Montaje efectista, juguetón, que desnaturaliza en gran medida cualquier sensación de espontaneidad que la película pudiera haber gestado. Por ello, gran parte del metraje se siente una doble negación: cálculo cinematográfico de la pretendida cifra caótica que se pretende mostrar, que a su vez buscaba plasmarse como orden guionizado. Sin embargo, el humor, el descarado humor con el que nos intentan embalsamar requiere de esta dialéctica para que el montaje se funda con su historia. Es cine queriendo ser cine, y de imitar a la vida tiene más bien poco.

Por otro lado, pese que se trata de una gran coreografía, la noto hueca y sin mucho que decir. Se habló de su escenificación del vicio y la juerga, y al final no hay nada reseñable, tanto por su material como por su tratamiento. A lo mejor habrá algunos que encuentren descacharrante o transgresor ver a enanos manteniendo relaciones, mujeres desnudas y una lluvia dorada, pero a estos les hace falta un poco de recorrido vital o al menos algo más de cine por sus venas. En este sentido, la película no es una gigantesca orgía de cine como le ha gustado brutalizar a la crítica profesional y amateur, porque de cine tiene bastante, si bien de orgía tiene lo que a un adolescente se le podría ocurrir en el baño de su casa.

Sin embargo, hay momentos en los que ese humor funciona, frente a ese intentar tomarse en serio que juega definitivamente en su contra. Los altos y los bajos de sus protagonistas quedan a medio gas, las transiciones de tono son muchas y gripan el ritmo de la cinta. El resultado es todo menos homogéneo, pero siendo sinceros, la divisibilidad puede hacer que uno retenga algunos de los grandes momentos que tiene la película.

La escena de la primera grabación con sonido es fantástica, y el contingente crítico y social que representa el cine como función vital es bien recogido por ciertas reflexiones en torno a su estatuto de 'bajo arte'. ¿Tenía razón Adorno cuando criticó la democratización del cine en su salto a la edad sonora?¿Son más tramposos los productos de esta nueva era?¿Dónde dejamos a las almas que hay detrás de esas imágenes, que en el fondo no son más que gente con problemas de apego? Si uno se quiere volcar en estas preguntas, tendrá que hacerlo desde la metatextualidad de un filme que carece en gran parte de ella, que necesita decantarse por un rumbo que no se sabe muy bien si es el drama existencial o la comedia de efecto. Por mi, le quitaba la mitad y lo dejaba en lo segundo, aunque la primera media hora no sea, precisamente, algo que haría Wilder.