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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Drama. Ciencia ficción. Romance Marjorie, de 86 años, pasa sus últimos días con un Prime, una simulación holográfica de su fallecido esposo que le transmite la historia de su propia vida. Sus interacciones se desarrollan y resulta claro que cada uno tiene una relación compleja tanto con las historias que comparten como entre sí. (FILMAFFINITY)
9 de noviembre de 2017
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La memoria sigue siendo el continente más desconocido que alguna vez hemos explorado.
Capaz de provocarnos los más inmensos placeres y los más dolorosos arrepentimientos, crece su valor a medida que disminuye su precisión.
No deja de ser irónico que nunca nos preocupemos por ella hasta que falla, y a la vez encierre todo lo que somos, todo lo que seremos, todo lo que alguna vez quisimos ser.
Es el centro mismo de la experiencia humana, lo único que, en algún futuro, nos dará el alivio de ser algo más que células y fluidos.

'Marjorie Prime', como una muñeca rusa, encierra todas estas ideas en su interior, desgranándolas a través de una familia que, gracias a una tecnología futurista, habla con réplicas de los que ya no están, algunas veces buscando simple compañía y otras reflexionando sobre un pasado que duele, sangra o se desvanece.
Así vive la propia Marjorie, junto a una réplica cuarentona de su marido Walter, tratando de capturar recuerdos que se le escapan, arena demasiado fina para su deteriorada memoria, que su pareja ausente va reordenando para contar las maravillosas historias de un romance hermoso, en el que lo de menos es si pudo haber ocurrido.
Se abre una puerta a la especulación, a la mentira cuando Marjorie corrige la banalidad de lo que vivieron por otra más idílica, pero también a la esperanza: ¿queremos recordar lo que pasó, o quedarnos con una sensación contada por alguien que, en nuestro recuerdo, la vivió?
Si la propia memoria ya es engañosa, ¿qué mal puede tener hundirse en un engaño deseado?

Ese Walter, tranquilamente plantado en un rincón del sofá, sigue preocupándose por ella, está ahí, permanece atento, paciente y cariñoso, y sólo una ligera inflexión robótica de la voz (monumental Jon Hamm) podría delatar que su homólogo ya hace diez años que falleció: detalle mínimo cuando provoca tantas pequeñas satisfacciones, y hasta tiene la amable gentileza de expresar su opinión sincera sobre las capacidades de su pareja, clásica manía que sólo tendría quien te quiere.
En la misma casa conviven la hija de Marjorie y su marido, Tess y Jon, pendientes de que la anciana no se suma demasiado en las brumas de la memoria, aunque también arrastran sus propios anhelos imposibles: Tess todavía guarda rencor y reserva a una madre que nunca entendió ("amamos, pero no nos atrevemos a demostrarlo; a veces la gente hace eso") y Jon se muestra visiblemente fascinado por la consciencia de un Walter digital, que trata de llevar al límite de lo humano siempre que puede.
En un espacio reducido, la historia habla del querer, de conectar con los queridos y lo que somos, y expone que todos los traumas y fantasmas habitan en la memoria, esa jueza implacable que nunca nos dejará ser quienes fuimos o conservar quienes somos ahora, por lo que tendremos que aprender a movernos a su ritmo, aprovechando las ventanas de tiempo que nos deja para querer, o fingiendo que nunca vivimos lo que hemos sentido.

La cuestión es que aquí ya se propone la solución al problema: hologramas que nunca sentirán distinto a lo que querremos que sientan, relaciones en las que las decepciones únicamente vendrán de uno mismo y no de un ideal romántico que nos formamos de nuestra pareja, y recuerdos que nunca serán fotocopias difuminadas de una memoria que se va disolviendo.
Los Primes abren la puerta a una realidad más apacible, más amable con nosotros mismos, que lejos de separarnos para siempre de aquello que amamos, nos permite reconciliarnos con el pasado, y con todas esas cosas que nunca volverían.
Tal vez lo único que lamentar sea, que en nuestro dolor de querer que todo fuera perfecto, acabemos contaminando esas versiones sinceras con las experiencias que quisimos, pero existe un sentimiento de paz en pensar que, al final, esa persona especial permanecerá como siempre la quisimos contemplar.

Porque las personas se rompen y mueren, las memorias fallan y se hunden, los que queremos nos decepcionan y se van.
Pero que maravilloso fue poder amar a alguien, al final.
Esa es una huella que nada reemplazará.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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