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Voto de Antonio Morales:
10
Drama Continuación de la historia de los Corleone por medio de dos historias paralelas: la elección de Michael como jefe de los negocios familiares y los orígenes del patriarca, Don Vito Corleone, primero en su Sicilia natal y posteriormente en Estados Unidos, donde, empezando desde abajo, llegó a ser un poderosísimo jefe de la mafia de Nueva York. (FILMAFFINITY)
23 de julio de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta segunda parte (como ya he apuntado en mi anterior crítica sobre El Padrino), no es sólo una secuela, sino una profundización de la historia de la Familia Corleone, por un lado continua la historia donde quedó, pues Michael es ahora el jefe, una vez muerto el patriarca; pero a la vez, Coppola nos relata una parte fundamental para entender la saga de El Padrino, y es la infancia y juventud de Vito Corleone, como escapa con vida, milagrosamente de su Sicilia natal, su llegada a la isla de Ellis, donde pasará la cuarentena y comenzara su periplo americano (un extraordinario, Robert De Niro, hace el mejor papel de su carrera). Su vuelta a Sicilia para cumplir su “vendetta”, en voz baja, casi susurrando: “Don Ciccio, mi ricordo, io sono Vito Andolini…”

Coppola mantiene el mismo pulso narrativo, profundizado en los personajes de la familia, los crímenes y venganzas se suceden, pero en esta ocasión, los asesinatos son más insinuados que explícitos, utilizando hábilmente la elipsis. Se nos muestra las primeras refriegas de Vito en Little Italy, donde vive humildemente con su mujer y los pequeños, una fascinante recreación de aquellos años veinte, el enfrentamiento con el botarate Fanuzzi, que presume en el barrio de ser el jefe de La mano negra, un organización que extorsiona al barrio. Los años cincuenta donde Michael (en viaje de “negocios”) vivirá los últimos momentos de la Cuba de Batista, la Nochevieja en los casinos de La Havana y la llegada de la revolución castrista.

Esta segunda parte, supera en mi opinión a la primera, pues Coppola maneja la historia con una depurada maestría, a pesar de su extensión, la película mantiene el pulso narrativo. Michael se muestra cada vez más rencoroso y cruel con su misma familia, su hermano Fredo, su hermana Connie y su mujer sufren la ira del nuevo padrino. El asunto del Senador en el burdel, donde se produce una simbiosis entre sexo, espectáculo y moral capitalista.

Pequeñas representaciones en el interior de la gran representación que es la película, la ambivalencia de los escenarios descritos acaba reflejando ese balanceo constante que, a imagen y semejanza de la estructura narrativa, conduce al espectador de Italia a América, de los años diez a los cincuenta, de la inocencia a la corrupción, de las más ingenuas formas de espectáculo a las más sofisticadas, como si el demiurgo que está detrás de todo ello fuera incapaz de controlar su propia creación, ni en el espacio ni en el tiempo, ni siquiera en los criterios morales, al igual que los personajes son incapaces de controlar su propio destino. Sólo una cosa queda clara. Esa confusión, esa indefinición, que culminan en la drástica división de la película en dos bloques casi independientes, si no fuera por breves interludios a modo de enlaces, no son en absoluto producto de la casualidad. Es por todo ello, por lo que está entre mis diez favoritas.
Antonio Morales
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