancioncilla de Bacalov, como no, pone la guinda.
Taylor
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