Dos buenos actores (Ben Foster y Elle Fanning) forman la pareja protagonista más atípica que recuerdo en mucho tiempo.
Son dos almas perdidas en muchos sentidos, que a pesar de no tener rumbo en la vida se unen por puro instinto de supervivencia, por muy absurdo que sea seguir adelante literal y figuradamente. ¡Ay, qué bonito! ¡Y qué aburrido!
Aunque Foster sea el perfecto antihéroe macarra y Fanning tenga un par de grandes momentos de lucimiento, la película es un tostón.
Mezcla de cine negro, "road movie" y drama, con una factura de cine independiente del que es tan supuestamente artístico como tedioso.
Y es que, el tramo central que transcurre en ese motel cutre, no aporta nada a la historia. Ahí lo único que tenemos son charlas entre los personajes, para intentar que empaticemos con sus más que patéticas vidas. Uno esperaría que les pasaran más cosas, o por lo menos que hubiera más momentos intensos de drama emocional, como cuando la chica se confiesa al otro, que es lo mejor del film.
Te pasas todo el rato esperando que pase algo, y cuando pasa, ya casi ha terminado. Bueno, no, que todavía tenemos que tragarnos un empalagoso epílogo que no cuenta nada que no nos hayamos estado imaginando.
Lo cierto es que al principio prometía estar mejor, y los actores no están nada mal, pero ese estancamiento en el motel es como para ponerse a hacer la plancha mientras la ves. Le falta un poquito más de dinamismo o calidad para que llegara a gustarme, pero no llega.