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España España · santiago de compostela
Voto de berenice:
4
Drama. Romance Un granjero (George O'Brien) convive felizmente en el campo con su esposa (Janet Gaynor). Pero la aparición de una seductora mujer (Margaret Livingston) de la ciudad hace que comience a enamorarse de ésta, y a pensar que su mujer es un estorbo que se interpone en la felicidad entre él y su nueva y sofisticada amante. (FILMAFFINITY)
13 de abril de 2011
82 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero no sólo reaccionaria vista hoy, en la era Bibiana Aído, (hoy no hay medio de digerirla salvo como reliquia arqueológica); aterrizado Murnau en EEUU, el éxito de la cinta da pistas de lo que arrasaba en la pacata sociedad americana, a la que se pliega sin pudor un tipo como él, que había conocido los excesos geniales de la República de Weimar. Y, en fin, ¿qué decir a tantos críticos benévolos? Me cuesta comprender que consideren esta apología de primate dominante contra cerebro hueco sumiso, (dos de los personajes más romos y sin sustancia de la historia del cine) como una preciosa historia de amor. Será que nunca han estado enamorados o, peor aún, que lo están hasta las trancas en el momento de escribir. No se olviden los hagiógrafos del poeta del amor Murnau que el maravilloso y cándido novio se folla a otra y ha matado ya a su féerica esposa, (aunque no consume el acto para dar paso a continuación a la redención-resurrección tolstoiana más rápida y asombrosa de la historia). No sé si Murnau no tenía ni idea del matrimonio, (creo que no por su condición homosexual), ni de la convivencia, ni del perdón, ni de ningún otro maldito tema...o es que los guionistas se limitaron a poner a un personaje femenino tan estólido y estúpido que sería del agrado del granjero arquetípico norteamericano, y de cualquier macho de bar de todos los tiempos. Uffff, para más inri, llora la infidelidad del marido al lado del hijo dormido, no sea que si llora sola iba a conmover poco al público. No recuerdo si era Cabrera Infante el que decía que poquísimas películas aguantaban la comparación con sus coetáneos literarios, filosóficos, musicales... (salvaba a Orson Welles), pero esa reflexión me viene viendo muchos clásicos. Este Amanecer, además, tiene poquísimo (o nada) de "expresionismo", etiqueta que tantos le cuelgan como una percha sempiterna sin tener mucha idea de lo que significa, (algunos de los que escriben piensan, incluso, que hace referencia a las expresiones del rostro de los actores). Tal vez las únicas escenas de auténtico sabor expresionista, las de la feria nocturna, se cuenten como lo mejor del film; curiosamente ahí se diluye la pareja para dar lugar al arrebato, a la espiral de imágenes, al cine más fantasioso, (me recuerda a aquel documental sobre Berlín, del mismo año, de Walter Ruttman). En fin, parece increíble que, formado en el mismo caldo de cultivo que, por ejemplo, Karl Kraus, Thomas Mann o Richard Dehmel, Arnold Schoenberg o verdaderos expresionistas, este Murnau se plantara con esta apología reaccionaria del matrimonio tradicional, (o más bien del primate masculino tradicional, porque en los buenos matrimonios reaccionarios (por ejemplo, los fordianos) se quieren, no se asesinan por el día para bailar enamorados por la noche). Ideológicamente, la película tiene un tufillo; psicológicamente parece la obra de un alumno de la ESO; técnicamente, me importa un huevo que esté bien hecha, que sea fantasiosa y a ratos deslumbrante. De eso ya estamos sobrados hoy. Una vez más, muchos clásicos lo son porque faltan revisiones serias. Ahora ya me da miedo ver Nosferatu, por miedo a lo que el tiempo la haya desgastado, y a la que recuerdo como una de las más grandes películas que había visto.
berenice
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